El Juez Dredd es uno de esos escasos personajes del cómic a quien se le ha permitido envejecer al mismo ritmo que el mundo real (aunque con todos los avances científicos de Mega-City One a su disposición para seguir en plena forma). Una peculiaridad a la que se le suma que durante esos cuarenta y cinco años de historia John Wagner, uno de sus creadores, ha sido una presencia fundamental y constante, aunque intermitente, en sus historias. Esta combinación ha permitido que el personaje evolucione de una forma gradual y muy natural, y que aunque sea en muchos aspectos muy diferente de aquel que apareció por primera vez en el segundo numero de 2000 A.D., el personaje siga siendo muy fiel si mismo. Y para ello un gran ejemplo es la historia de la que quiero hablar hoy, “Bury My Knee at Wounded Heart”, a cargo de John Wagner y Pete Doherty y publicada por primera vez en el numero 46 del vol2 de Judge Dredd Megazine en 1994, en la que el propio Dredd tuvo que reconocer que a veces la ley también se equivocaba…
Incluso quienes no hayan leído en profundidad las historias de Dredd (algo que por supuesto recomiendo profusamente) conocerán al personaje al menos de forma superficial, el implacable brazo armado de la ley del futuro para quien la ley es sagrada y que ha combinado a la perfección la ciencia ficción mas gamberra y la acción mas extrema con la sátira política y social. Pero lo que ha permitido al personaje convertirse en el mas popular y duradero de 2000 A.D. es la habilidad que han tenido buena parte de sus responsables de actualizarle con el paso del tiempo, evitando que se convirtiese en una caricatura trasnochada del fascismo. Aunque esto es algo que ha provocado algún encontronazo que otro, el mas famoso sin duda el que provoco la ruptura del equipo creativo formado por John Wagner y Alan Grant, ya que mientras que el primero quería que el personaje evolucionase, el segundo quería llevar el aspecto satírico y caricaturesco del personaje al extremo. Una diferencia de opiniones que aunque fue un bache en su colaboración no les ha impedido seguir siendo amigos y seguir colaborando puntualmente de vez en cuando.
Pero aunque para muchos el enfoque buscado por Wagner puede no ser el mas adecuado (yo personalmente estoy encantado con la decisión de Wagner), la forma en la que el y otros creadores lo han hecho, siendo consecuentes con lo que es el personaje y el mundo que le rodea, argumentando bien cada pequeño cambio y especialmente tomándose su tiempo para que ese cambio fuese gradual y orgánico, han hecho del personaje algo mucho mas interesante. Dredd es alguien que literalmente ha sido creado en un laboratorio para ser el brazo ejecutor de la ley, y que como el resto de sus compañeros ha sido adoctrinado en esa ley desde su artificial infancia y no se le ha permitido apenas tener una vida fuera de ella. Pero aunque sea un clon sin infancia a quien no le han dado la opción de ser otra cosa mas que un Juez, Dredd sigue siendo humano muy en el fondo, todo lo que le rodea le afecta y le influya, no es un ser monolítico ajeno a todo menos humano que esos robots que tanto detesta, aunque a veces lo parezca.
Y lo que ha permitido evolucionar a Dredd de forma gradual han sido una serie de historias que siempre han ido orientadas en la misma dirección, conseguir que este se cuestione algo que siempre había sido para el sagrado e intocable, la Ley. Historias como “John Cassavetes Is Dead” de Alan Grant y Colin Macneil, “A Letter to Judge Dredd” de John Wagner y Will Simpson, “Origins” de John Wagner y Carlos Ezquerra o la que hoy nos ocupa “Bury My Knee at Wounded Heart” de John Wagner y Pete Doherty, han hecho que Dredd se de de bruces de una forma u otra con una realidad que no le gusta nada y que le cuesta reconocer, que esa ley que tanto reverencia no es justa, y si no es justa no siente ya la firmeza para hacerla cumplir al pie de la letra. Y lo grande de esto es que pese a todo Dredd sigue siendo lo que ha sido siempre, un fascista inflexible en una ciudad estado sin autentica libertad para sus ciudadanos. De esta forma la faceta de Dredd como critica social sigue intacta, solo que en estas ocasiones con una orientación mas alejado de la sátira y mas cercana al drama.
Y esta historia comienza de una forma inauditamente pacifica para Mega-City One aunque trágica. La señora Knee ha fallecido mientras dormía a los ciento veintidós años de edad, dejando atrás a su desolado esposo Alexei con quien había estado casada desde hacia noventa y un años, en la época anterior a las guerras atómicas y el gobierno de los Jueces. Pero tras contactar con los servicios funerarios el señor Knee se lleva la desagradable sorpresa de que el cadáver de su esposa sera enviado al centro Resyk mas cercano, centros en los que los cadáveres de los ciudadanos son descuartizados para aprovechar hasta el ultimo elemento, desde órganos para trasplantes a reducirlos a nutrientes con los que elaborar alimentos (si, es canibalismo)
Un destino horrible que Knee no quiere para su esposa y que como el encargado de la funeraria le recuerda puede evitar si le paga su tarifa para liberar el cadáver, ya que al morir pasa a ser propiedad de la ciudad, mas lo que le cueste una plaza en un cementerio, pero incluso el mas barato de ellos esta fuera de su alcance económico. Porque como sucede demasiado a menudo en el mundo real, las cosas y las leyes son muy diferentes dependiendo de cuanto dinero tengas.
Decidido a conseguir que su esposa sea enterrada como era su deseo, Knee aprovecha el plazo de tiempo que le han concedido para despedirse de ella y alquila un pequeño robot con el que colarse en el exclusivo cementerio “Wounded Heart” y enterrar el cadáver de su esposa en la tumba de otra persona, para que pueda descansar en paz aunque sea de forma anónima. Pero siendo la ciudad como es salta una alarma silenciosa que alerta al Departamento de Justicia, siendo Dredd quien responde, no costándole mucho reducir al anciano señor Knee pese a que este trata futilmente de oponer resistencia.
Knee trata de defender su caso ante Dredd, que lo único que quiere es conserva la dignidad de su esposa. Pero ante el esperado argumento de Dredd de que la ley es la ley y que hay que obedecerla, la respuesta de Knee le deja casi mas desarmado que los ataques de los Jueces Oscuros o los Sovs, ¿Como es justo que exista una ley para los ricos y otra para los pobres? ¿Que clase de justicia es esa?, consiguiendo que Dredd no sea capaz ni de mirarle a la cara cuando se disculpa y se excusa escudandose en su deber.
Pero las palabras de Knee han debido resonar en Dredd, ya que cuando le permite acudir al centro Resyk a despedirse de su esposa antes de ser despedazada, sin ser capaz aun de mirar hacia ese pobre anciano destrozado, ese pequeño resquicio de humanidad que ni años de adoctrinamiento han podido apagar, le impulsan a ordenar detener la cinta transportadora y enviar el cadáver de la señora Knee al cementerio para ser enterrada allí, dejando bien claro que si alguien tiene un problema con eso que le pidan explicaciones a el (si se atreven, le ha faltado añadir)
Knee no se acaba de creer lo que ha sucedido y menos la respuesta de Dredd, que incluso ellos a veces se equivocan. Pero la genialidad de Wagner en esta historia la encontramos en el giro final, porque si, Dredd se ha encontrado en otro de esos momentos en los que no le queda mas remedio que reconocer que la ley no es justa y que lo realmente justo es precisamente ignorarla un poco. Pero pese a ello Dredd sigue siendo Dredd, y el señor Knee se ha saltado unas cuantas leyes aunque fuese con un propósito justo, y por eso para su sorpresa se encuentra con que Dredd le arresta igualmente para que cumpla sentencia.
Pero no podemos olvidar el enorme trabajo realizado aquí por Pete Doherty. Sin la naturalidad y la expresividad que este le da a sus personajes, el dolor y la determinación del señor Knee o la frialdad e indiferencia, casi desprecio, del empleado de los servicios fúnebres, no se transmitirían de la misma forma. Y esto es especialmente notable en la forma en la que maneja a Dredd, un personaje de por si poco expresivo pero que a través de pequeños gestos consigue que sintamos su vergüenza darse cuenta de que no esta haciendo lo correcto, ocultando Doherty el rostro de este en las sombras, como si Dredd tratase de ocultar dicha vergüenza o cuando esta se vuelve mas fuerte que su lealtad fanática hacia la ley y la deja salir en un estallido de rabia contra ese sistema injusto. Pero también es destacable esos momentos en los que nos representa a Knee y a su difunta esposa como seres minúsculos y frágiles ante esa sociedad opresiva en la que la empatia brilla por su ausencia.
Estas contradicciones tan humanas son los que hacen grande esta evolución que ha sufrido el personaje a lo largo de sus cuarenta y cinco años de existencia. Porque Dredd sigue siendo ese Juez Inflexible convencido de que la sociedad necesita una mano dura y unas leyes que les enderecen, pero no es ya un fanático que sigue la ley al pie de la letra cuando esa ley no es autentica justicia. Por eso con el paso de los años hemos visto a Dredd convertido en defensor de los derechos de los mutantes (una ley que discrimina a sus ciudadanos por como han nacido no puede ser justa) o abrir la mano hacia el movimiento democrático (cree que están equivocados pero no ve que hay de malo en que protesten pacíficamente). Algo que resulta un poco estremecedor cuando pensamos que un brutal y bastante inflexible fascista como el Juez Dredd es mas justo que muchos de los políticos que nos toca sufrir en el mundo real…