Supongo que la nostalgia es lo que ha hecho que un crossover tan chapucero y apresurado como Secret Wars sea tan bien visto hoy en día. A fin de cuentas, Secret Wars surge para vender juguetes y contrarrestar Crisis en Tierras Infinitas, el gran crossover de DC al que Contest of Champions ni de broma podría haber eclipsado. Y la verdad, yo no tendría ningún problema con Secret Wars si no fuera porque tuvo demasiado éxito, provocando que Jim Shooter, jefazo de Marvel en aquel momento y guionista de la propia Secret Wars, decidiera hacer una secuela más grande todavía. La pregunta es, ¿cómo haces una secuela más grande a una serie limitada que duró un año en la que enfrentabas a la mayor parte de los superhéroes y supervillanos de Marvel? Pues convirtiendo todas las series de Marvel en una gran serie limitada. Y no, no fue buena idea. Y todo a pesar de que estamos ante el que probablemente sea el mejor equipo editorial que ha tenido Marvel en toda su historia.
Secret Wars II constaba de 9 números a cargo de Jim Shooter y Al Milgrom que servían como hilo conductor para una historia que se entrecruzaba mes a mes con todas las series de Marvel, al margen de que el tono o las necesidades de cada serie en ese momento no fueran muy compatibles con la historia de un niñato todopoderoso. Con suerte Beyonder -que se debería traducir como «el de más allá», pero aquí se tradujo como el «Todopoderoso»- se paseaba por tu serie y se limitaba a tener una discusión filosófica o así, pero en el peor de los casos el roto era tan grande que su presencia truncaba tramas enteras, porque Shooter demandaba que los crossovers fueran importantes. En el caso que nos ocupa, el de Los Nuevos Mutantes, la presencia del energúmeno este se notó muchísimo, hasta el punto de que en los dos cruces que tiene la serie con Secret Wars, en el segundo directamente todos los protagonistas son asesinados por el Todopoderoso y los números siguientes van sobre las consecuencias de todo ello y en el primero pues… Bueno, de eso va el post de hoy. Y prometo que intentaré hablar de Bill Sienkiewicz…
Lo habíamos dejado la semana pasada con Magneto reclutando a parte de Los Nuevos Mutantes para enfrentarse con el Todopoderoso para una batalla que se vería en el número 1 de Secret Wars. Lo cierto es que en ese cómic ni Los Nuevos Mutantes ni la Patrulla X hacen gran cosa, pero el Todopoderoso en un momento concreto de la trama -y de la forma más gratuita posible- decide que ése es el mejor momento posible para revelar al resto de los amigos mutantes de Illyana que ella en realidad es una hechicera demoniaca cuya verdadera forma tiene cuernos y rabo, sin pararse por un momento a pensar que igual la chica tenía razones de sobra para seguir en el armario; después de todo, la chica llevaba cosa de un año ganandose la confianza de sus compañeros a duras penas y Rahne todavía se paseaba por la puerta de su habitación rociándolo todo con agua bendita.
Y así empieza el número 30, con Illyana habiendo teleportado a todos sus amigos presentes al limbo y pegándose un berrinche que está a punto de destruir el limbo entero. No puedo hacer otra cosa que lamentar que Sienkiewicz no se quedara más tiempo en los Nuevos Mutantes, porque su trabajo con Illyana es la mar de interesante. No puedo imaginarme como habría llevado él su corrupción y caída en desgracia, como habría ido evolucionando su armadura demoniaca a lo largo del tiempo. Si sumamos a todo esto que la amistad Kitty-Illyana es una de las que menos se desarrollaron -por esto de que cada una de ellas estaba en una serie distinta, y para cuando se formó Excalibur Nuevos Mutantes ya estaba en manos de Louise Simonson- y que Sienkiewicz apenas pudo dibujar, pues como que me da más rabia ver su versión de Kitty demostrando más personalidad que la que Romita Jr estaba haciendo en aquel momento. Que ojo, Romita Jr en Uncanny se sale, ¿eh?
Y no es que Sienkiewicz esté aquí muy fino, de hecho deja el grueso de la narración en manos de Claremont. Primeros planos, generales estáticos… Sí, se nota que está hasta arriba de trabajo, y cada vez que a algún indocumentado le apetece decir la burrada de que Claremont «destrozó» los dibujos de Sienkiewicz tapándolos con montones de texto, suele usar como ejemplo cómics como este.
Y la verdad, Sam, Berto, Amara e Illyana tienen un papel bastante secundario en toda esta historia, teniendo bastante más protagonismo Kitty y, sobre todo, Dazzler. Quieras que no Claremont usó esta historia como puerta de entrada de Alison Blaire a los X-Men, y por eso le dedica tanto tiempo a profundizar en sus frustraciones por su carrera musical truncada y las tentaciones que tiene por ser gladiadora y ser aclamada por el público. Vamos, que los Nuevos Mutantes están de fondo, y aunque Illyana debería comerse el grueso del cómic por el palo que se ha llevado, lo único que tiene son berrinches y salidas de tiesto en cuanto ve al Todopoderoso, el resto del tiempo se la ve bastante ida.
Para cuando acaba el cómic y prácticamente se nos cuenta la verdadera identidad del villano que ha reconstruido la arena de gladiadores -es Karma poseída por el Rey Sombra, sí- volvemos a tener un cliffhanger que parece darle más protagonismo a los Nuevos Mutantes porque enfrenta a Roberto y Amara contra una especie de constructo cibernético en el que está encerrada Kitty. Y no, no me he olvidado del todopoderoso, porque aparece de repente delante de Sam, Illyana y Rachel, le hace ver nosequé del Fénix a esta última y luego se larga. Así, sin más, porque así eran los bonitos -e insoportables- tiempos de Secret Wars II; en cualquier momento aparecía el niñato ese, hacia cualquier gilipollez que descarrilaba en mayor o menor medida la historia que se estuviera contando y luego se largaba. Que manía le tengo al evento de los cojones, dios.
La semana que viene terminaremos la historia de los gladiadores y los Nuevos Mutantes volverán a protagonizar su propia serie, pero lamentablemente será también el último número de Bill Sienkiewicz como dibujante completo.