Cuando hace unos veinte años Brian Michael Bendis se puso a escribir Los Vengadores, muchos lectores se rasgaron las vestiduras diciendo que aquello «no eran Los Vengadores». Marvel trató de dejar claro que Los Vengadores habían sufrido muchos grandes cambios en su alineación a lo largo de la historia, y trataron de demostrar lo dicho haciendo hincapié en esa idea mostrando una y otra vez como el grupo se reformó cuando entraron a formar parte de él Mercurio, La Bruja Escarlata y Ojo de Halcón. Sin embargo, el grupo había sufrido grandes cambios de alineación a lo largo de su historia y, ya fuera por ser antes de la era de internet o no, la reacción nunca había sido tan negativa. Veinte años después la idea de Los Vengadores ya está completamente redefinida por esa etapa, por los Ultimates de Millar y las películas del MCU, y es entonces cuando nos encontramos a Paul Levitz guionizando Los Vengadores… ¡Con Alan Davis, nada menos!
La idea es sencilla, contar una «historia jamás contada» de Los Vengadores, situada entre el número 11 de la serie y el 12, entre el enfrentamiento de los Vengadores con el Spiderman robot enviado por Kang -historia tremenda esta, con un clímax en un templo azteca durante el que el verdadero Spiderman se lía a tortas con su duplicado, finalizando el pobre Peter cayendo a la selva y los Vengadores largándose sin darle las gracias por echarle una mano; eso sí, en la propia Amazing ni mú sobre este suceso o cómo consiguió Spiderman volver a su casa- y alianza entre el Hombre Topo y el Fantasma Rojo. Levitz, que aunque ha dedicado toda su carrera profesional a DC Comics no deja de haberse criado también con los cómics de la Marvel de Lee y Kirby, nos viene a contar cómo los Vengadores van más allá en su lucha contra Kang tras el final del número 11, y deciden plantarle cara a Kang en su propio territorio… Con desastrosos resultados.
Porque de entrada estos Vengadores que muestran Levitz y Davis no son una versión glorificada de los mismos como se muestran muchas veces en este tipo de revisiones nostálgicas, si no que son tremendamente novatos y cometen errores constantemente, llegando a ser hasta un pelín niñatos. Kang, que por su parte también es algo novato pero no tanto, sí que hace lo lógico tras el fracaso de su plan con Spiderman y decide echarles encima una amenaza mucho más de su categoría, con un robot de Hulk que se las hace pasar canutas de mala manera. Y así como el Kang original de Stan Lee se mostraba bastante más derrotista por el fracaso de su Spiderman, este es mucho más tenaz y se toma la situación más como un juego, disfrutando de su superioridad pese a que le siga resultando un tanto irritante el que cuatro matados de hace milenios con palos y piedras sean capaces de derrotarlo contantemente.
Y mientras tanto, Levitz y Davis aprovechan para hacer una reinterpretación de los personajes en su estado original -bueno, en el caso del Capi no tanto- con unos Vengadores completamente impetuosos que entran a palos en el edificio Baxter «porque tienen una emergencia y no están los 4F disponibles», con un Iron Man que todavía habla de que es un «simple guardaespaldas» y que por eso no entiende la ciencia de Reed Richards y el Doctor Muerte, un Thor que parece que no ha aprendido demasiado su lección de humildad y una Avispa que le tira los tejos a absolutamente todo lo que se mueve aunque solo sea para poner celoso al Hombre Gigante, que efectivamente está tremendamente celoso. Es una relación un tanto infantil que se corresponde a sus personalidades de aquella época, nostálgica pero a la vez respetuosa, aunque a ojos del lector de hoy en día Los Vengadores actúen en ocasiones como verdaderos patanes que provocan más problemas de los que solucionan.
Pero tampoco podemos olvidarnos de que esto no deja de ser un tebeo-homenaje a los buenos viejos tiempos, con los correspondientes cameos de otras series, recreaciones de situaciones «históricas» de la época y el trabajo de otros autores como Neal Adams o Jim Steranko, recreados todos por un clásico de nuestro tiempo como es Alan Davis… Y sí, también se nota que es un proyecto personal para este último. Y es que Davis ya no puede acometer series regulares como en los viejos tiempos -mucho menos guionizarlas, suele decir que éso le llevaba hasta más tiempo que dibujarl- y tras haber roto pareja artística con su entintador habitual, Mark Farmer, está un pelín cambiado. Por supuesto, sigue siendo uno de los dibujantes más «limpios» que hay, pero ahora trabaja mucho más la mancha y la raya, con lo que uno se pregunta si con Farmer el resultado habría sido mejor o no. O, por qué no, con Paul Neary, su entintador de los buenos tiempos de Excalibur. Pero dejándonos de divagaciones, lo que está claro es que este cómic si tuviera unos colores más planos que trataran de evocar la época que se recrea en el mismo, habríamos tenido un resultado mucho mejor. Davis no deja de ser un autor criado originalmente en el blanco y negro que desarrolló lo mejor de su carrera en la era de la cuatricomía, y aunque el color de Rachelle Rosenberg no es nada intrusivo, sí que es cierto que un cómic de este estilo no pide tantos degradados que le impidan al lector «completar» la escena.
Y poco más que deciros, hace poco comentaba Jamal Igle que teníamos que reconocer que los cómics «al estilo antiguo» ya no venden, y supongo que ésta es una oportunidad como cualquier otra para demostrar lo contrario. Personalmente me reafirmo en la idea de que no quiero que todos los cómics sean así, pero sí me gustaría que hubiera más cómics como estos, muchos más. Tal vez el error estuviera en esto de escribir tebeos de superhéroes como si fueran series independientes de Image o mangas, pero al final no dejan de ser un pedazo de una gran corporación que demanda resultados inmediatos y por eso acaban teniendo que plegarse a las modas y formas de hacer más exitosas. En estos momentos hay librerías en las que se duplica y triplica la cantidad de manga respecto a material occidental (superhéroes incluídos) e incluso en la propia Brainstomping se han subido la cantidad de posts sobre manganime, simplemente porque ahora mismo están haciendo material que en muchos casos es bastante más interesante que lo que publican las dos grandes. La solución fácil sería copiar, pero insisto, estos cómics tenían su propia identidad que fueron refinando a lo largo de las décadas, tirar todo ese trabajo a la basura por copiar un estilo «distinto» fue un tremendo error que probablemente a estas alturas y con tanto veterano editor jubilado ya será muy complicado de subsanar. Así que toca disfrutar de tebeos como este War Across Time, porque me da la sensación de que ya pocos nos van a quedar…