Icono del sitio BRAINSTOMPING

La inmoralidad de El Husmeante de Trillo y Mandrafina

Poco a poco sigo descubriendo clásicos del cómic argentino cuya existencia desconocía por completo, y para mayor vergüenza incluso autores cuyos nombres ni me sonaban. Y el más reciente de estos hallazgos ha sido El Husmeante de Carlos Trillo y Domingo Mandrafina, que Dolmen recuperó hace un año. Una serie dolorosamente corta pero muy intensa que, con su mezcla de ciencia ficción, noir y un humor negro muy cruel, nos lleva a uno de esos futuros que nos acaban resultando incómodamente muy cercanos.

Y lo que me quedará por descubrir

El Husmeante nació en las páginas de la revista argentina “Don” en 1983, el mismo año en el que la dictadura que había oprimido al país desde el golpe de estado de 1976 había llegado a su fin. Y algunas de las secuelas de esta se dejan sentir a lo largo de este cómic de una forma muy patente. Donde más evidente resulta esta influencia es en su protagonista sin nombre y conocido tan solo por el nombre de su profesión, El Husmeante. A medio camino entre un detective privado y un mercenario, este husmeante es un personajillo mezquino y egoísta que solo mira por su propio bienestar, que por dinero está dispuesto a aceptar cualquier tipo de encargo o a traicionar a quien le ha contratado y que le da igual quién gobierne o quién sufra, mientras a él no le afecte. Y en esa desafección suya, en el mirar para otro lado ante el sufrimiento ajeno, es difícil no identificar las actitudes que tantos argentinos debieron adoptar en su día, ya fuese para tratar de sobrevivir o peor, para medrar, y que por aquí nos resultarán familiares por las historias contadas por padres y abuelos de lo que se vivió durante el franquismo.

Y lo peor es que creo que todos hemos conocido a alguien así en algún momento de nuestras vidas

Un personaje inmoral que curiosamente no trata de engañarse a sí mismo o de justificar sus acciones, él sabe perfectamente quién y qué es, y que no le importa nadie más que él mismo, y que incluso en los momentos puntuales en los que sus atisbos de conciencia tratan de asomar, estos son rápidamente acallados. Algo que Trillo y Mandrafina quisieron dejar patente en la primera de las nueve historias que realizaron sobre el personaje cuando, durante uno de sus casos, recuerda una vieja película de Bogart que vio en el museo y es plenamente consciente de que este hubiese estado de parte de los débiles, que hubiese salvado a las víctimas inocentes… pero que él no es así. Y procede a marcharse del escenario de una injusticia en la que ha colaborado plenamente porque ya ha cobrado y no le queda nada más que hacer allí.

Aun le queda algo de humanidad, pero no mucha

A través de los casos de este husmeante desalmado, Trillo y Mandrafina nos hacen ser testigos de un futuro postapocalíptico en el que humanos, apodados como “La raza”, y mutantes mantienen una delicada e injusta coexistencia en la que estos últimos son auténticos parias relegados a los estratos más bajos de la sociedad. Un mundo que, pese a su estética fantástica, es tristemente tan cercano en muchísimos aspectos tanto a lo que era la sociedad de los años 80 como a cómo son hoy en día las cosas. Empresarios sin escrúpulos que, cegados por la avaricia, explotan cada vez más a sus trabajadores, los ricos y poderosos abusando de quienes se encuentran más indefensos, la codicia o el afán de aparentar lo que no se es, desatando los más bajos instintos… Un retrato duro y cruel de unos temas tan universales que resulta fácil olvidar que este cómic tiene ya más de cuarenta años.

Como este también hay demasiados

 

Pero dejando a un lado esta fuerte y nada sutil carga de crítica social, El Husmeante resulta una historia apasionante que cuesta soltar y que, pese a su despreciable protagonista, quizás más bien gracias a él, atrapa al lector por el simple morbo de descubrir hasta qué nuevos niveles de bajeza moral será capaz de llegar o de qué injusticias será testigo. Por desgracia, fueron tan solo nueve los episodios que Trillo y Mandrafina llegaron a realizar de esta serie, seis en la revista Don y, tras el cierre de esta, tres más en la revista Fierro, y que aunque increíbles saben a muy poco, apenas cincuenta páginas. Pero que eso no sea obstáculo para no descubrir todo un clásico como este con tantísimas cualidades.

¿Qué mas da quien sufra mientras no sea el?

Y aunque el trabajo de Carlos Trillo ya lo conocía, y admiraba, aunque aún de una forma un tanto superficial, quien me ha dejado boquiabierto aquí ha sido Domingo Mandrafina. Me toca reconocer con vergüenza, como ya señalaba al comienzo, que desconocía por completo su existencia, su nombre no me sonaba más que como mención en boca de otros autores, pero nada más, y por ello la sorpresa ha sido mayúscula cuando he leído este cómic. Lo que he descubierto en El Husmeante ha sido a un artista con mayúsculas, dotado de un estilo detalladísimo y un dominio del claroscuro que no tiene nada que envidiar a los más grandes en esas lides (no en vano fue alumno de Alberto Breccia en el IDA). Y a todo esto debemos añadir una habilidad más que notable para crear un reparto de personajes que parecen auténticos incluso cuando se trata de los más deformes de los mutantes, que no está plagado de “clones” diferenciados solo por detalles superficiales, donde cada cual es único y diferente al resto, y eso es muy de agradecer.

Es un grande

Un cómic que ahora podemos disfrutar en una edición restaurada a partir de los originales que, afortunadamente, el propio Mandrafina aún conservaba y que ha colaborado en esta edición. Una que se complementa con una extensa entrevista con este que, para quienes no le conocían aún, resultará de lo más interesante. Yo, por mi parte, me reafirmo en mi propósito de seguir indagando en todo lo que aún desconozco del cómic argentino, que es muchísimo. Una tarea a la que he añadido ahora el nombre de Mandrafina a la lista de autores de aquellas tierras de los que necesito descubrir más obras porque me he quedado con ganas de más. Así que espero que esta línea de Tango y Tinta de Dolmen siga esta buena racha de recuperarnos clásicos como este para quienes tenemos aún tantas lagunas en este rincón de la historia del cómic.

Salir de la versión móvil