La semana pasada hablábamos de cómo Ike Perlmutter acabó metido en la Marvel de Ron Perelman, esa de Tom DeFalco y la Marvelution, y la cosa acabó con una bancarrota y una jueza teniendo que decidir que millonario inmaduro iba a hacerse cargo de Spiderman y familia.
Los tres planes de salvación que se encontró la jueza fueron por un lado el de Perelman, que era básicamente lo que propuso antes de la bancarrota con la fusión de Toy Biz, el de Icahn, que decía tener mil millones de dólares en efectivo para estas ocasiones que nadie nunca vió y el de Perlmutter, que también prometía que iba a sacar dinero de no se sabe donde pero no podía dar tantas garantías más que asegurar que a él si le interesaba vender la empresa, que no pensaba venderla al mejor postor. Los planes empezaron a torcérsele más todavía a Perelman cuando vio que los bancos estaban demasiado cabreados con él como para considerar su oferta y se aliaron con Icahn, que consiguió el mando provisional de Marvel hasta que consiguiera cerrar un trato con todos los acreedores; tras meses con debates a grito pelado entre el abogado de Perelman -el vecino de Perlmutter, sí- diciendole a Icahn a grito pelado que pagara de una vez e Icahn gritandole sonoros FUCK YOU a las tres de la mañana en el Sheraton de Nueva York, nadie parecía ponerse de acuerdo en aceptar el plan de Icahn, por lo que la jueza, juzgando que Perelman solo había obstaculizado el trato por el mar perder y sin tener ninguna voluntad de arreglar nada, decidió impedir que Perelman siguiera pagando a sus abogados con fondos de Marvel. Y llegados a ese punto Perelman abandonó Marvel para siempre. Con más de trescientos millones de dólares de beneficio, porque gracias a su entramado financiero al final la deuda no la pagaba él, eso sí.
Y no, Icahn no se quedó con Marvel, porque tras tantos meses de debate los bancos se dieron cuenta de que Icahn era la misma mierda que Perelman y les iba a tratar de tangar lo máximo posible, por lo que al final decidieron darle un voto de confianza a Perlmutter y aceptar su plan de endeudarse hasta las cejas con otro banco, pagarles una fracción de la deuda ahora y luego a lo largo de años. Perlmutter se hacía así con el control de Marvel y ya en su plan financiero presentado al juez se la estaba jugando a cara o cruz: Marvel no iba a poder pagar toda esa burrada de dinero que todavía debía vendiendo tebeos y liquidando sus editoriales de cromitos como Fleer o Panini, Marvel tenía que conseguir para ayer hacer no ya películas, si no blockbusters hechos y derechos. Por eso prácticamente le habían regalado los derechos de X-Men a Fox (pagaron solo un millón) y habían malvendido tantos personajes, por eso le dijeron a Sony que si era capaz de arreglar el enredo legal en el que estaban enterrados los derechos cinematográficos de Spiderman, podían quedarselos para los restos con tal de que siguieran haciendo películas del personaje. Durante la bancarrota Sony había sido una de las empresas interesadas en comprar la editorial, y ahora se encontraban con que les estaban regalando su joya de la corona si conseguían arreglar todo el embrollo legal; por supuesto que aceptaron, lo arreglaron y así estamos ahora.
Pero hasta que se estrenara X-Men y Spiderman y Marvel pudiera renegociar contratos de películas cobrando porcentajes de taquilla todavía iban a pasar unos años, con lo que entre el 98 que adquirió Marvel hasta el 2000, Ike Perlmutter estuvo literalmente buscando clips en la basura, ahorrando al máximo. Retiró el café y botellines de agua gratis para los empleados, creando un plan de austeridad que ríete tú de la crisis del 2008 (que por cierto, en buena parte fue también culpa de Perelman e Icahn). Perlmutter se convirtió en una figura siniestra de la nueva Marvel, contrató a Bill Jemas para que se llevara todas las tortas de muchas de sus decisiones y se mantuvo lejos de los focos, hasta el punto de que durante veinte años solo dispusimos de una foto suya… ¡Y era de los 80! Afortunadamente para él, todo el plan les acabó saliendo estupendamente y para 2008 estrenaron Iron Man, con el presidente de Disney, Bob Iger, llamando a su puerta poco después y comprando Marvel. Perlmutter le había pedido que le dieran «el trato de Pixar», o lo que es lo mismo, independencia total dentro del organigrama Disney, pero Iger le dejó claro que iba a tener más dependencia de Disney dependiendo de lo que hiciera (ni siquiera Pixar tenía tanta, entendámonos). Y todo fue bien mientras las cosas fueron bien, pero pronto el jefe de Marvel Studios, Kevin Feige, se hartó de estar por debajo de Perlmutter y consiguió que Disney lo pusiera primero a responder directamente a Iger y, poco después, a que poco menos que Perlmutter respondiera a Feige (aunque esto no es del todo verdad, pero por claridad vamos a dejarlo así).
Por lo que sea esto no acabó de gustarle a Perlmutter, con lo que aprovechando que él era uno de los consejeros presidenciales de Donald Trump y que conocía a algunos millonarios muy rancios, trató de hacerse con el control de Disney porque «estabann siguiendo mucho la agenda woke». No me cabe duda que en realidad el que se hicieran películas de Pantera Negra o que se celebrara el día del Orgullo se la pelaba bastante, lo que quería Perlmutter era medrar hasta hacerse con el control de Disney, pero al final Iger le ganó la partida y acabó echándolo del consejo de administración. A partir de ahí Perlmutter empezó a vender sus acciones y, espero, decidió jubilarse. Espero.
Me pregunto si, ahora que el dinosaurio ya se ha ido, los empleados y exempleados podrán empezar a hablar de hasta que punto Isaac Perlmutter les hizo la vida imposible durante más de veinte años…