A mediados de 1986 en Marvel todo el mundo odiaba a Christopher Priest y, dejando de lado al todopoderoso Jim Shooter, probablemente el único amigo que le quedaba en el bullpen era Tom DeFalco, el guionista de Amazing Spider-Man. Y, efectivamente y para no variar, todo se fue a la mierda con Tom DeFalco.
Porque en aquel momento DeFalco era el editor ejecutivo de Marvel, el tipo que tenía su despacho a las puertas del mismísimo jefazo, y cuando Shooter tenía que hacer algo más importante, delegaba en DeFalco el encargarse de papeleos y demás, sin tener mucha consideración por su labor o si le estaba quitando tiempo para otros menesteres. Fuera por lo que fuera, DeFalco empezó a verse sobrepasado y sus entregas de Amazing se resintieron, por lo que Ron Frenz empezó a verse sin tiempo suficiente para dibujar cada número y empezó a requerir de constantes ayudas de última hora, dándole una inconsistencia gráfica a uno de los buques insignias de la editorial que se tornó completamente intolerable para Jim Shooter, que asomó su mole por el despacho de Priest exigiendo una solución. No queriendo perder un tandem creativo que perfectamente podía volver a funcionar, Priest ideó con Shooter una solución de compromiso; darle a DeFalco y Frenz una nueva serie, Sensational Spider-Man, en la que contarían con una periodicidad más relajada, probablemente con mejor papel y más prestigio. A Shooter la idea le pareció bien, por lo que Priest procedió a ponerla en práctica… Y así es como todo se vino abajo.
Cuenta la leyenda (falsa, ésa no fue la razón) que Christopher Priest fue despedido de Spiderman porque gracias a una desafortunadísima historia sobre el IRA de David Michelinie en Web of Spider-Man, la editorial recibió un aviso de bomba y tuvieron que evacuar todo el edificio, pero la realidad es que fue despedido por echar a Tom DeFalco, su propio jefe. Y es que cuando Priest procedió a contarle su plan sobre Sensational Spider-Man, el tono paternal de viejo editor del guionista se transformó en una máscara de ira que le preguntaba completamente fuera de sí cómo podía estar echándole de Amazing, convencido de que aquel pelele de Jim Shooter estaba siendo la voz de su amo en un complot para librarse de él. Siempre según Priest, Frenz no se lo tomó mucho mejor -¡aquel niñato les estaba bajando a segunda división!- pero la mejor reacción sería la de Shooter, que apareció en su puerta completamente confundido y le preguntó «¿Cómo has podido hacerlo? ¡Ni se me ocurrió que fueras a atreverte!»
Y así es como Christopher Priest dejó de editar a Spiderman. No hubo un despido directo, simplemente Marvel le ofreció a Priest un contrato de exclusividad como guionista que le hacía ganar desde casa mucho más dinero del que estaba ganando como editor; alguien -probablemente Shooter- se había dado cuenta de que tras lo de DeFalco al chaval ya no le quedaban amigos en el bullpen y que lo mejor que podía hacer era alejarlo de allí, y dado que Amazing acababa de quedarse sin guionista justo con el arranque de la Guerra de Bandas y con la identidad secreta del Duende todavía coleando, Priest se encargaría de escribir los diálogos y los guiones de los meses siguientes hasta que el nuevo editor, Jim Salicrup, encontrara un sustituto fijo.
Las resoluciones de todas aquellas tramas que no solo venían de los tiempos de DeFalco, si no hasta de los de su antecesor Roger Stern -que tampoco se había marchado de la serie en muy buenos términos- y en cierto modo de su predecesor Denny O’Neil cinco años antes, fueron resueltas de forma bastante chapucera para horror de Priest, coronándose el esperpento cuando Salicrup colocó como guionista definitivo de Amazing a David Michelinie, cuya primera historia fue la de juntar en santo matrimonio a Peter Parker y Mary Jane Watson «porque Stan Lee los había casado en la tira de prensa». Había nacido una nueva era, pronto no tardarían en recuperar a Gerry Conway de las garras del enemigo (la caída de Shooter justo en aquel momento hizo milagros para la reconciliación con los exiliados en la Distinguida Competencia) y un tal Todd McFarlane llegaría justo poco antes del número 300, aprovechando la burbuja especulativa en toda su dimensión y dándole al nuevo editor jefe de Marvel, Tom DeFalco, su primer gran pelotazo de ventas.
Pero dentro de tanto desastre y melodrama editorial, ¿cuáles fueron los logros de Priest como editor? Desde luego no pueden atribuírsele los de DeFalco y Frenz, ya que Priest afirma sin ningún reparo que hasta el momento crítico los dejó completamente a su aire -aunque sobre eso ya hablaremos la semana que viene- con lo que tendremos que conformarnos con su labor en Peter Parker y Web of Spider-Man, serie esta última en la que, como decíamos, tras alienar a su antecesor Fingeroth en unos pocos meses, acabó colocando a David Michelinie que, tras ocho caóticos meses de baile de dibujantes y números de relleno -a cargo de autores como, entre otros y como no podía faltar, el incombustible Peter David- acabaría formando equipo titular de la serie junto a Marc Silvestri, junto al que ya había trabajado unos meses antes en la novela gráfica de La Venganza del Monolito Viviente.
En el entintado estaría un Kyle Baker que le daba un «carácter distinto» al de Silvestri, aunque no tanto como el de Vinnie Colletta en el número siguiente. Lo cierto es que Baker sacaba algo «raro» de Silvestri, lo convertía en un dibujante más basado en la mancha, menos convencional pero seguramente menos fiel al lápiz como si lo sería posteriormente Dan Green. El caso es que tanto Michelinie como Silvestri permanecerían juntos hasta el final de la etapa Priest, presentando las historias «periodísticas» a las que se achacaría la ya mencionada amenaza de bomba del IRA en una etapa en la que destacaba como su «sidekick» un personaje nacido en el Caballero Luna, Joy Mercado. A Priest le había costado lo suyo, pero lo cierto es que Web empezaba a parecer una serie «suya», y fue en ella donde se contó la historia que supuestamente enterraba para siempre el traje clásico de Spiderman, al ser destruido definitivamente durante la pelea contra el supervillano de Iron Man Magma. «El fín del traje rojo», decía la portada, y prometía exactamente eso, el fin. Y un cuerno, porque tras el despido de Priest Salicrup recuperó el traje rojo en menos de un año y el desterrado para siempre fue el negro; había que volver a poner todas las cosas en su sitio, y tras el ascenso de Tom DeFalco cualquier creación de Jim Shooter tenía las horas contadas, trajes realizados a imitación de simbiontes alienígenas incluídos.
El resto de la etapa Michelinie/Silvestri viene plagado de creaciones entrañables como Humbug/El Entomólogo -que a mí personalmente me hacía gracia- y horrores que jamás debieron existir como Solo, que curiosamente debutó en el mismo número que el pobre Entomólogo. Por lo demás, el equipo de Michelinie junto a Silvestri se iría diluyendo durante los primeros meses de Salicrup, hasta el punto de que Silvestri acabaría pasando a dibujar Uncanny X-Men -tras pasar por el Avengers VS X-Men de Roger Stern, aunque esa historia ya la hemos contado- y Michelinie pues lo dicho, que Salicrup le acabaría colocando en Amazing junto a Todd McFarlane y los dos llevarían a su conclusión una vieja trama de Web of Spider-Man de un misterioso atacante que capaz de evadir el sentido arácnido de Spiderman, Veneno.
Curiosamente, toda la historia de Eddie Brock tendría que ver a su vez con la etapa de Priest, al basar Michelinie toda la inquina de Brock en la historia del Comepecados, escrita por Peter David bajo órdenes directas del propio Christopher Priest. Aun así y antes de meternos en harina con «The All New, All Daring Peter Parker, The Spectacular Spider-Man», creo que es importante detenernos un momento y mirar todos estos hechos desde otro punto de vista, el de aquellos que le hicieron la vida imposible a Christopher Priest, el de los «malos» de esta historia, el de tipos como Ron Frenz que no le perdonó un comentario inocente, su pupilo sobreexplotado Peter David o Jim Shooter, aquel mentor que lo dejó solo ante el peligro. La semana que viene veremos su versión de los hechos y… No, no me dejo a nadie. A absolutamente a nadie.
Que no.
Que no hay nadie más.
Ugh.
Sí, también veremos la versión de Tom DeFalco.
Os odio.