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Los micronautas y las trampas: El día en que Frank Miller salvó Marvel (XI)

A veces uno solito se mete en trampas de las que es difícil salir, así que lo mejor en estos casos es hacer trampas. No creo que pudieramos decir nada interesante de Micronauts 25 sin que nadie me salte al cuello -M’Rabo- con lo que bueno, aquí tenéis la portada…

Pues son señores del microverso que se pegan contra supervillanos grandes.

…y mejor nos olvidamos de ellos. Porque joder, ni siquiera tenemos a Michael Golden y no creo que a los fans de esto les interese que lo destroce, así que creo que lo mejor es saltarse el guión y hablar de un cómic de Marvel que perfectamente se podía haber publicado ese mes pero por esto de la periodicidad bimestral salió el siguiente, el Power Man and Iron Fist 67:

¡Dije que haría trampas!

No es Kerry Gammill un dibujante del que se hable mucho, a pesar de que por aquí se le mencionó en los comentarios no hace tanto. Gammill pertenece a la generación que aprendió a dibujar con Kirby, Steranko y sobre todo Neal Adams -como tantos y tantos dibujantes de esta época- y por eso se nota en él una obsesión por el detalle y el claroscuro, apoyado por el entintado de un Ricardo Villamonte que mira más por la mancha que por la línea. Ya solo viendo la escena inicial, con los protagonistas encontrándose a los estrafalarios atracadores, nos podemos hacer a la idea de cómo es el dibujo de Gammill con esa perspectiva girada, la viñeta completamente llena de detalles y el zigzag de miradas entre todos los ladrones hasta llegar al fondo de la viñeta donde están los dos héroes.

Como la casa de papel pero con cosas de supervillano.

No es el prodigio narrativo que estamos viendo en otros autores, pero en aquel momento hay que reconocer que prometía mucho, que se atrevía con escorzos raros y no hacía las trampas que hacían otros durante sus primeros años de carrera (en aquel momento llevaba sólo tres años como profesional) con lo que hay que reconocerle su valentía. Por su parte y por exigencias editoriales, Duffy empieza las primeras viñetas con algún chiste para acabar con Luke presentando a su compañero y así mismo; había miles de formas de presentar a los personajes al lector, y aunque es cierto que las hay mucho más sutiles, lo cierto es que la de Duffy era bastante menos descarada que la de otros guionistas, que directamente te lo cascan en cuadros de texto combinados con monólogos de los personajes sin que venga a cuento. Luke en esta viñeta está vacilando de compañero y presumiendo de sus propios poderes, con lo que no hay mucha información añadida pero cuadra con el personaje y lo caracteriza adecuadamente:

El clásico 1-2-3 rematado con un Buscemazo siempre funciona.

Toda la escena del banco está desarrollada como un engaño, pero como decíamos a la vez sirve de presentación de los personajes, y así es como tenemos a Danny esquivando balas y Luke pues… Pues siendo Luke, haciendo el animal. El cuadro de texto de la primera viñeta que vemos a continuación es completamente redundante, pero también te está diciendo quienes son los personajes antes de que la verdadera historia empiece en la siguiente página:

Danny es agil, Luke es un gañán. Y por eso se llevan tan bien.

Porque la trama gira alrededor de un atraco escenificado en el que hasta los guardias y buena parte de los empleados del banco estaban compinchados… Para no llevarse absolutamente nada, ni un céntimo, porque su verdader objetivo era secuestrar a Luke Cage. A lo largo del resto del cómic veremos como el uno trata de encontrar al otro mientras van rememorando su origen con esas viñetas de esquinas redondeadas que tan efectivas eran en aquellos tiempos, y todo esto mientras Luke Cage tiene algunas conversaciones con su misterioso captor, que permanece en las sombras y cuya voz no consigue reconocer, el cuál es nada más y nada menos que Bushmaster, el villano del clásico de Claremont y Byrne en el que las series de Iron Fist y Power Man se juntaron para siempre (bueno, un tiempo largo).

Sí, aquí parece que Luke está cagando, ¡pero la historia se entiende la mar de bien!

Por eso es curioso comparar este cómic con el Micronautas 25, porque aunque Gammill tiene todavía problemas dibujando manos -como tantos y tantos- para cuando se publica ese cómic Pat Broderick tiene ya una consideración en la industria y más de seis años de carrera profesional, a pesar de tener prácticamente la misma edad que Gammill. Broderick también se ha fijado en el uso de la mancha y en el uso de tramas, pero narrativamente su resultado es muy inferior; el tebeo es más farragoso, se cuenta peor; exige que el guión esté constantemente contando el cómic, porque a pesar de que la historia está llena de personajes pintorescos con nombres rarísimos, en el fondo es bastante sencilla.

Otro día hablamos de los egos de algunos dibujantes.

En cierto modo es tomar la forma y no preocuparse tanto por el fondo, recoger las lecciones equivocadas de Steranko y cubrirlas con Neal Adams. Cuando un dibujante es bueno, cuando sabe contar la historia, es capaz de venderte casi cualquier cosa, pero cuando solo sabe «quedar bien en la foto» acaban pasando estas cosas. No me cansaré de decirlo, si te guías sólo por lo que se ve en la página no entiendes absolutamente nada, necesitas el texto y que el guionista haga horas extra, mientras que cuando el dibujante va a favor del relato consigues un buen tebeo. El que aparentemente los lectores de finales de los 80 decidieran que era mejor un Broderick que un Gammill, un Jim Lee que un Mignola, es uno de los principales motores de la «edad oscura de los noventa», porque se educó a una generación en tebeos de mierda.

Caso claro de que es mejor arriesgarse a hacerlo mal a ser un cobarde y ni siquiera intentarlo metiendo un pinup «para quedar bien». Gammill lo intenta constantemente y que cojones, la página se entiende.

La semana que viene volveremos a la programación habitual con Doug Moench, Mike Zeck y Gene Day en Master of Kung Fu 96, serie que sigo sin haber leído con lo que seguramente si le pongo una sola pega M’Rabo me dará de hostias como si no hubiera un mañana. Vamos, un día cualquiera…

¡Ahora entiendo de dónde le viene a M’Rabo toda esa violencia, de criarse con tebeos tan violentos como éste!

 

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