Admitámoslo, antes de James Gunn Peacemaker era un cero a la izquierda. Ya su primera aparición en la Charlton fue breve (unos cinco números, luego ya lo cancelaron) y tras la compra de la editorial por parte de DC, lo más parecido a un momento de gloria fue una miniserie de Paul Kupperberg en la que el personaje ya fue puesto patas arriba sin tener mucho que ver con su encarnación original. Y a partir de ahí la imagen del personaje ha sido la de Kupperberg como si el personaje hubiera sido creado por él mismo.
Distintas encarnaciones con orígenes diferentes, reinicios del personaje constantes… Absolutamente nadie era fan de Christopher Smith y más bien caía a mal a todo el mundo, sobre todo los fans del Vigilante; en su primera aparición postcrisis (y sí, ya con Kupperberg) Peacemaker mató al sucesor de Adrian Chase porque «le había tocado un brazo», para un par de números después desenmascarar al propio Adrian Chase delante de las cámaras de televisión. Esto, que en otro contexto sería la mar de grave, en este caso fue peor todavía porque el pobre Adrian había estado intentando cuidar su salud mental y dejar lo de matar gente, pero al ser desenmascarado se vio forzado a dejar su identidad civil y continuar con la espiral descendente que lo llevaría a meterse una pistola en la boca y apretar el gatillo mientras el bueno de Peacemaker se fue a seguir hablando solo a la miniserie de Kupperberg (que en aquel momento también era el guionista de Vigilante) y a convertirse en un habitual de Checkmate, también del mismo guionista hasta su cancelación en 1991.
Y hasta ahí llegan los cinco minutos de gloria de Peacemaker, porque después de Kupperberg el único que se acuerda del personaje es Robert Lauren Flemming y es para matarlo en la serie de Eclipso, en una escena peculiar en la que muere discutiendo con el fantasma de su padre -un capataz nazi de un campo de concentración, no sé si lo había comentado antes- mientras pilotaba un helicóptero que es reventado por un escuadrón de tanques. En fin, un final adecuado para un personaje que más allá de Kupperberg no tenía mucho recorrido, a pesar de que a posteriori apareciera puntualmente en El Día del Juicio para echar un cable en la transformación de Hal Jordan en el personaje que siempre debió ser, El Espectro.
Por eso digo que nadie era fan de Peacemaker, y menos todavía por estos lares teniendo en cuenta lo poco que se publicó del personaje en castellano. Para muchos, Peacemaker era simple y llanamente un tipo que asomaba un rato en Crisis en Tierras Infinitas -uno entre tantísimos, que ahí salía todo el mundo- y un poco en el episodio de Charlton de Multiversity, acercándose más a la interpretación del personaje como otro asesino a sueldo de las cloacas del estado en el que supuestamente se inspiró Alan Moore para El Comediante de Watchmen. James Gunn recupera al personaje para The Suicide Squad como la carne de cañón que es y, aunque en un principio le quita las partes más escabrosas -lo de hablar con los fantasmas de todas sus víctimas y su padre nazi- mantiene su eslogan de «amar tanto la paz que mata por ella» y coloca en el papel a un John Cena que en todo momento le da al personaje un aire la mar de perturbador. Y con esos mimbres llegamos a la serie de TV de Peacemaker…
Y es una serie pedestre, más sobre los personajes que sobre las grandes conspiraciones (que las hay). En el trabajo de Gunn hay una obsesión constante por el retrato de personajes a través de sus acciones y entorno, pero al ser una serie de televisión y disponer de mucho más tiempo, en Peacemaker el trabajo es mucho más grupal y la caracterización se crea sobre todo por la fricción entre personajes, pasando de unos primeros episodios más tranquilos con escenas más individualizadas a un tramo final en el que interactúan constantemente y cambian en gran parte por las influencias externas. Volvemos otra vez al grupo de inadaptados que se juntan con un objetivo y acaban siendo algo más, pero esta vez el resultado es más parecido a Guardianes de la Galaxia y menos a Escuadrón Suicida, donde las relaciones eran más puntuales (o más bien Ratcatcher siendo amiga de casi todos y Harley Quinn siendo Harley Quinn). Peacemaker por su parte no es tanto un lienzo en blanco que Gunn se inventa por completo como una puesta al día del personaje de Kupperberg -que no al que originalmente crearon Joe Gill y Pat Boyette para Charlton- actualizando los orígenes fascistas de su padre y explorando las motivaciones del personaje que, en última instancia y a pesar de lo coral de la serie, sigue siendo el protagonista. Y dicho esto, spoilers.
Probablemente la escena que mejor resume toda la serie es esa en del último capítulo en la que John Economos le cuenta por qué se tiñe los pelos de la barba. Los miedos John por ser aceptado son comunes para todos los personajes de la serie, que usan distintos mecanismos de defensa para no abrirse, para cerrarse y no llegar a ser quienes deben ser, y por eso una confesión que en cualquier otro contexto habría recibido la risa del espectador porque habitualmente ese tipo de personajes son usados como saco de golpes narrativo para que el espectador se ría, nos provoca lástima, nos provoca empatía. Ha sido un trabajo a lo largo de toda la serie, de mostrarnos personajes hostiles que se van abriendo poco a poco, que tienen miedo de salir fuera, y por eso indigna la respuesta del alienígena cuando le dice «los humanos son patéticos». Sí, los humanos son patéticos, Economos y su tinte barato es patético, Harcourt y su manía por cerrarse es patética, Adebayo y su inseguridad es patética, Vigilante es patético en general y sobre todo Peacemaker es el más patético por las cartas con las que le ha tocado jugar. Pero son patéticos porque se creen que tienen que llevar la máscara puesta todo el rato, por tratar de disimular lo que no son, por actuar constantemente contra su propia voluntad y éso es precisamente lo que los hace humanos.
Y precisamente ésa es una de las grandes virtudes de James Gunn a la hora de hacer tebeos en la pantalla, que dejando de lado el conocimiento y amor que tiene por los cómics, ha interiorizado por completo el melodrama de Stan Lee, la idea de que todos los personajes tuvieran taras, que fueran imperfectos, una formula que ni mucho menos inventó él pero que aplicó en el género mejor que nadie. Christopher Smith ha pasado de ser un psicópata que ve visiones de su padre nazi a ser un psicópata que ve visiones de su padre neonazi, pero donde antes no sentías ni la menor simpatía por «el psicópata loco ese», ahora la tienes y te gustaría que consiguiera ser el superhéroe que sueña, a pesar de que todos sabemos que eso nos daría una serie mucho peor.
Con una segunda temporada ya confirmada y con HBO dándole carta blanca a Gunn para hacer lo que le venga en gana -ahora mismo la serie es la estrella de un servicio de streaming que intenta agarrarse a desesperadamente a revivals de series de tiempos mejores- parece que DC empieza a ver la luz al final del túnel. Queda por ver que pasará después de Guardianes de la Galaxia 3, si Marvel conseguirá tentarlo con otro proyecto o si Gunn, con proyectos como Peacemaker o la película del Coyote contra ACME -protagonizada también por John Cena, su nuevo BFF- acaba convertido en un «hombre de empresa». Tremenda genialidad la de Alan Horn cuando se le ocurrió despedir de Marvel a James Gunn por unos tweets de diez años antes, que vaya pedazo de favor que le hizo a Warner; aunque vete a saber, lo mismo él sabía perfectamente lo que estaba haciendo, no en vano Horn fue presidente de Warner durante 12 años y debía de darle un poco de pena el estado en el que se encontraba su antigua empresa…