Pese a que me encanta lo que es capaz de hacer Howard Chaykin en el cómic, mas si como en este caso trabaja con alguien cuyo trabajo también admiro bastante como es Matt Fraction, había ido posponiendo la lectura de Satellite Sam durante demasiado tiempo. Y como no podía ser de otra forma este ha sido uno de esos casos en los que la espera ha valido muchísimo la pena. Chaykin y Fraction se complementan tan bien que parecen un único autor, el análisis brutal y descarnado que hacen de la sociedad estadounidense de los años cincuenta es fascinante, y que Chaykin deje aquí de lado el color digital que tan mal le sienta para abrazar el mismo blanco y negro de la televisión de la época no hace mas que rematar el que para mi es uno de sus mejores trabajos de los últimos años. Así que vamos a olvidarnos por un momento del presente para zambullirnos en unos años cincuenta mas sucios, sórdidos y obscenos que nunca.
En el mundo de la televisión de la década de los años cincuenta hay pocos programas tan populares y exitosos como la serie infantil de Satellite Sam. Pero cuando Carlyle White, su protagonista principal, aparece muerto en extrañas circunstancias rodeado de pornografía casera, su hijo Michael se obsesionará con averiguar como murió realmente su padre. Y así mientras trata de mantener con vida el legado de su padre, la investigación de Michael sobre la doble vida que llevaba Carlyle sacará a la luz no solo los secretos de este, sino los de todos quienes les rodeaban, secretos por los que quizás valga la pena matar…
Que Howard Chaykin saque un nuevo cómic (vale, lo sacó en 2013, pero mas vale tarde que nunca) es una gran noticia, que ademas lo haga colaborando con alguien como Matt Fraction, quien ademas de ser un gran guionista es un rendido admirador de Chaykin, es mejor aun. Un Fraction que aquí se ha mimetizado tanto con Chaykin que resulta difícil saber donde empieza uno y termina el otro, y que si no estuviese su nombre en los créditos costaría creer que esto no es un cómic de Chaykin en solitario. Pero si uno se fija un poco el trabajo de Fraction no es difícil de detectar, ya que aunque en Satellite Sam nos encontramos los elementos clave de buena parte de Chaykin, el lado mas impúdico del ser humano, secretos oscuros e inconfesables, sexo y crimen… existe un cierto rastro de positividad en la obra que aleja a Satellite Sam de otras obras de Chaykin en solitario y en donde se nota la mano de Fraction.
Y la combinación de estos dos grandes del cómic nos ofrece, bajo la excusa de la investigación de la muerte de Carlyle, una apasionante y densa disección, sin piedad alguna, de la sociedad estadounidense de los años cincuenta. Una disección que escarba debajo de esa edulcorada imagen que nos han querido vender para mostrarnos toda la sordidez, la obscenidad y esa hipócrita doble moral que pretendía ocultar todo aquello. Porque los protagonistas de Satellite Sam se mueven en un mundo en el que el machismo, el racismo o la homofobia campan a sus anchas, donde todos proyectan una falsa imagen para ocultar quienes son de verdad y donde comportamientos naturales son criminalizados mientras que vicios destructivos son considerados como algo completamente normal. Pero el mundo es maravilloso y el espectáculo debe continuar, caiga quien caiga.
Pero si el trabajo conjunto de Chaykin y Fraction es increíble, el apartado gráfico es para quitarse el sombrero (que en los cincuenta aun se llevaba). Chaykin aquí nos ofrece uno de sus trabajos mas sólidos de los últimos años. Un trabajo que se beneficia, y de que manera, de la decisión de realizar este cómic prescindiendo del color lleno de degradados y brillos (con lo bien que le sentaría un coloreado plano clásico) al que tanto se ha habituado últimamente para optar por un blanco y negro (y tramas) que no solo es mas adecuado temáticamente con la historia que cuenta, sino que le sienta de miedo permitiéndonos disfrutar de su trabajo sin esos artificios que no acaban de encajar con su estilo.
Una decisión que Chaykin aprovecha al máximo, sacándole todo el partido posible a la ausencia de color, y haciendo gala de su veterana y talento a la hora de manejarse con las luces y las sombras de este mundo que irónicamente no es ni blanco ni negro, sino lleno de grises. Y aunque es cierto que a Chaykin en alguna viñeta puntual aquí y allá se le van un poco las proporciones o que incurre en un cierto abuso de las herramientas digitales en los fondos, reduciendo elementos dibujados a mayor tamaño con la subsiguiente reducción del grosor del trazo que provoca que “cante” un poco con el resto de elementos, sigue siendo un dibujante potentisimo con una habilidad enorme para conseguir que una simple conversación resulte visualmente interesante, o para crear “atmósferas” haciendo que los escenarios en los que se desarrolla la historia sean algo orgánico lleno de vida.
Tras haber devorado esta serie en unos pocos días lo único que me queda por decir es que espero que esta sea la primera de muchas colaboraciones entre Chaykin y Fraction. Y si esto no sucede (crucemos los dedos para que si) siempre nos quedara ese Chaykin en solitario que cómic a cómic sigue demostrando ser uno de los autores con mas talento, mala leche y nada de vergüenza del momento, y con una fuerza y energía mas propias de un tipo de la mitad de su edad. Y teniendo en cuenta que entre sus próximos proyectos se encuentran el segundo arco argumental de su irreverente Hey Kids! Comics!, que tiene casi terminado pero aun sin fecha de publicación, y la anunciada y esperadisima tercera novela gráfica de Time², esta claro que aun tenemos Howard Chaykin para rato.