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Craso, el Kingpin de Roma: Marco Licinio Craso (I)

Craso… Craso es uno de esos personajes de la historia que la gente recuerda más por el dicho que por lo que hizo, más o menos viene a ser el pringado de recambio con Pirro, por eso de la victoria pírrica y el craso error. Porque claro, una victoria pírrica es que pierdas más ganando que siendo derrotado, pero un craso error es cagarla a lo bestia y de forma irremediable. Son las cosas que pasan cuando no cometes un error en toda tu vida y todo el mundo está deseando verte caer, que cuando caes la gente lo flipa tanto que pasas a la historia como el tonto que la cagó a lo grande.

Craso, haciéndose el digno en Espartaco.

Pero antes de aquello Marco Licinio Craso era la tercera pata del Triunvirato, aquellos tres caudillos que se repartieron el poder del último tramo de la República Romana entre el susodicho Craso, Pompeyo y un tal Julio César que curiosamente es más famoso por sus conquistas que porque los senadores llegaron a odiarlo tanto que lo apuñalaron en el senado (será cosa de que escribió un libro, eso suele ayudar). Y antes de todo aquello Craso era Laurence Olivier en la peli de Espartaco, la de Stanley Kubrick y Kirk Douglas crucificado, el malo. No me preguntéis ya por la serie de televisión porque yo no la vi, que aquello me pareció demasiado escabroso. Pero vamos con el Craso de verdad, que ya son horas.

Craso, un tipo con cara de tener muchos amigos y ser muy simpático.

Marco Licinio Craso era de la familia de los Licinios, gente pija pero no de la nobleza patricia, con lo que su pijerío lo tenían que sustentar con cantidades ingentes de dinero y, porque Roma siempre fue una plutocracia, meter los morros en política lo máximo posible. Y a eso se dedica precisamente Craso en su primera aparición en Vidas Paralelas de Plutarco, a reclutar soldados y a extorsionar a sus vecinos para reunir un ejército con el que ganarse fama y fortuna. Por aquel entonces, la década de los 80 antes de Cristo, Craso andaba exiliado por Hispania porque había apostado por el caballo equivocado en una guerra civil de nada; para entendernos, Sila era un militar que estaba ganando gloria conquistando a los griegos cuando de repente se encontró con una orden directa del consul Cayo Mario que le relevó de su cargo, con lo que el muy desgraciado en vez de aceptar sus órdenes decidió que tenía que «liberar a Roma» de sus tiranos. Y como si fuera otro tirano metió el ejército en Roma para «liberarla», con el lamentable resultado de que buena parte de los ciudadanos de Roma apedrearon su ejército y tuvo que quemarles las casas. Una vez hubo «reestablecido el orden», Sila decidió que tenía que volver al asia menor para pegarse con los griegos y dejó al cargo a Lucio Cornelio Cina que, sin un ejército que lo respaldara, acabó huyendo junto al resto de partidarios de Sila porque, como diría Amidala, sus enemigos políticos empezaron negociaciones agresivas.

Si Lucas puede tirar de Roma, ¡Roma también puede tirar de George Lucas!

Para entonces Viriato ya llevaba décadas abonando el huerto, pero cualquier oportunidad es buena para recordar que en esta serie salía Ana de Armas antes de ser una superestrella de Hollywood.

En Roma había una figura institucionalizada de saqueo llamada la proscripción, que venía a ser considerar a alguien como un enemigo del estado y por esa regla de tres podías quedarte con todas sus propiedades. Los marianos se lo habían hecho a la familia de Craso cuando empezó todo este follón y él se la devolvió de la misma manera, echándolos a patadas de Roma cuando no ejecutándolos directamente, con lo que aumentó su fortuna en una progresión logarítmica; primero ganó muchísimo con comprando propiedad muy barata en la subasta de las proscripciones y luego la supo gestionar para que siguiera dando beneficios de forma continuada. Ayudó también mucho que Craso apuntara en la lista de marianos a proscribir el nombre de algún que otro ricachón que nada tenía que ver con todo aquello, pero cualquier villano de película de vaqueros sabe decirte que si le hace falta quemar el pacífico rancho de los Willsbury para dejar que pase el ferrocarril, el progreso está por delante de cualquier otra consideración, entendiendo como progreso el llenarse bien los bolsillos. Y luego está lo de la brigada de bomberos, que eso ya ni Kingpin.

«-Oh, que desafortunada plaga de incendios tenemos últimamente, ¿te importaría firmarme este papelito?»

A ver, recordad que estamos en la antigüedad y eso está más incivilizado que los Estados Unidos América, y con la tontería no tienen ni policía ni bomberos, con lo que cuando hay un incendio todos los vecinos tratan de arrimar el hombro y apagar las llamas. Craso se inventa el primer cuerpo de bomberos de Roma (bien) consistente en llegar al edificio en llamas, apartar a todo el mundo para que no se queme (bien) y dejar que el edificio se calcine por completo y no hacer nada a menos que el propietario acceda venderles el inmueble bien barato, en cuyo caso procedían a apagar el fuego con una eficiencia bárbara. Y así, entre comprar esclavos como si no hubiera un mañana y quedarse con terreno barato por «accidentes» con el fuego, Craso se hizo en propiedad con un buen pedazo de Roma, tanto de terrenos como de fuerza productiva. Y lo que es más, en una ciudad llena de ratas sin escrúpulos que solo buscaban dinero, Craso se coronó como el mayor avaricioso de Roma, hasta el punto de que cuando le juzgaron por tratar de corromper a una virgen vestal, su defensa se basó en decir que solo buscaba robarle su casa y así es como fue absuelto. Y, por supuesto, se quedó con su casa.

Hombre, Pompeyo por lo menos tenía cara de buena persona.

Pero no os creáis que Craso tenía fama de ser gentuza, no, porque su imagen pública era impecable. Como buen senador con aspiraciones, se paseaba por todos lados dándole la mano a todo el mundo, aconsejaba en los negocios a todo el que le preguntaba y solía acertar porque no dejaba de controlar buena parte del mercado, y sus construcciones y prestamos desinteresados de esclavos para la elaboración de obra pública habían sido muy apreciados por una ciudad que casi se había olvidado su participación en la invasión de la ciudad unos años antes. Sin embargo, para cuando Craso es nombrado pretor y es casero de un tercio de Roma, el tipo más popular de la república es Pompeyo. Pompeyo es joven, Pompeyo es carismático y es el mejor general de la época, contando con montones de victorias que eclipsaban sus propios logros, con lo que cuando un grupo de esclavos deciden rebelarse, Craso ve clara su oportunidad de proteger sus inversiones -eso de que la gente busque la libertad es una idea muy infecciosa- y a la vez conseguir eclipsar a Pompeyo de una vez por todas. Y no, para nada fue la decisión un craso error.

La que se va a liar…

 

 

 

 

 

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