Mi primer contacto con el Caballero Luna fue lamentable. No tan lamentable como podría haber sido -leyendo el de los 90 o alguno que me guardo para luego- pero sí que fue lamentable porque la historia traicionaba completamente la idea del personaje que tenía Doug Moench y el Caballero Luna ni siquiera era el Caballero Luna, porque en realidad era Konshu. Pero qué se le va a hacer, ¡éste es el mundo de Steve Englehart y nosotros solo vivimos en él!
En su día, el señor Mhulargo ya hizo su extensísimo repaso a esta historia, por lo que durante años yo me he abstenido de hablar de ella… Pero es que si vamos a repasar los cómics que nos marcaron del Caballero Luna y no me dejan hablar de Sienkiewicz -que vale, ya hablé de sus Nuevos Mutantes, puedo cortarme- tendré que hablar de Englehart y Milgrom en lo que por aquel entonces eran conocidos como Los Nuevos Vengadores, aquellos que se inventó Roger Stern para cinco minutos y Marvel convirtió a traición en una serie regular. La serie, bautizada originalmente como West Coast Avengers -lo que debería haber sido traducido por aquí como «Vengadores Portugal» o «Vengadores Finisterre Pabajo»- apareció en verano de 1985 y vino a arrancar el género de la comedia de superhéroes dos años antes de la Justice League de Giffen/DeMatteis/Maguire, con desiguales resultados; allí donde en la Liga teníamos que la comedia surgía de los choques entre personalidades, en Englehart surgía de las situaciones, y se buscaba una comedia más clásica, más… Infantil.
Así, uno de los primeros gags de la serie está en una escena en la que el Hombre Maravilla sobrevuela el mar con Tigra en brazos, con lo que la moza, al ser felina, está asustadísima ante la perspectiva de caer al agua y, después de varias viñetas en las que está a punto de caer pero no, finalmente cae. Es un clásico de la comedia que viene de los tiempos de Buster Keaton y demás clásicos del cine mudo, pero no acaba de funcionar porque el ritmo no acaba de funcionar. Y ése es el problema de esta etapa, ya fuera porque Milgrom estaba a mil cosas a la vez o porque realmente para Englehart era un primer contacto con un género distinto -así de memoria lo más parecido que le recuerdo es su Joker en Batman con Marshall Rogers, y la comedia funcionaba bastante mejor- no me parece que la serie acabe de funcionar, y tampoco ayuda que tuviera que compartir estantería con los Vengadores de Roger Stern y John Buscema dando lección tras lección de cómo se hace un cómic de superhéroes. Pero estábamos hablando del Caballero Luna…
En el número diecisiete de la serie empezaba «Perdidos en el Espaciotiempo», la susodicha saga que M’Rabo repasó de forma tan concienzuda -menos mal que no llegó a los dos post por cada número de La Visión y la Bruja, que estiró aquello lo que no está escrito- y en la que una parte del grupo, perdido en los tiempos de Rama-Tut, entra en contacto con Konshu. Que yo no sabía nada de Konshu ni del Caballero Luna, con lo que para mí Konshu era tan real como Odín o Thor, pero hay que decir que Englehart en el cómic en el que pone en contacto a Konshu con Ojo de Halcón es lo suficientemente ambiguo como para que Clint no sepa si su conversación con el dios de la Luna ha sido un sueño o una realidad… Para acto seguido dejarse de sutilezas y dejarnos claro que su inspiración es más Zelenetz que Moench mostrándonos una escena en la que Konshu contacta directamente con el Caballero Luna en una visión y lo manda a Los Ángeles. Y lo manda allí para hacer de recadero, porque tiene que avisar a Hank Pym de que hay un mensaje de Ojo de Halcón en la biblia centenaria de La Espirita (si queréis una explicación os leéis los cómics o los posts de M’Rabo, que si no esto va a quedar demasiado largo) personaje que aquí Forum con buen tino la tradujo como Espíritu a secas dejando claro que el nombre era una mierda para un personaje que también era una mierda, para qué nos vamos a engañar.
El Caballero Luna de estos cómics se une a los Vengadores a regañadientes, porque se lo ordena el propio Konshu que para entonces está alojado en su cabeza y no para de hablarle directamente (de ahi que diga que Englehart se inspira en el sustituto en Moon Knight de Doug Moench, Alan Zelenetz). Siempre encapuchado y apartado de los demás, se mantiene como Vengador «de prueba» por una temporada larga y habla de que su destino es ser un vengador «porque Konshu es el dios de la venganza» pero más allá de pegarse con Cornelius Van Lunt por su cuenta no llega a tomar mucho protagonismo en la serie. Tiene una relación con Tigra que es la cosa más superficial del mundo, porque ella parece que solo quiere rollo, Marc se vuelve un tanto posesivo y en principio Konshu no la ve para él porque «está orientada al sol». Finalmente y en el número 33, el Caballero Luna es declarado vigesimo cuarto vengador y la cosa le dura poco porque el grupo se parte en dos cuando Ojo de Halcón descubre que su amante esposa Pájaro Burlón -la mejor traducción del mundo, copón- mató al Jinete Fantasma del siglo XIX, con lo que en el grupo se produce un cisma entre los que apoyan su venganza y los que no, y Konshu decide irse con Bobbi y Tigra… Y sí, he dicho Konshu y no el Caballero Luna, porque ésa es otra que lía Englehart; en el número anterior el dios decide echar una canita al aire y hacerse con el control de su Puño, enrollándose con Tigra (que debió de cambiar de opinión sobre ella) y malmetiendo en los Vengadores para que se pongan a matar gente y eso.
Como a Mockingbird la sigue acosando el fantasma del Phantom Rider de las narices, el trío se pasa una buena temporada buscando una solución al asunto y la cosa acaba terminando en el número 41 de la serie, con Daimon Hellstrom montando un exorcismo en el que obliga a Konshu a salir del cuerpo de Marc Spector y la explicación del Dios de la Venganza por haber traicionado de semejante forma la confianza de su pupilo es poco menos que verngonzosa, «los dioses somos egoistas y celosos, me apropié de tu carne y mente para experimentar aquello que jamás había sentido, el beneficio fue mio y el precio lo pagaste tú. Ahora debo de volver a mi planeta porque Tom DeFalco la ha liado en Thor y tengo que pegarme con Set, así que tú a tu casa a otras cosas.» Vale, ésa última frase tal cual no la dijo, pero se entiende.
Marc, en vez de cabrearse y mandar a Konshu y a la luna al cuerno, se queda todo confuso y decide plantar a Tigra -mayormente el que «la experimentó» fue Konshu- y a los Vengadores, porque el que quería ser vengador era el dichoso dios de la venganza. Una etapa curiosa del personaje que, aparte de resolverse de manera demasiado apresurada y chapucera porque venía John Byrne y no quería a Marc ni en pintura, me dió una imagen completamente distorsionada del mismo porque ni siquiera era él mismo si no Konshu. Y claro, eso hizo que le pillara un pelín de manía al personaje porque lo ví más como el títere de un manipulador que otra cosa; al final no dejaba de ser un impostor que se había colado entre los Vengadores en una etapa que, si bien los lectores la recuerdan con cierto cariño, ni es el mejor momento de Englehart ni tampoco el de los Vengadores; desengañemonos, lo bueno de Englehart en aquellos años lo estaba haciendo en Silver Surfer con Marshall Rogers…