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Un cuerno ignorancia, ¡SON NAZIS!: Tokyo Nazi Gang

Vamos a poner una cosa sobre la mesa antes de que nadie se excite: mi única religión es la libertad de expresión. Creo que todo el mundo tiene derecho a decir lo que siente y piensa libremente, excepto cuando le jode a los demás y empieza a decir barbaridades como que hay que matar a todos los pelirrojos porque son el demonio (que tristemente los ha habido, tanto imbéciles que decían eso como pelirrojos que son el demonio, que para algo está esa excepción a la regla que es Pablo Motos). Dicho eso y lo que no hace falta decir porque es de perogrullo (como que los nazis son escoria infrahumana) estoy de acuerdo en los cambios de la traducción de Tokyo Revengers, porque al final una traducción no deja de ser una adaptación a otra sociedad y otra cultura, y en el caso de TR tenemos un caso claro de si tiene plumas, un pico y hace cua, igual sí que es un pato…

Aunque la esvástica fuera un símbolo ampliamente difundido por Europa durante siglos, el lauburu vasco no guarda relación alguna. Y no, nadie ha pedido censurarlo porque les recuerda a algo nazi.

Entendámonos, esto no es Japón ni es la India, y es que para el resto del mundo de tradición no budista/hinduista/etc, la esvástica se traduce unos tipos hiperviolentos que pregonaban que los rubios de ojos azules (dicho esto a grandes rasgos, que al final para esa gente ario era quién a ellos les salíera del potorro) son superiores al resto de la humanidad y que su endogamía era justa, necesaria y les justificaba para torturar, violar y aniquilar al resto de la humanidad porque eran aberraciones que conspiraban para acabar con su «pureza» (vamos, la susodicha endogamia cateta). Las palabras, los símbolos y demás no tienen más valor que el que les queramos dar, y por mucho que queramos «limpiar el buen nombre de la esvástica» la realidad es que ahora mismo y más que justificadamente el significado de la esvástica es una monstruosidad que provoca desprecio a la mayor parte de la humanidad. Que yo me puedo llamar Gregorio Capullo Gilipollas y vivir sin problemas en Oregon, pero si aquí te llamas Gregorio Capullo Gilipollas, aunque seas una bellísima persona, la gente se va a descojonar. Que ojo, que podría ser peor, podrías ser Adolfgitler Polpot de Todos los Genocidas o, como muchos desafortunados españoles, Francisco Franco, que es un nombre trágicamente más común (no sé como estará la cosa con Augusto Pinochet en Chile, espero que el apellido sea bastante poco común).

Por las olimpiadas se cambió la señalética para los planos QUE NO ESTABAN EN JAPONÉS, que alguno es muy pillo (o muy ignorante) y omite ese dato.

Pero dejando estas tragedias de lado, tengo que decir que me llama mucho la atención que entre el argumentario de los niños que amaban a la esvástica como la pequeña Hansi -y el grotesco M’Rabo- me encuentro el caso de la supuesta autocensura de Japón durante sus juegos olímpicos, en los que tuvo que cambiar parte de la señalética de los planos de Tokyo para elimiar algunos símbolos que podían «ofender» a los extranjeros. Vistos los cambios deberíamos preguntarnos si lo que motivó esos cambios realmente fue la autocensura o el hecho de que… ¡Joder, los símbolos originales no hay dios (japonés) que los entienda! El símbolo de oficina de correos, de «carta», que probablemente es uno de los más universales que hay, en Japón no es un simple sobre si no una marca de servicio creada en el siglo XIX, de cuando Japón todavía estaba saliendo de la Edad Media. El símbolo de la estación de policía es una simple X, uno de los símbolos más genéricos que te puedas echar a la cara, y el del templo, el polémico símbolo que representa los templos en Japón, era la esvástica. Mirando a la izquierda y sin giros raros con ganas de invadir Polonia, cierto, pero mirando a la izquierda; para el extranjero medio que va de visita a Japón para ver los juegos o competir en ellos todo esto es incomprensible, y creo que cualquier diseñador gráfico estaría de acuerdo en decirnos que los símbolos, la señalética, tiene que ser lo más universal posible, que están para que los entienda cualquiera de un vistazo y eso es lo que hicieron en Japón, ni autocensurarse ni leches.

Cosas que pasan en la cultura japonesa cuando tratan de exportarla a los países que en el pasado intentaron borrar del mapa en un arranque de fascismo.

Porque tampoco es que Japón tenga mucha tradición en autocensurarse, más allá de tapar vaginas y penes; a diferencia de una Alemania que prohibió terminantemente la esvástica y demás simbolos de odio, incluso durante los años de ocupación estadounidense se pueden ver soles nacientes por todos lados, el símbolo claro del poder imperial de Japón que aterrorizó a media Asia durante buena parte del siglo pasado. Y así es como no tienen el menor complejo en crear animes como Space Battleship Yamato, en el que el antiguo buque insignia del ejército fascista es reflotado y convertido en nave espacial para «salvar a la humanidad», algo que me imagino que en lugares como China o Corea (las dos) tiene que sentarles de maravilla oye, esto es como si una productora Saudí hiciera una versión de Star Trek en el que la nave protagonista fuera llamada algo así como ASS Mohamed Atta. Pues no, ni puta gracia y me cago en todos tus muertos, cojona.

Espera, ¿pero la esvástica que usaban no era la buena, la que mira hacia la izquierda? ¡No, no! ¡No seamos ignorantes! El levógiro es el omote manji del amor y el dextrógiro es el ura manji que significa fuerza e inteligencia.

Pero volviendo al tema de la esvástica -que sí, que me da igual que tenga miles de años y todo eso, estamos hablando de lo que es una esvástica en la mayor parte del mundo en el año 2021- y Tokyo Revengers, creo que algo que los muchos defensores de mantener el símbolo no mencionan es la historia del cómic. Se llenan la boca a hablar del símbolo budista y pasan un poco por encima el hecho de que el autor del manga, Ken Wakui, es un señor que reconoce haber pertenecido a una banda de moteros parecida a Black Emperor -ayer mismo veíamos como algunos dicen hasta reconocerlo en alguna de las fotos- unos tipos uniformados con una esvástica -perdón, un manji- y meneaban una bandera en la que había una esvástica (yaya, es otro manji). Una noesvástica enorme, una señora noesvástica que mira a la derecha como la esvástica nazi pero que no va buscando gente «diferente» para robarles su dinero, su dignidad y sus vidas porque, como ya digo, la esvástica mala es la dextrógira que está inclinada cuarenta y cinco grados, si no lo está es buena y nos protege:

Que a ver, aquí lo que está inclinado es la bandera, y el de abajo es el calvo de la fuerza y la inteligencia y el de la derecha es un fan de Charlie Chaplin.

Empieza a costarte eso de considerar a los bōsōzoku (moteros japoneses) gentes de paz cuando les gusta tatuarse una esvástica dextrógira en la calva y pintarse el bigote del jodido Adolf Hitler en la puta cara; ya fuera porque usaran la simbología nazi para provocar como el punk de la época o no, la realidad es que los Black Emperor eran una banda reaccionaria, nostálgica del pasado imperial que pintaba sus motos con motivos de los kamikazes imperiales (casi todos los bōsōzoku lo hacen), y por supuesto eran de lo más violento, con una organización rigidísima y hasta podríamos llamarla sectaria que convirtió la vida de muchos de sus miembros en un infierno cuando directamente no acabó con ella. Eran, en resumen, una banda de mafiosos filonazis (usaban cruces de hierro y hasta algún rango de la banda estaba basado en los del ejército nazi) que ni siquiera contaban con la «paz para los negocios» de la mafia italiana o la yakuza japonesa, no cortándose en explotar de forma inmisericorde a sus miembros de nivel más bajo y abusar de ellos mientras sus superiores vivían a cuerpo de rey. Un grupo criminal del que, según dicen hasta sus defensores, esos que los romantizan «en principio solo se pegaban con otras bandas y no lo hacían por dinero, respetaban a la comunidad». Vamos, que se debían de pelear por vicio y no por controlar un territorio, la «protección», el tráfico de drogas, robos y demás, ¿no? Autojustificaciones como esas las hemos oído de mafias, grupos terroristas, políticos corruptos y hasta de Scott Lobdell (bueno, de este igual no), pero la realidad es lo que tiene, que al final nadie vive del aire y tanta esvástica no se paga sola, por mucho que nos flipemos y seamos fans de The Warriors. Aún así, y aunque nos creyéramos que Black Emperor era la utopía que nos quieren vender, la realidad es que el grupo fue fundado a principios de los 70 y para mediados de esa misma década la policía ya ha tenido altercados violentos con ellos de sobra y los ha detenido bajo acusaciones que encajan perfectamente con todas las prácticas mafiosas que mencionaba más arriba.

A ver, aquí es dextrógira y está inclinada cuarenta y cinco grados, pero no pone que quieran hacer un genocidio ni nada, ¿eh? ¡Que son moteros violentos de paz!

Pero hablábamos del manga, ¿no? Por mucho que se base en recuerdos nostálgicos distorsionados de Ken Wakui y aunque no sean tales y las bandas como Black Emperor fueran una bendición sobre la tierra -aunque fuera solo en un principio, que el propio autor reconoce que hasta su banda secreta «se torció»- Tokyo Revengers nos habla de unos chavalillos idealistas que tienen su banda, los Tokyo Manji -con su esvástica que mira hacia donde debe mirar- y protegen a sus amigos contra otras bandas malvadas. Que luchan por la justicia poco menos, deben de ser La Liga de la Justicia Shibuya o algo parecido. Y que decir del protagonista, Takemichi, que empieza la historia soñando con ser el mayor delincuente de todo Japón -porque supongo que ser un delincuente en Japón no significa lo mismo en occidente, no seamos eurocentristas- y que Ken Wakui lo muestra como un tipo que vive en la actualidad pero capaz de viajar en el tiempo a su juventud en 2005 para evitar en un principio que su novia muera… Y que su banda maravillosa se convierta en un imperio criminal (del subtexto BL de la serie ya hablamos otro día, que anda que no le vendría bien salir del armario). Y así es como Takemitchi se une a los Tokyo Manji esos después de descubrir su otro gran superpoder, el de soportar las mayores de las palizas que dejarían muerto, tonto o cuadrapléjico a cualquiera pero que él no le provocan la menor secuela, porque al poco vuelve a tener todos sus dientes.

Alguno me dirá que el manga no glorifica la violencia porque la gente cae a punta pala, pero joder, el manga está lleno de «muertes heróicas» y no es precisamente Apocalypse Now.

Por medio de Takemitchi vamos viendo como se glorifica a los líderes de su banda ficticia, la cual misteriosamente tiene recursos suficientes para disponer de motos, uniformes, banderas que no son nazis y suficiente tinte de pelo rubio (lejía) para teñir todo el dinero negro que un émerito pueda necesitar. Lo cual hace que me pregunte; uniformes, esvásticas «correctas», pegándose siempre en grupo, aspirando a tener pelo rubio… ¿Qué cuernos es eso en occidente, si no un grupo neonazi? Uno de esos que va por ahi uniformado, con sus esvásticas «por interés historico, no nazi» y que dicen ayudar a la comunidad muchísimo y hasta dan de comer a alguna gente (la que no tenga la piel oscura, claro). Que sí, que lo admito, por supuesto, he escrito esto con una pizquita de mala leche. Pero es que veréis, yo conozco una historia sobre un tipo que idealizaba las bandas de antaño, unas «bandas» que defendían también a la comunidad, que protegían los valores de nuestra sociedad. Una organización de caballeros, de gente de bien que iban a librarnos de todo mal, que iban a hacernos libres. Y el tipo hizo una película sobre ello, una gran película, la mayor película que se había hecho hasta aquel momento, y tuvo un éxito enorme. El cineasta de aquella película era un caballero sureño de EEUU llamado David Wark Griffith, su película se llamaba El Nacimiento de una Nación y su éxito provocó que, veinte años después de su desaparición, aquella banda entrañable resurgiera con la refundación del Ku Klux Klan en 1915 a lo largo de buena parte de EEUU. Me cago en su puta vida, porque durante los años siguientes el Klan avanzó imparable hasta que la Segunda Guerra Mundial dejó en evidencia sus ideas reaccionarias y Superman los dejó en ridículo poco después. Superman, un héroe de verdad, no como el jodido Mikey ese (el líder de la banda protagonista de Tokyo Revengers, para el que no haya leído el manga); y es que tal es el poder de las historias, para devolvernos a la luz o enterrarnos en las tinieblas.

¿He dicho ya que Superman Smashes the Klan es un pedazo de tebeo?

En fin, no os voy a decir mucho más. Tokyo Revengers tiene un mensaje político nauseabundo y despreciable que, aunque en ocasiones llega a resquebrajarse -como en el episodio en el que dos miembros de la banda tratan de robar una moto (la única cosa que roban en todo el manga, ¿eh? ¡Porque se financian del aire!) y acaban matando al hermano de uno de los protagonistas «por accidente»- no dejan de gritar a los cuatro vientos que sus protagonistas son héroes, que ser pandillero es guay y que llevar uniforme y esvástica mirando para el otro lado es bonito. Lo siento, si el manji lo llevara un monje budista y lo usaran para representar los ideales que debe representar un manji lo entendería, pero en este manganime el manji lo llevan unos matones, unos abusones adictos a la violencia enfermizamente hipócritas y para mí, en última instancia, los nazis no dejaban y dejan de ser muy diferentes de eso, una pandilla de abusones cobardes que aprovechan la mínima oportunidad para joder a los demás. Tal cual es el manganime creo que los que deberían pedir la eliminación de la esvástica no deberíamos ser los «eurocentristas ignorantes», si no los propios budistas -y toda cultura/religión que use la esvástica como un símbolo de paz- por arrastrar el manji por el fango.

Que ya que estamos, y para no perder las buenas costumbres…

 

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