Yo que sé tío, me levanté esta mañana y me vino así en un flash; ¿por qué no aprovecho mi inmenso talento? ¿Por qué no, yo que sé, pinto un cuadro? Uno gordo, uno de esos enormes que le dejen a todo el mundo flipado y me hagan famoso. Así que hala, me senté delante del ordenador y en vez de escribir el post de mañana pues… Tío, que he pintado Las Meninas. Así, porque tenía el puto cuadro en la cabeza y le he dicho al ordenador y las ha pintado, aquí tenéis las meninas.
Pero fuera ya de bromas, está la cosa calentita porque claro, la Inteligencia Artificial avanza a pasos agigantados y donde antes te hacían imágenes hechas a base de caras de cachorritos y luego te hacian mutantes deformes con ocho dedos, ahora te hacen trescientos carteles de carnaval que ganan 100 concursos públicos para el mismo señor. Y ya cuando nos dicen que con una mínima instrucción nos hacen videos fotorrealistas de paseos por Tokyo de medio minuto, pues es normal que los que se dediquen a esto de la creación -la de verdad, no streamers jugando al Fornite- se empiecen a preocupar… Y que algunos jetas se piensen que se pueden aprovechar de la situación y, yo que sé, forrarse haciendo tebeos. Ja.
¡Que le pones un tuit y te genera este video tío! ¡Se acabó Hollywood!
Pero cuando estallan estos debates siempre acabamos con una bronca de tres pares de narices, porque quieras que no son las alubias de mucha gente las que están en juego. Carreras completas y vidas entregadas a una disciplina que de repente ven como llegan unos advenedizos a quitarles el trabajo, que usando una herramienta automática hacen lo mismo que ellos y los vuelven obsoletos… O eso creen los jetas que vienen a forrarse con la IA autodenominándose artistas. Porque claro, los cadaduras en cuestión en realidad tienen su puntazo de ignorancia, y no acaban de ser conscientes de que el acto de creación artística no es solo «tener mano» -que tiene una importancia muy secundaria, en serio- si no que fundamentalmente está basado en un trabajo mental basado en el conocimiento. Se reduciría a qué es lo que quieres contar y cómo vas a contarlo, y aunque los apostoles de la IA creen que con lo primero ya vale, los autores tienen muy interiorizada la segunda parte y a la hora de disfrutar la obra de los demás es en lo que más se fijan. Le pasa también a los críticos o a los lectores veteranos, que llegado cierto punto empieza a interesarte el cómo sobre el qué. Podemos seguir haciendo un millón de artículos sobre Spiderman pegándose contra el Lagarto, pero a la hora de la verdad la gracia está en como se ha tejido la historia, como se ha narrado el cómic, cómo los personajes pasan de un punto A a un punto B de una forma lógica y natural. Porque ya no nos importa lo que nos cuentan, porque para nosotros ésto ya no es la sección de sucesos, es el cómo en lugar de el qué.
Y sin embargo, en esto de la IA siempre nos encontramos la misma situación, llega un notas y te enseña una imagen y te dice «he hecho ésto». Y sí tienes un cierto conocimiento de las reglas la identificas como realizada por una IA, porque la composición es extraña, la luz funciona de forma más rara todavía y las arrugas de la ropa suben y bajan de forma antinatural, como si estuvieran pintados por un ser que no se ha vestido en su vida. Y sin embargo tienes a ese mamarracho mirándote con una sonrisa de oreja a oreja y diciéndote «yo he hecho ésto». Porque en el momento en el que sean millonarios serán los mismos que se comprarán un Miró porque les combina con el sofá de su nueva mansión, porque no tienen ni puñetera idea y lo único que les interesa es tener el objeto terminado en sus manos, que se parezca a lo que querían. Dan por hecho que el que ellos escriban un «prompt», una instrucción de cómo quieren que sea un cuadro, ya les hace creadores del cuadro, lo cual más de uno ha argumentado que es tan absurdo como decir que Felipe IV pintó las meninas porque le dijo a Velazquez «píntame a la niña con aire regio y esplendoroso junto a sus damas de compañía, a tu estilo». Ya, bueno, éso es lo que has pedido, pero la composición y el meterte a media corte en el cuadro no era tu plan original; Velazquez fue mucho más allá de todo eso. Y para muestra, un botón:
Vale, no se a santo de que tienen tantas corona, pero vamos a intentar ir más allá de la instrucción simple. Imaginemos que Felipe IV no iba a que Velazquez le sorprendiera, imaginemos que Felipe IV era un fotógrafo y no un pintor, que tiene nociones de composición y sobre todo de iluminación. Vamos a pensar que Velázquez es idiota y Felipe IV no (no demasiado) y por eso le tiene que decir Cómo Se Hacen Las Cosas. Vamos a pensar que Felipe IV es uno de esos artistas que usan la IA y hasta usa palabros en inglés, vamos a ello:
No, desde luego no es lo que estábamos buscando. Y es que aquí tenemos el primer gran problema de las IAs, que las instrucciones no pueden ser muy largas y así no hay manera de dar unas instrucciones precisas. Cuando los «artistas de IA» comparten sus secretos del «oficio», suelen escribir instrucciones que caben en un tuit y escriben cosas como «Manhwa [magical girl], [sparkling eyes], [enchanted castle courtyard] in an intense action scene [casting spells to repel monsters], [moonlight filtering through clouds], [mid-level angle], dynamic movement, [pastel colors with bright accents], fluid strokes». Así que vamos a probar con algo parecido, ¿no? Digo yo.
En fin, que no. He tenido que quitar los colores especificos de la paleta y el resultado acaba siendo muy parecido al último intento, y si os digo la verdad prefiero el resultado que me dio el prompt «a mi estilo». Lo terrible de estas imágenes es que son como una portada de Rob Liefeld, si desde lejos ya dan asco, de cerca ya son directamente abominables. Y aun así, si le pones las cosas sencillas y le das un dibujito molón «a su estilo» y no intentas imitar ninguna cosa complicada, si te vas a lo «mainstream» te salen cosas que con algún jurado de un concurso municipal podrían colar:
Ni borracho diría yo que he hecho esta imagen. Primero porque no es ni mucho menos lo que yo tenía en la cabeza -y te aseguro que a muchos de estos «artistas de la IA» les cuesta reconocer que les pasa lo mismo- ni me dejan contento los resultados. Podría pasarme horas retocando las instrucciones, pero el minimalismo al que te obliga la herramienta acaba provocando que nunca tengas el resultado que te gustaría, porque en realidad ésto nunca puede ser el resultado final, ni siquiera sirve como boceto o para darte ideas, porque en realidad está construido a base de cortar y pegar imágenes de otros autores, con lo que en cuanto un juez dicte sentencia al respecto muchos tendrán que echarse a temblar. Y sinceramente, no entiendo como esta gente puede pensarse que ésto es «arte» cuando el trabajo intelectual es tan mínimo que le veo más valor artístico a un mono con una brocha metida por el culo que a estos espejismos trasnochados. Al fin y al cabo, si yo le pido un artículo de 2000 palabras a ChatGPT sobre la caída del imperio olmeca y se lo entrego a mi profesora de historia me pondrá un cero con todas las de la ley, por mucho que diga que «yo he escrito ésto». No, no has escrito nada, porque decir que tú has escrito eso es como decir que tu profesora ha escrito los trabajos de toda la clase porque les ha dado instrucciones precisas de cómo hacerlos.