Como sigo descubriendo clásicos de la ciencia ficción que me había perdido hasta ahora, hoy quiero compartir otra de mis recientes lecturas que me ha encantado, La Balada de Beta-2 de Samuel R. Delany. Tras entusiasmarme con su Babel-17 y romperme la cabeza con Dhalgren, Delany se ha convertido en uno de mis escritores de ciencia ficción favoritos, por lo que no dude en lanzarme de cabeza a por esta obra suya que como me esperaba no me ha decepcionado en absoluto y me ha permitido encontrar un acercamiento al genero tan original e imaginativo como esperaba. Así que sin mas rodeos vamos a viajar hasta 1965 para descubrir que tiene de especial esta novela.
Joneny es un estudiante de antropología a quien su profesor ha encargado un trabajo de fin de carrera que no le interesa en absoluto, investigar el legado cultural del Pueblo Estelar y mas concretamente realizar un análisis histórico del elemento mas valioso de ese legado, la canción conocida como la Balada de Beta-2. Una canción creada por lo que se conoce como el Pueblo Estelar, los últimos supervivientes de una expedición de naves colonia que durante generaciones atravesaron el vacío estelar solo para encontrarse en su destino con que la humanidad había desarrollado nuevas tecnologías que les permitieron adelantarles y esperar su llegada. Pero pese a sus reticencias Joneny no tarda en descubrir que hay algo extraño en ese pueblo y su balada, algo que nadie se había molestado en investigar jamás y que quizás esconda un secreto que valga la pena sacar a la luz…
Este libro me atrajo, aparte de por admirar mucho el trabajo de Delany, por tocar un tema que siempre me ha fascinado y horrorizado a partes iguales, el de las naves colonia generacionales. Miles de personas “atrapadas” en una gigantesca nave espacial formando una sociedad cerrada sin posibilidad de salir de ella y conocedores de que jamás llegaran a ver su destino final, que eso sera algo que solo sus lejanos descendientes podrán hacer. El descubrir como una sociedad así evoluciona o degenera, como se enfrenta la tripulación al saber que su destino y el de buena parte de su descendencia se limitara a ser un eslabón de ese largo viaje sin conocer mas vida que esa es algo que me encanta /y como ya digo, también aterra) y que ha sido el eje de novelas que adoro como Efímeras de Kevin O’Donell (que tengo que releer y reseñar) Por eso me atrajo tanto esta novela, por ver como alguien como Delany, al que no se puede acusar de ser un autor convencional, trataría este tema.
Lo que nos ofrece aquí Delany es el destino final de ese largo viaje, como cuando las naves llegaron a su destino algunas habían sido destruidas, otras llegaron con toda su tripulación muerta en extrañas circunstancias y los supervivientes habían degenerado en una sociedad extremadamente cerrada y xenofoba que no querían contacto con nadie del exterior y cuyo lenguaje había evolucionado de una forma tal que resultaba casi incomprensible para el resto de la humanidad. Es a través de Joneny como descubrimos junto con el lo que realmente sucedió en ese viaje repleto de extraordinarias circunstancias y donde Delany juega con uno de sus elementos favoritos, el lenguaje.
Como profesor de ingles y de literatura comparada jugar con el lenguaje debe ser algo completamente natural para Delany, algo que ya me había encontrado en Babel-17 (publicado un año mas tarde que esta Balada de Beta-2), una novela en la que las posibilidades del lenguaje se convierten en un eje fundamental de la obra como sucede aquí. La primera toma de contacto de Joneny con la canción que da titulo al libro es casi de indiferencia, con una letra que no parece tener sentido, pero a medida que avanza su investigación va descubriendo elementos que le atraen como una polilla a la llama. La única investigación que se había realizado previamente sobre este pueblo y sus canciones había carecido de todo tipo de rigor profesional y estaba plagado de errores, muchos provocados por la extraña forma en la que había evolucionado el ingles que hablaba el pueblo estelar entre si tras generaciones en sus naves, convertido en algo casi poético repleto de eufemismos y dobles sentidos.
A medida que avanza la investigación de Joneny descubrimos junto con el lo que realmente sucedió en esas naves, como esas canciones son prácticamente un registro histórico de los misteriosos acontecimientos que tuvieron lugar a bordo de ellas y que Delany ha jugado de tal forma con el lector que nos ha contado al principio del libro todos los secretos del mismo pero proporcionándonos muy poco a poco las herramientas necesarias para descifrarlos, combinando de forma única elementos clásicos de la ciencia ficción con otros extraídos de la teología cristiana, dando como resultado un libro único. Todo esto consigue que las poco mas de ciento veinte paginas de las que consta esta cortísima novela se conviertan en algo adictivo y difícil de soltar hasta que descubrimos finalmente que ese pueblo extraño, a quienes todos habían ignorado durante décadas, tenían realmente mucho que contar pero que nadie se había molestado realmente en intentar entenderles.
Por cosas como esta Samuel R. Delany es uno de mis autores favoritos del genero. Se trata de alguien con una extraordinaria habilidad a la hora de enfocar de formas tremendamente refrescantes y originales lugares comunes del genero que que casi sesenta años después siguen resultando tremendamente actuales, algo que combinado con su increíble destreza jugando con el lenguaje y las posibilidades del mismo (no envidio a quienes hayan tenido que traducirle) le convierten en un escritor que destaca con luz propia. Un escritor a quien tenemos la suerte de contar aun entre nosotros y que sigue muy activo, habiendo publicado su ultimo libro (por ahora) este mismo año). Así que si alguien aun no conoce la obra de este escritor extraordinario este libro es una buena primera toma de contacto para descubrir una bibliografía fascinante ( Dhalgren mejor dejarlo para mas adelante que ese requiere de mucha paciencia y entusiasmo por su obra)