Como prometía la semana pasada hoy toca reseñar (Young) Avengers: The Children’s Crusade, una serie que a efectos prácticos fue la tardía (unos cinco años después) secuela del primer volumen de los Young Avengers de Allan Heinberg y Jim Cheung. Una serie en la que los creadores del grupo retomaron a sus personajes para resolver algunas preguntas sin responder que habían quedado en el volumen anterior, hacer avanzar al joven grupo de héroes, redimir a una vengadora clásica y de paso hacer con todo eso uno de esos grandes cómics que da gusto releer. Así que una vez mas toca mirar al pasado reciente y recordar este cómic con el aviso de que habrá numerosos SPOILERS (que con un cómic de hace una década igual no debería ni avisar, pero mas vale prevenir)
Tanto los Vengadores como los propios Billy Kaplan/Wiccan y Tommy Shepherd/Speed han sospechado desde hace tiempo de que estos son en realidad Tommy y Billy Maximoff, los hijos de la Bruja Escarlata y la Visión renacidos de alguna forma aunque las pruebas de ello hayan sido siempre circunstanciales. Una relación que preocupa a los Vengadores tras lo sucedido con la Bruja Escarlata durante la violenta disolución del grupo, la creación de la realidad alternativa de House of M y la desaparición de los poderes de la mayor parte de los mutantes de la Tierra. Una preocupación que aumenta al sospechar que los niveles de poder de Wiccan, su presunto hijo, parecen tener cada vez menos limites. Y esto provocará que este parta a la búsqueda de la mujer que quizás sea su madre para averiguar de una vez la verdad sobre su origen y si realmente ambos son tan peligrosos como parecen, una búsqueda en la que contaran con inesperados aliados, revelaciones y tragedia…
Como decía la semana pasada, pese al éxito aparente del primer volumen de la serie los Young Avengers tardaron un poco en volver a tener serie propia aunque con suerte no desaparecieron del panorama editorial, protagonizando miniseries como Civil War: Young Avengers & Runaways, Secret Invasion: Runaways/Young Avengers, Dark Reign: Young Avengers (no se perdían un evento) y Young Avengers Presents mas algún pequeño cameo que otro aquí y allá. Pero pese a ello tuvimos que esperar hasta 2010 (quizás esperando a que Heinberg pudiese alejarse de su trabajo en televisión para retomar su historia) para ver reunidos de nuevo a los Young Avengers con sus creadores. Un regreso que aunque camuflado como evento de los Vengadores, el protagonismo casi absoluto de la historia recayó en la nueva generación de héroes. Y aunque la espera fue larga valió la pena contar de nuevo con Heinberg y Cheung al frente del grupo que habían creado para resolver algún misterio que otro que había quedado pendientes y seguir haciendo crecer a estos personajes.
Un crecimiento que pasaba por hacerles madurar un poco, ir implicándose cada vez mas en su faceta de superhéroes aunque eso supusiese plantarle cara a los Vengadores y a la Patrulla X o incluso hacerle frente a auténticos pesados como Magneto y el Doctor Muerte (que no se diga que tienen una galería de villanos poco potentes). Pero sobre todo se nota aquí aquella influencia que citaba Heinberg en el anterior volumen de su cariño por los Teen Titans en la forma en la que refuerza los lazos entre los personajes haciendo de ellos mucho mas que un grupo de superhéroes que trabajan juntos para convertirles prácticamente en una familia que comparten todos los aspectos de sus vidas (unos mas que otros).
Y ese misterio que tocaba resolver obviamente era el del parentesco de Wiccan y Speed, ya que pese a tener ambos sus respectivas familias biológicas y a ser mucho mayores de lo que lo eran que los hijos de La Bruja Escarlata y la Visión cuando dejaron de existir, dos jóvenes llamados Billy y Tommy, idénticos en todo excepto en el pelo, uno manipulando la realidad con algo que casi parece magia y el otro siendo un supervelocista era demasiadas coincidencias como para que no hubiese algo mas detrás. Y pese a que la resolución de ese misterio era tan obvia y evidente que no sorprendió a nadie Heinberg y Cheung supieron llevarla tan bien que resultó muy emotiva y satisfactoria (quien me iba a decir que las cosas acabarían así cuando en los 80 leía aquella maxiserie mítica de Englehart y Howell de la que aquí se ha hablado largo y tendido)
Aunque Children’s Crusade fue para Wanda no solo la recuperación oficial de los hijos que creía haber perdido para siempre, sino que fue ademas uno de los primeros intentos de redención que ha protagonizado, convirtiéndose en un personaje que parece haber entrado en un bucle en el que casi cada autor que la trata intenta redimirla por sus crímenes de Dissasembled, House of M y Decimation. Algo que por lo general suele servir mas para recordarle a los lectores una vez lo que sucedió en aquellos cómics de hace quince años haciéndole un flaco favor al personaje.
Pero en estos tiempos aun no nos habían saturado con las redenciones de Wanda y el camino escogido por Heinberg y Cheung no dejaba de ser curioso, haciéndola solo parcialmente responsable de lo sucedido y culpando, aunque sin confirmarlo del todo, al Doctor Muerte de lo sucedido por su aparente manipulación de la Bruja para una vez mas hacerse con el poder absoluto (menudo vicio tiene) Que no era una mala opción del todo (tenia mas sentido que “se ha vuelto loca y ya”) para poder recuperar al personaje pero que por lo general se ha olvidado y el resto de autores la suelen tratar como culpable única que trata de compensar lo que hizo. El único problema de esto es que mientras que es cierto que se “limpio” a Wanda de algunos de sus pecados pasados como la muerte de Scott Lang, el precio a pagar (indirectamente) fue demasiado alto, la muerte de su hija Cassie. Que es cierto que un tiempo después fue el propio Muerte a quien le toco redimirse y recupero a Cassie, pero quizás no hubiera hecho falta haber llevado las cosas tan lejos para darle mas dramatismo a la serie.
Y aunque leyendo esto pueda parecer que Avengers: Children’s Crusade no es mas que una sucesión de revelaciones sorpresa y de lavados de cara, este cómic es mucho mas que eso. El cómic mantiene un buen ritmo que deja los momentos de respiro justos y casi en cada pagina se nota no solo el cariño por los personajes, si no también por esa tan denostada (por algunos) continuidad y sin la cual un cómic como este no podría existir, siendo uno de los mejores ejemplos de que bien utilizada (o sea, documentándose) es una herramienta valiosisima para contar historias. Ademas de eso este cómic contaba con un Jim Cheung a quien los años transcurridos le habían sentado de maravilla y dibujaba mejor que nunca, siendo todo un placer verle desenvolverse con la misma habilidad tanto en las grandes batallas (y aquí hay unas cuantas) como en los momentos mas íntimos.
Pero ademas de todo esto, y continuando con el análisis de la semana pasada, hay un detalle que llama bastante la atención sobre esta serie, sobre todo si uno se lee todas estas series del tirón como he hecho yo estos días, la enorme diferencia que encontramos en la forma de manejar la relación entre Wiccan y Hulkling si la comparamos con el volumen anterior. En los cinco años transcurridos entre ambas series algo había cambiado en Marvel o en el propio Heinberg y se había acabado el tratar a los personajes con aquel cuidado extremo del primer volumen para tratarles con la misma naturalidad de la que disfrutaban los personajes heterosexuales. Aquí se había acabado ya el disimular, las ambigüedades y el dejar que el lector interpretase lo que se veía en las paginas por muy obvio que fuese a veces. Hulkling y Wiccan eran novios, y se querían, lo decían en voz alta e incluso se atrevían (antes de ayer como quien dice) a mostrarles actuando como una pareja mas en todos los sentidos. Un avance gigantesco si lo comparamos con la serie original y que fue un bienvenido pasito mas en la normalización del tratamiento de los personajes no-heterosexuales por parte de Marvel.
Y tras esta serie, que pese a contar solo con nueve números tardó algo mas de año y medio en publicarse en su totalidad, los personajes pasaron de nuevo a un segundo plano en el que de nuevo se convirtieron en carne de cameo hasta que algo menos de un año después llegaron Kieron Gillen y Jamie Mackelvie con el segundo/tercer volumen de la serie para revolucionar al grupo, hacer uno de mis cómics favoritos de la pasada década y seguir demostrando que los Young Avengers tenían un potencial tremendo que a veces parecía que en Marvel no querían aprovechar. Pero eso sera algo que veremos la semana que viene.