Y con el número 31 de The New Mutantes llegamos al final de la etapa de Bill Sienkiewicz como dibujante en solitario de la serie. Como veremos, no es su mejor número, y es que en aquel momento Frank Miller ya estaba echando sus redes para ponerlo a trabajar en su Elektra Assassin y Sienkiewicz ya era uno de los portadistas más cotizados de la editorial, con lo que se nota el desgaste acumulado de varios meses de trabajo. Y es que quieras que no Sienkiewicz no es un dibujante muy rápido -aunque en eso ha ido mejorando con los años, y si no a sus retratos express me remito- y a mediados de los 80 las exigencias de una serie regular eran muy grandes para él. Pero vamos a donde lo habíamos dejado, con Roberto y Amara pegándose contra un bruto mecánico…
Y lo que tenemos aquí son viñetas grandes, poco detalle y Claremont otra vez llevando la mayor parte del peso de la narración. Viñetas como la de Karma y su séquito siguen valiendo más que mil palabras, pero a lo largo de toda la pelea ya no vemos el despliegue de recursos que Sienkiewicz había mostrado en números anteriores y que lo colocaba varios peldaños por encima de la media de aquellos tiempos. Que nadie me malinterprete, sigue siendo un gran cómic y en absoluto es un producto mediocre, simplemente nos tenían malacostumbrados a dejarnos con la boca abierta número tras número, y en esta historia hasta Claremont parece un tanto más banal y seguramente también él estaba sufriendo por los estragos de Secret Wars II y las diversas series limitadas que tenía que compaginar con su trabajo en la propia New Mutants y Uncanny X-Men.
La pelea entre Bobby y Amara con el bruto, que esta controlado por Kitty, que a su vez está poseida por Karma, que a su vez está poseída por el Rey Sombra -aunque eso nos lo dirían en un número posterior, sí- adquiere tintes surrealistas porque mientras ocurre toda esta bronca al otro lado de la arena está Dazzler cantando tan tranquila, porque supongo que lo normal en la superbowl es que estén los equipos enfrentándose y en una esquina estén Shakira y J-Lo cantando. Yo que sé, son una banda de ricachones degenerados, la saturación sensorial debe ser una de sus perversiones.
Y mientras los personajes rompen acondicionamientos mentales y empiezan a pegarse sobre fondos prácticamente vacios, nos vamos dando cuenta de que este probablemente sea el cómic de Sienkiewicz con menos mancha de toda su trayectoria en la serie. Entinta casi todo a línea con pocos negros, define espacios con ellos, sí, pero ya no apenas usa la mancha para definir rasgos o se basa en un claroscuro más detallado. Y es una auténtica lástima, porque se nota que Sienkiewicz quiere seguir en la serie, que las historias de guerras mentales que se están planteando en ella le vienen que ni pintadas, pero todos somos humanos y el cuerpo llega un momento en que dice basta… Y se acabó lo que se daba.
Toda la trama de Karma siendo poseída por el Rey Sombra y su transformación en una obesa mórbida se resolverá en los números posteriores a cargo de Steve Leialoha, que pone todos sus esfuerzos para no desentonar con el estilo de Sienkiewicz; tiene toda la pinta de que en este momento Sienkiewicz no pensaba dejar la serie, y de hecho volvería tres números después compartiendo su tarea junto a Mary Wilshire, pero empezaría no hacer portadas, a limitarse a hacer solo el entintado, a fallar y fallar más porque Elektra debía de tenerlo muy absorbido… Y acabaría dejando la serie, para alivio de todos sus detractores que tan fans de los Nuevos Mutantes no debían ser si tras su marcha no se molestaron en volver. Aunque también deberíamos admitir que la serie que había dejado Sienkiewicz -su último entintado fue en el número 38, otro crossover con Secret Wars II con lápices de Rick Leonardi- no era la misma a la que había llegado un par de años antes. Los Nuevos Mutantes había madurado tremendamente, la evolución de los personajes había sido mayor que en todos los números anteriores y Claremont por fin les había cogido el pulso necesario para empezar a ponerlos al nivel de sus compañeros de Uncanny X-Men.
Porque Claremont siempre ha sido más un corredor de fondo y necesita rodaje con los personajes, pero cuando se encuentra con un dibujante capaz de darles una identidad a los personajes y hacer que todo encaje, su trabajo se acelera y mejora exponencialmente. Sin desmerecer la labor de Bob McLeod -que bastante complicado lo tenía ya a la sombra del trabajo de Byrne y Cockrum de Uncanny- Sienkiewicz a lo largo de su etapa consigue meternos en el pellejo de Dani Moonstar, nos hace sentir su terror al Oso Demonio y la determinación al enfrentarse al mismo de una forma prácticamente suicida. Illyana también explota como personaje en estos números, además de Rahne o la forma en la que empezamos a ver más matices de Roberto, Amara o Sam. Todo esto en mayor o menor grado, es cierto, personajes como Warlock solo serán un pequeño apunte a desarrollar en números posteriores, pero el tono, el ritmo y la forma de lo que sería a partir de entonces Nuevos Mutantes se consolida en el trabajo de Bill Sienkiewicz.
New Mutants es una serie sobre adolescentes que no cae en la estupidez de muchos subproductos de la época, en hacernos creer que la adolescencia es un periodo feliz borracho por la nostalgia, New Mutants avisa a sus lectores de que la adolescencia va a llegar, va a dar miedo, vamos a tener que cambiar, vamos a tener que luchar, pero que merece la pena, que pase lo que pase no debemos rendirnos bajo ningún concepto. En cierto modo y a pesar de los múltiples intentos futuros y pasados, New Mutants es la verdadera heredera del Spiderman de Steve Ditko, de lo que realmente trataba de contarnos aquel genio mediante el personaje de Peter Parker. Tú, lector, no eres Peter Parker ni eres Illyana o Dani, tú eres tú y puede que el mundo a ratos de miedo y la vida hasta sea peligrosa, pero merece la pena vivirla porque solo en el momento en el que superamos nuestras dificultades somos realmente nosotros mismos.
Claremont suele decir que los personajes con los que más disfruta al escribir son los adolescentes, porque son los que experimentan cambios constantemente. Y si la propia Uncanny ya estaba basada en el cambio a pesar de las presiones de tanto editores como lectores, New Mutants iba a ser la serie que más cambiara, que más mutara de todas ellas. Tristemente y tras el paso de Sienkiewicz por la serie, la inestabilidad en el apartado gráfico y los problemas de agenda de Claremont se fueron multiplicando hasta que ambos autores tuvieron que abandonar la serie por completo, con lo que esa evolución proyectada quedó completamente truncada. Los Nuevos Mutantes sería a partir de ese momento la serie de Bill Sienkiewicz, un año de explosión creativa que marcaría una película que jamás se estrenará y una serie de televisión más que recomendable. Y aunque X-Men haya tenido bastantes referentes y algunos revientateclas traten de escribirla pensando que tienen que fijarse en Morrison y no en Claremont, es indiscutible que para escribir Nuevos Mutantes tienes que leer estos cómics, aunque hayan pasado casi cuarenta años desde que se publicaron.