El Caballero Luna es uno de esos personajes que «se lo tuvo que currar». Desde luego no tanto como el Castigador, que tuvo que esperar bastantes años hasta tener su primera miniserie, pero si el tiempo suficiente como para que el personaje asomara en varios títulos hasta que en 1980 por fin le dieran su propia cabecera. Bienvenidos al número 3 de Caballero Luna de Doug Moench y Bill Sienkiewicz, bienvenidos a una época en la que Sienki ya era Sienki pero aun así era un dibujante «aceptable» porque se parecía a Neal Adams…
Yo es que es ver esta portada y el estilo de Sienkiewicz está ahi, desde luego más novato -mucho más convencional en sus composiciones- pero ya tiene su propio estilo y no es el clon de Neal Adams que muchos le acusaban de ser… O al menos en lo que respecta a la línea. Una vez entramos en el interior del cómic y después de una portadilla que es un artículo de periódico completo -Moench lo escribe enterito, nada de Lorem Ipsum ni tonterías, ¡enterito!- llegamos a la chicha del tebeo y nos encontramos con una historia en la que Medianoche trata de picar al Caballero Luna para que vaya a por él. Y bueno, todos conocemos como se las gasta Marc Spector, a poco que le prepares una buena bronca él pierde los papeles y se echa al ruedo. Pero antes de que alguien se haga ilusiones y piense que esto va de contar el tebeo -los tebeos están para leerlos, ¿o es que os habéis pensado que soy un youtuber de esos modernillos?- os diré que lo más interesante de este cómic está en Sienkiewicz:
Hay una tensión palpable en estas páginas; Marlene viene con unas intenciones en la primera viñeta con una sonrisa y un gesto hacia delante, mientras que en la segunda no se le ven las manos y en la tercera tiene los puños cerrados a la espalda: no le gusta Lockey. Posteriormente vemos como Lockey es tremendamente zafio y Marlene está constantemente señalando y torciendo el morro, lo detesta pero se está reprimiendo constantemente porque sabe que es cuestión de tiempo que vuelva su maravilloso Steven, que Jake es un papel. El conflicto principal del personaje en estos cómics es el de que está enamorada de una de las personalidades de Marc Spector -Steven, el millonario, no sabe nada la jodía- y no realmente de Marc, con lo que para los lectores el personaje es una bomba de relojería a la espera de detonar en el momento en que se de cuenta de que el millonario es tan falso como el taxista… O Marc Spector pierda la cabeza.
Lockey investiga a Medianoche y saca algunas conclusiones, pero no tarda en tener que volver a ser Steven Grant para ser el anfitrión de una fiesta que da esa noche. En la misma va del brazo de Marlene, que está encantada de tenerlo de vuelta, pero él lejos de pretender darle una velada maravillosa en realidad está buscando candidatos para ser Medianoche; tiene un perfil metido en la cabeza de qué tipo de persona es él y blablabla. Conoce curiosamente a un coleccionista de arte, un tal Anton Mogart, que parece interesado en contratar los servicios como guardaespaldas de Marc Spector… Pero el Caballero Luna ve detrás de su engaño y se da cuenta de que es el propio Medianoche, por lo que en cuanto Mogart se va de la fiesta sale tras él y acaban enfrentados en la mansión de coleccionista, dejándolo todo hecho unos zorros hasta que acaban saliendo al tejado y pasa esto:
Estas tres viñetas de arriba no son la mejor solución posible, pero funcionan: Vemos como el Caballero pisa los cristales, vemos como resbala y vemos como cae ante un Medianoche encantado de venir a rematar la faena. El problema está abajo, porque aunque la primera viñeta es perfectamente consecuente y la segunda siga la escena bastante bien, la tercera suena un tanto forzada no tanto a nivel narrativo como formal, con esa Marlene tan retorcida y disparando desde abajo hacia el tejado cuando desde esa distancia ni de broma debería poder ver lo que pasa en el tejado. En la última tenemos a Medianoche siendo alcanzado y soltando su puñal para que en la siguiente página caida al río y desaparezca. Moench no acaba de contarnos cómo Marlene supo que Morgat era realmente Medianoche, y no le da la menor importancia; Marlene es lista y se vale por si misma, aunque lo único que haga a lo largo de casi todo el número sea torcer el morro y querer cambiar a Marc.
Bill Sienkiewicz acabaría trabajando con Frank Miller en algunos de los cómics más crípticos de la carrera de ambos (bueno, tampoco nos engañemos porque Sienkiewicz tiene en su haber en solitario Stray Toasters que vaya si se las trae), pero lo que no cabe duda es que su aprendizaje como dibujante fue constante y llegó a lo más alto. Su evolución dentro de Caballero Luna fue tremenda -aquí solo acababa de empezar- y para cuando llega a Los Nuevos Mutantes ya está generando tebeos clásicos todos los meses. Y llegados a este punto, nos toca hablar de lo que nos espera la semana que viene y buf… Después de semejante tebeazo y supongo que por ironías del destino, nos toca volver a otro material misteriosamente reeditado y ponernos con los Micronautas, que ni siquiera nos tocan los de Michael Golden y tenemos que ponernos con Pat Broderick, famoso por sus broncas y por acabar a malas con todo el mundo sin mostrar nunca un trabajo que justificase realmente su ego.