Hay una riqueza en el Universo DC de personajes absurdos creados a lo largo de los cincuenta años anteriores a Crisis que la hace destacar sobre Marvel. Muchos de esos personajes pertenecen a una época en la que solo se pensaba en la viñeta, en la que el lector tenía ocho años («y si es mayor, le falta un hervor», que diría Mort Weisinger) y no había el más mínimo complejo a la hora de crear el supervillano de la semana; tenía que ser original, distinto, pero tampoco importaba que fuera gran cosa, porque a Flash probablemente solo iba a durarle una semana. Y éso sin entrar en la Legión de Superhéroes, que creaba también héroes todos los meses…
Era una mentalidad curiosa, la gente leía superhéroes como quién leía cómics de monstruos buscando el monstruo de la semana y eso es lo que provocó que el Universo DC tenga una riqueza de personajes «pintorescos» ideales para un proyecto como The Suicide Squad, que tenga así «combustible» para montones de películas sin necesidad de que se inventen ningún personaje o se carguen a uno importante. Que sí, que son universos de superhéroes y en ellos la muerte es algo relativo, pero la facilidad que tiene DC respecto a Marvel -y mira que Marvel los tiene también de todo pelaje- de sacarse un personaje absurdo de la chistera y ponerlo en la pantalla es tremenda, y era una pena que Warner no fuera consciente de ello y se empeñara en hacer solo películas sobre Batman, Wonder Woman y Superman.
Y aunque es cierto que la estrategia comercial de DC Comics durante décadas ha recaído sobre los hombros de Batman y Superman, lo que ante todo hizo que DC no tuviera que cerrar el chiringuito en los 80 fueron series de gran éxito como Legión o Titanes combinadas con fondo de armario como Escuadrón Suicida. Así, cuando WB llama a un director para hacer una película sobre personajes de DC, normalmente le ponen encima todos los focos del mundo porque está sosteniendo a un icono como Wonder Woman, Superman o Batman, presión que se suele a sumar al hecho de que estás manejando un presupuesto de doscientos millones de dólares o más, por lo que por supuesto van a mirar con lupa todo lo que hagas y por eso todos los directores que han puesto a dirigir estos personajes han acabado teniendo que ser gente de carácter que acabe domando a tanto ejecutivo metomentodo, dando como resultado películas con bastante personalidad… Aunque no por ello buenas.
Una cosa que no puede negársele a James Gunn es que tiene personalidad, a pesar de que tal y como empezó el proyecto en Warner casi parecía que estaba en la cuerda floja, despedido por unos tuits antediluvianos y con el personal queriendo mandarlo al ostracismo. Sin embargo tenía el aval de haber hecho funcionar unos personajes de tan bajo perfil como los Guardianes de la Galaxia, por lo que hacer una no-secuela de una película que ya había fracasado como Suicide Squad -aunque ojo, no hizo mala taquilla- le colocaba en una situación peculiar; si la película funcionaba mejor para todos, pero si no lo hacía seguía pudiendo volver a Marvel, que ya le habían «perdonado» mucho antes de empezar el rodaje. Y mira, de entrada a nivel cualitativo ha conseguido «vengarse» de aquel despido, porque acaba de darle a DC su primera película redonda en más de diez años. Que no es moco de pavo.
Si Guardianes de la Galaxia son películas sobre personajes desarraigados, la construcción de vínculos familiares y la necesidad de estos últimos, a encontrar tu lugar en el mundo, en Escuadrón Suicida le dan la vuelta a eso y el mundo te coloca donde no quieres estar, nos habla sobre que te obliguen a hacer, estar y hasta ser algo que no deseas. Seguimos manejando juguetes rotos e inadaptados como en el caso de la película de Ayer, pero en este caso el hincapié se hace sobre el hecho de que cada uno de ellos tiene su propia identidad, que está forzado por fuerzas externas (ya sea aparentemente benévolas «que saben que es lo mejor para tí» o directamente perversas que te obligan sin ninguna excusa) a actuar de forma contraria a su naturaleza; así podemos ver personajes basados en el control que son controlados, abusadores, mamarrachos paternalistas, hijos que detestan a sus padres y padres de familia disfuncional que nunca quisieron tener familia ni su familia quiere tenerlo a él, y por supuesto fanáticos encerrados en unos ideales que les hacen prisioneros de su propio cuerpo. Siendo como es esta una reseña sin spoilers, no quiero entrar en detalles, pero doy por hecho que si habéis visto la película sabéis a quienes me estoy refiriendo.
Y sin embargo y a pesar de que aquí todos son unos infelices, la película ante todo es una fiesta de la comedia, de la violencia sin sentido y el gore que perfectamente podría perderse en todas las filigranas visuales que tiene -que las tiene, y muchas- pero que aun así no se olvida ni por un segundo de los temas que está tratando, de qué historia hemos venido a contar aquí. Que se le podría achacar que le sobran diez minutos de metraje -solo diez, alguna escena que está alargada sin necesidad y que rompe un poco la fluidez de la película y poco más- pero que a la vez a muchos de estos personajes, tanto los que sobreviven como los que mata, te encantaría seguir viéndolos durante esos diez minutos más o durante una película entera. Porque al final una película es el viaje de unos personajes, y en El Escuadrón Suicida los personajes están tan bien construidos y sus decisiones tan consecuentes que cada escena lleva a la siguiente con perfecta lógica, sin notarse forzadas en ningún momento aunque la película se empeñe en saltarse el eje cronológico y sorprendernos a la mínima ocasión.
Aun así, hay que decir que James Gunn se pega un auténtico homenaje con sus escenas de acción, porque se le nota que disfruta con ellas como un marrano en un lodazal; edificios que se van cayendo a pedazos, tiroteos salvajes, desmembramientos variados en complicadas coreografías de acción que mezclan el cgi con animación tradicional… A ratos parece que Gunn ha escrito esta película con la perversa intención de enseñarle a algunos directores actuales -no daré nombres, todos sabéis en quién estoy pensando- a hacer las cosas que quieren y les gusta hacer pero bien hechas, sin gilipolleces. Que puedes meter tus colores lavados/desaturados y escenas a cámara lenta perfectamente, pero que tengan sentido de la trama, que sirvan para ilustrar la historia y no para frenarla o distraernos de ella.
En fin, que hasta aquí la primera parte de la crítica, porque la segunda va a ser con toda seguridad M’Rabo diseccionando cada detalle friki de la película. Si todavía tienes dudas sobre si verla olvídalas, la película es todo lo que prometía y más, porque toma unos cómics que de por sí nunca fueron precisamente excepcionales -el Suicide Squad de Ostrander no dejaba de ser la «serie b» del Universo DC postcrisis- y nos demuestra que la riqueza de esa serie b del Universo DC, de los «curritos», es algo a reivindicar hasta por encima de las mil secuelas de Batman.