¿Os apetece un poco más de John Byrne? ¡Venga sí, y ahora con un extra de Chris Claremont! Visto hoy en día parece increíble, pero hubo un tiempo en el que John Byrne no tenía ningún cabreo con nadie. Una época lejana y maravillosa en la que el bueno de John no tenía la polémica por apellido, en la que era un jovencito prometedor que parecía que iba a comerse el mundo, una época en la que John Byrne era el dibujante de Uncanny X-Men y para él ésa era su casa. Bienvenidos a 1979, cuando Chris Claremont y John Byrne todavía decían públicamente que eran amigos.
Según Byrne, Claremont y él se conocieron cuando el primero era el ayudante de Marv Wolfman mientras este último era el editor de magazines en blanco y negro de Marvel, en la primera mitad de la década de los 70. Claremont afirma no recordarlo porque estaba hasta arriba de trabajo, pero Byrne cuenta aquel encuentro como una charla bastante agradable que no tuvo ninguna consecuencia laboral para él, probablemente porque Claremont fue capaz de recordarla cinco minutos después. Lo que si que debió quedársele grabado es su segundo encuentro con John unos pocos años más tarde, cuando durante una fiesta de profesionales del gremio Claremont se encontró a John Byrne con una historia de los 4 Fantásticos bajo el brazo. No se la había pedido nadie, era lo que se llama un «spec story», un cómic que realizas para ver si puedes colocarlo o conseguir trabajo. A Claremont aquel trabajo le pareció bastante bueno y decidió pasárselo a Len Wein, que en un principio pareció interesado en darle trabajo… Pero pronto se olvidó de ello. Afortunadamen, esta vez Claremont no lo hizo.
Cosa de un año después, Claremont estaba ya escribiendo Iron Fist y de repente se vió con un Pat Broderick horroroso incapaz de cumplir las fechas de entrega. Lo peor es que el bueno de Pat no era el primero, todos los dibujantes habían tenido todo tipo de problemas para entregar a tiempo, y sus antecesores en el puesto de guionista no parecían haber corrido mucha mejor suerte. Claremont, que en aquel momento era ayudante del mismísimo editor en jefe, Len Wein, se dió cuenta de que necesitaba alguien lo suficientemente bueno y lo suficientemente rápido si quería salvar la serie (y quien sabe si su puesto de trabajo), pero todos los buenos y rápidos o cobraban demasiado o ya estaban ocupados en algo mejor. Y así es como se le ocurrió llamar a John Byrne.
Cuenta Byrne que las condiciones en las que le dieron el encargo fueron poco prometedoras para Daniel Rand, porque no se creía en que el personaje fuera a tener serie propia por lo que le prometieron que si les gustaba su trabajo ya le darían algo en otra serie. Claremont, consciente de que Byrne tenía pocas tablas y de que solo había trabajado un poco para la Charlton, empezó escribiéndole guiones completos y muy detallados, pero poco a poco se fue dando cuenta de que Byrne funcionaría mejor con un argumento general al estilo Marvel porque era un buen contador de historias, y así es como poco a poco los límites de la relación profesional entre Claremont y Byrne empezaron a volverse cada vez más borrosos.
Y es que Claremont y Byrne trabajaban tan bien que cuando el primero empezó a escribir Marvel Team-Up corrió a pedir a Byrne como dibujante, que dejó encantado los Champions de Bill Mantlo para reunirse de nuevo con su media naranja creativa, con la que por aquel entonces también estaba creando un magnífico pero a la vez desafortunado relanzamiento de Starlord (ojo con este cómic que es la mar de importante, porque no deja de ser la primera vez en la que Byrne es entintado por Terry Austin con un guión de Claremont en lo que sería el equipo regular de Uncanny X-Men). Y tal vez aquello fuera para bien, porque más o menos para cuando Iron Fist y Powerman enlazaron sus caminos para siempre, Chris Claremont y John Byrne se reunían por fin en la serie en la que harían historia: The Uncanny X-Men.
Hay distintas versiones sobre esta historia, y hasta Terry Austin llegó a decir que X-Men estaba al borde de la cancelación en aquel momento, pero de lo que no cabe duda es que Dave Cockrum, el dibujante anterior a Byrne en la serie, era una superestrella en aquellos años con un montón de números de la Legión de Super-Héroes a sus espaldas y una capacidad para crear personajes inaudita. Sin embargo y en una época en la que los cómics se retrasaban hasta ocho o diez semanas enteras sin que nadie pensara en meter un número de relleno, Dave Cockrum se veía incapaz para mantener la periodicidad bimestral de la serie, con lo que cuando se decidió pasarla a mensual claudicó por completo, a pesar de que al hacerlo dejaba colgada la epopeya espacial que había iniciado con Claremont unos dos años antes. El primer número de John Byrne, el X-Men #108, lleva una carta del propio Byrne casi disculpándose por meterse en la serie de Dave Cockrum, abrumado ante la responsabilidad. Ya lo véis, un John Byrne humilde.
Cuenta Claremont que el guión que le dió para aquel cómic habría dado para un annual entero, pero que Byrne fue capaz de condensarlo en un solo número, clavar los sopotocientos personajes inventados por Cockrum en el número anterior y salir airoso de la papeleta de sustituir al titular en el último minuto. Pronto la pareja creativa empezaría a compartir ideas para los guiones y, según las palabras del propio Claremont, «sacar el mejor trabajo el uno del otro», reconociéndose entre sí como coautores del guión de aquellos cómics. Tal es así que la primera aparición de Alpha Flight surge un número después del debut de Byrne en la serie, en el 109, y el supergrupo canadiense no dejaba de ser una creación suya de cuando era chaval y que había recuperado para darle un pasado a Lobezno.
Pronto empezaron a crear planes a largo plazo para la serie, retroalimentándose el uno al otro; el trasfondo japonés de Lobezno, el plan de crear un grupo de nuevos alumnos de Xavier liderados por Kitty Pryde, un annual de What If? que nunca llegó a hacerse y en el que venían a contarnos con pelos y señales que habría pasado si Magneto hubiera fundado a la Patrulla X (y no, nada que ver con la Era de Apocalipsis). Para entonces Byrne ya sería una auténtica superestrella en Marvel y se encargaría de dibujar a la vez X-Men, Vengadores y los 4 Fantásticos, en un ejercicio de polivalencia que no se veía desde el mismísimo Jack Kirby. Y aun así, Claremont y Byrne todavía se llevaban bien. Tanto como para compartir una hoja de ruta para la serie durante los siguientes dos años en el momento de la ruptura…
Pero no nos adelantemos. Durante su periodo de luna de miel, Byrne definía su trabajo con Claremont como un guión inicial en el que Claremont definía acciones y las razones por las que se decidía hacerlas, con Byrne realizándolas como visualmente le viniera mejor; en sus propias palabras «entre el 50-60% de cada número es de Chris, el 90% de la parte visual es mía, el 90% de la caracterización es de Chris. Así que si ves algo de caracterización, sabes que es trabajo de Chris, y si es algo puramente visual, éso es cosa mía.» Byrne también decía que trabajar con Claremont era la mar de fácil, que a él le gustaba lo que el hacía y viceversa, y John hasta «bromeaba» con que de vez en cuando le hacía pequeñas concesiones al guionista «para que se creyera que estaba escribiendo la serie». Pero desengañémonos, para cuando acaba la década de los 70, John Byrne ya es una estrella y empieza a costarle no creerselo demasiado… Y entonces murió Jean Grey.
Vamos a dejarlo claro, en realidad no murió. O por lo menos no iba a morir, no era el plan de John (que estaba enamorado de ella desde pequeñito) ni el de Chris (que quería seguir escribiéndola los años que hiciera falta y ya tenía planes con ella lo menos hasta 1986) pero cuando John Byrne se pasó de frenada en uno de los últimos números de Uncanny X-Men al mostrar a Jean devorando un sistema solar entero y provocando el genocidio de los Hombres Espárrago, pues como que el Editor Jefe de Marvel Jim Shooter vió aquello y tuvo que interferir y dejar claro que la pena por genocio es la muerte. Y claro, aquello supuso la primera gran intromisión de Shooter en la luna de miel de Claremont y Byrne y del propio Byrne con Marvel; hasta ese momento Byrne ha podido hacer más o menos lo que le venía en gana, se había convertido en una superestrella a la que aplaudían más que a Dick Giordano o al mismísimo Joe Kubert, rechazaba trabajos constantemente de todas partes y había hecho X-Men su propia serie, su nido. Y sí, era responsabilidad completamente suya el haber dibujado a Jean como una psicópata loca cuando Claremont quería que fuera más un personaje poseido (no, no lo entendais mal, no poseido por la Fuerza Fénix, simplemente la manipulación de Mente Maestra la había dejado totalmente fuera de sí) que una diablesa sádica plenamente consciente de lo que estaba haciendo. De repente la luna de miel se había volatilizado, y aunque no tenemos información sobre que más pasó realmente, lo cierto es que Byrne llegó a un punto en el que debió de dar un últimatum, o Chris o yo.
Hasta entonces, Chris y John eran la pareja de oro de la Marvel del momento, habían trabajado entre los dos más que con ningún otro colaborador, pero de repente John Byrne quería el control completo del cómic, como si eso fuera a hacer que la serie tuviera menos interferencias editoriales. Byrne y Claremont seguirían colaborando unos meses más siguiendo en mayor o menor medida la hoja de ruta que tenían originalmente, pero llegados a cierto punto la baraja se rompió y Byrne dejó la serie completamente devastado. Porque X-men era SU serie, era el cómic que él había levantado y no había derecho a que Claremont se la quitara. Supongo que aquella fue la primera vez en la que John Byrne se dió cuenta de aquello de lo que Kirby se había dado cuenta tantos años antes, que daba igual el éxito que tuvieras y lo importante que fueras; todo lo que hagas cuando trabajas para las dos grandes es propiedad exclusiva de la editorial, y prescindirán de tí cuando lo vean necesario. Claremont tardaría unos cuantos años más en despertar del sueño, pero la pelea entre el uno y el otro duraría hasta nuestros días…