Lo habíamos dejado la semana pasada a finales de los 60 con la televisión repleta de superhéroes originales y adaptados, con un horizonte en el que se entreveía la Liga de la Justicia… Y entonces apareció Peggy Charren.
Lo triste de esta serie de dibujos es que cuarenta años después Joe Quesada intentó vendérnosla otra vez como «motion comics».
Antes de que alguno se embale, hay que dejar claro que Peggy Charren no era precisamente Frederic Wertham, a pesar de que sus actos y obras pudieran percibirse como una censura que mandó al traste unas cuantas series -y empleos- de la época. Charren era un ama de casa de Boston que trataba de hacer un mundo mejor para la chavalería, y por eso decidió que si la televisión era un servicio público -que lo era, porque según la ley estadounidense de comunicaciones de 1934 los canales de radio y televisión estaban obligados a servir el interés general a cambio del espacio del espectro electromagnético que ocupaban- la función de la programación infantil no debía ser solo la de entretener, si no también la de educar. Lo que es más importante -y como ya hemos visto en casos como el de Underdog- los programas infantiles no debían de ser publicidad encubierta, creada para vender cereales, muñequitos y demás, debían tener un contenido de interés general, que mejorara la sociedad y todo eso. Volcada en esa idea, Charren empezaría a movilizar asociaciones de padres hasta crear la Action for Children’s Television -Plataforma por la Televisión Infantil- una asociación de protección de la infancia cuya presencia se hizo notar de forma demoledora en la nueva década que estaba por venir…
Éstos eran los dibujos animados que eran demasiado violentos para la ACT.
Porque aunque la ACT evolucionaría con los años para centrarse en la lucha contra los anuncios encubiertos de comida basura o juguetes infames como Masters of the Universe, Transformers o GIJoe -lucha que perderían gracias a la administración Reagan, que de forma bien corrupta consideró que la televisión infantil debería venir «regulada por el mercado» y no por los valores educativos- en sus primeros años estaba bien preocupada por la violencia de programas como Fantastic Four -¡CANALLAS!- Space Ghost, Birdman o The Herculoids, por lo que presionaron hasta conseguir que todas estas series de aventuras fueran retiradas de la parrilla y reemplazadas por programas más educativos como Mister Rodgers, Sesame Street o con una violencia claramente más «humorística» como la de Scooby Doo, aunque dicha serie de por sí ya anduviera en la cuerda floja porque eso de asustar a los chavales está muy feo.
Una orgía de muerte y destrucción, ¡si hasta tiene explosiones!
Y así es como en los 70 la televisión infantil norteamericana -y de parte del extranjero- se llenó de programas educativos y La Liga de la Justicia acabó transformada en los Superamigos, los villanos se volvieron más idiotas de lo que habían sido en los 60 -que ya es decir- y, aunque se limitó muchísimo tanto la publicidad directa como la encubierta, ya digo que con la llegada de Reagan al poder la violencia y los programas vendecosas volvieron con más fuerza que nunca; y es que daba igual que HeMan te diera consejos de como cruzar la calle si a la vez convertía a los chavales en esclavos del capitalismo que demandaban a sus padres el último pedazo de plástico recoloreado. Aun así la presencia de la ACT se hizo notar con toda su fuerza durante la década de los 70, y así es como las productoras de animación se la cogieron con papel de fumar -ya se sabe que la autocensura es lo peor- y no sería hasta 1974 que veríamos aparecer un nuevo superhéroe original que, para más inri, trataba de aprovechar el tirón del cine de artes marciales que había traído el éxito de Bruce Lee: Hong Kong Phooey.
¿Dónde estaba la ACT cuando se estereotipaba a minorías y se retrataba a los trabajadores de mantenimiento como medio idiotas? ¿Eh, EH?
Hong Kong Phooey es una serie curiosa, porque sigue perfectamente el estilo de sus antecesoras de HB introduciéndonos un perro técnico de limpieza un tanto atontao -los «animalitos divertidos» pasaban mejor la censura- que aprende artes marciales gracias a un curso por correspondencia y se lanza a combatir el crimen… Con desastrosos resultados, logrando salvar el día solo gracias a un gato más vago que Garfield pero que siempre hace lo adecuado en el momento apropiado. Más comedia que una serie de aventuras, Hong Kong Phooey solo duró una temporada que, como todas las series de Hanna Barbera, fue repetida hasta la saciedad. Más éxito tuvieron Dynomutt (1976) con dos temporadas -en un contenedor junto a Scooby Doo en el que el tal Dynomutt era el perro robótico de un superhéroe llamado Blue Falcon excesivamente deudor del Batman de Adam West- o Captain Caveman and the Teen Angels (1977), serie de superhéroes encubierta como parodia de Los Ángeles de Charlie que ponía en el centro a un hombre prehistórico descongelado al más puro estilo Capitán América; y es que esto apesta a que la serie fue vendida a los ejecutivos como parodia de los Ángeles de Charlie pero que en realidad los guionistas de HB querían hacer la serie del Capitán Cavernícola… Con toda la razón del mundo, porque la serie tuvo tres temporadas y hasta años después fue recuperada como «Captain Caveman & Son», sin llegar a enseñar a la madre del churumbel (aunque lo mismo era una de las Teen Angels, vete a saber).
GAÑÁN: The Animated Series.
Y mientras Hanna Barbera trataba de balbucear superhéroes, Filmation había estado explotando licencias de DC como si no hubiera un mañana, haciéndolas «digeribles» para el nuevo orden sin caer en la salida fácil que había tomado Hanna Barbera al transformarlas en comedias ligeras. Así y con la experiencia de las adaptaciones de DC y series como Tarzán o la versión animada de Star Trek, en 1977 Filmation vuelve a la carga con Space Sentinels/Young Sentinels (originalmente era Young Sentinels, pero se la renombró porque de por medio pasó cierta película de George Lucas), en el que unos extraterrestres le dan poderes a tres humanos sacados de distintas épocas y culturas para que defiendan su planeta y aledaños contra todas las amenazas posibles; la serie destaca desde el momento en el que los protagonistas son un asiático (Mercury), una mujer negra (Astrea) y un blanco (Hercules) que son guiados por una inteligencia artificial, algo totalmente inédito en EEUU… Que podríamos considerar una suerte de precedente directo de los Power Rangers, si no fuera porque Japón se adelantó con el género cinco años antes con Science Ninja Team Gatchaman, más conocido por EEUU como Battle of the Planets y en España como el Comando G, desencadenando la fiebre Sentai en Japón que traería poco después Himitsu Sentai Gorenger, en la que los personajes ya tenían el paquete completo al contar con superpoderes.
Para mí esto son los Power Rangers, oye.
Un año más tarde, en 1978, Filmation también seguiría con el género con el contenedor Tarzan/Batman and The Superseven, en el cual se mezclaban personajes licenciados de DC con otros de creación propia; entre las series de Tarzan, Batman o Isis -la de Black Adam, sí- teníamos Manta and Moray (dos superhéroes submarinos a lo Aquaman), Superstretch and Microwoman (dos superhéroes negros luciendo un afro glorioso, con poderes pero sin traje) y Web Woman, que seguramente sea el más infame de todos ellos… Porque su nombre original iba a ser Spider Woman. Sí, es ésa serie, la que forzó la mano de Marvel obligándola a crear un personaje llamado Spider-Woman para evitar que Filmation les levantara una marca excesivamente parecida a Spiderman. Web Woman era una curiosa mezcla entre Spiderman y Green Lantern, porque consigue sus poderes al ayudar a un alienígena (Scarab) que la recompensa con un anillo capaz de otorgarle todos los poderes del reino de los insectos. Contará con la ayuda del susodicho Scarab -que se comunica con ella a través de una bola gigante de su «batcueva»- y Spinner, una especie de perro/rata un tanto cretino que viene a ser un precedente de Alf y éso sería insultar a Alf, si es que eso es posible. Por lo demás, la carrera superhéroica de Filmation se diluirá una vez ya entrados los 80 con la paródica Hero High, ya en comproducción con DC para la hora de Shazam, que venía a ser un sucesor con poca suerte de Batman &B The Superseven.
Marvel dirá lo que quiera, ¡pero por lo menos Web Woman no era de HYDRA ni una apestosa skrull!
Pero como decíamos más arriba, con la llegada de los años ochenta se abrieron las puertas del infierno. El nuevo director de la Comisión Federal de Comunicaciones, Mark S Fowler, en vez de velar por que se cumplieran las regulaciones sobre la televisión las desreguló por completo, iniciando una polémica administración en la que los canales privados de EEUU pasaron a tener vía libre para hacer cualquier cosa que les apeteciera con tal de ganar audiencia, colocar los bloques publicitarios más indecentes y dejar a los niños, ay los pobres niños, rodeados de anuncios de juguetes y comida basura encubiertos como series de animación. Por supuesto, cuando Fowler dejó la comisión a finales de los 80, consiguió un bonito puesto en el sector privado de las telecomunicaciones, curiosamente en una empresa que acababa de lograr la concesión de una franja del espectro electromagnético que gestionaba la propia Comisión Federal de Comunicaciones, pero supongo que aquello fue una simple coincidencia.