Icono del sitio BRAINSTOMPING

Xavier, ese gran padre: Los Nuevos Mutantes de Bill Sienkiewicz (XII)

A mediados de 1985 la revolución del Giant Size X-Men 1 cumplía diez años y Chris Claremont ya se había convertido en el guionista que más cómics había escrito sobre los mutantes. Había sacado adelante un spinoff que disfrutaba de bastante éxito y, aunque desde arriba le habían pedido que el spinoff fuera «otra serie de X-Men», Claremont se había revuelto contra eso y había convertido a The New Mutants en una serie aparte con sus propios protagonistas. Pero esto no acababa de ser del todo cierto…

Ahí los tenéis en la cajetilla de arriba, mitad Patrulla X mitad Nuevos Mutantes.

Porque, simultaneamente a la etapa de Bill Sienkiewicz en Los Nuevos Mutantes -ya, ya vuelvo a ella- en Uncanny teníamos la etapa de Claremont y Romita Jr, en la cual Los Nuevos Mutantes se habían convertido en secundarios habituales de la serie. Y es que mientras que en la serie de Los Nuevos Mutantes los miembros de la Patrulla X eran mucho más raros de ver -hace unas semanas ya vimos a Coloso, Pícara o Tormenta, pero Lobezno ni asoma- Claremont no tiene los mismos reparos a la hora de hacer que personajes como Magma, Illyana o Roberto asomen por la serie principal (no en vano Los Nuevos Mutantes son coprotagonistas de la saga de Kulan Gath), hasta cierto punto «promocionando» la serie secundaria. Es un momento raro en X-Men, porque gran parte de sus tramas principales -la redención de Magneto, para ser exactos- se desarrollan a pachas con interludios en Nuevos Mutantes, además de que personajes como Rachel Summers aparecen en New Mutants sin razón aparente para que luego su historia se desarrolle en Uncanny X-Men. Y eso por no hablar de antes de Sienkiewicz, con Kitty siendo el centro de alguna que otra historia de los Nuevos Mutantes; en cierto modo la negativa de ella a unirse al grupo se ve reflejada en todos los lectores de Uncanny que veían su serie favorita invadida por esos niñatos de los que ellos no querían saber nada y que, para colmo, ahora estaban dibujados «tan raro». Pero estábamos hablando de Legión y de Bill Sienkiewicz…

Sí, Jack es un mamarracho.

El último capítulo de la saga de Legión tiene por título Soulwar y nos va a llevar al centro de la mente de David Haller. Si hasta ahora solo habíamos visto la perspectiva de dos de sus personalidades, tanto la de Cindy como sobre todo de la de Jack, su versión aventurera y colonialista, en Soulwar se destapan todas las verdades y descubrimos que ni Jack es tan guay ni «el árabe» tan malo. Y ojo, que si hasta ahora Los Nuevos Mutantes casi habían sido un accesorio para una historia protagonizada por Xavier, en este cómic por fin se ve su valía y Dani Moonstar demuestra la pasta de la que está hecha, la de líder del grupo -personalmente, nunca entendí que Xavier la hiciera compartir el liderazgo con Sam, pero claro, ¿desde cuando el calvo toma buenas decisiones?-. Por su parte a Sienkiewicz se le ve menos estresado en este cómic, al que probablemente pudo dedicarle más tiempo y eso se nota bastante en el resultado final.

Vosotros decid lo que queráis, pero si hubieran tenido VR en los 80 los interfaces habrían tenido esta pinta. Y sí, es verdad que los de ahora tampoco son muy distintos…

 

Y es que pasan muchas cosas en un cómic en el que hasta tenemos tres páginas de interludio con Magneto -otra vez, sí- y otra con Émpata planeando su venganza sobre los Nuevos Mutantes -que eso ya lo veremos la semana que viene- mientras los Nuevos Mutantes y Xavier siguen navegando por el mundo de las tramas mecánicas y las psiques hechas jirones. Aquí Sienkiewicz introduce también lo que yo llamaría el «plano psíquico ochentero», que viene a mostrar mediante la memoria fracturada de David, representada mediante cuadros o cristales que flotan suspendidos en el aire y que me recuerdan muchísimo al estilo de decoración más vanguardista de la época.

Aquí Dani, demostrando que ella es la que vale.

Y eso sin olvidar que, siendo Sienkiewicz como es, el mundo de la abstracción mental le viene como anillo al dedo, y precisamente por eso el personaje de Jack es uno de los que brillan con diferencia en esta historia. Presentado como el paradigma de aventurero con bigote -a lo Tom Selleck que dirían Los Nuevos Mutantes- a medida que avanza la historia su pelo se torna cada vez más y más imposible, más Legión, hasta el punto que para cuando se revela como el verdadero villano de la historia acaba pareciéndose más a Legión que otra cosa -y sí, sé que a posteriori se creó una identidad «Legión» para David que era su verdadera personalidad malvada, pero eso ya es otra historia-. Sin embargo y para cuando acaba el cómic, tenemos una página la mar de interesante en el «mundo real», en la que podemos ver el primer encuentro de Xavier con su hijo:

¡Ese Xavier que va de padre de todos y no es buen padre para nadie!

Sienkiewicz muestra a David con su peinado y cejas imposibles, casi un garabato -no lo olvidemos, su psique sigue estando hecha una mierda- y a Xavier como una roca, casi como un moai de la isla de Pascua en sombras que acaba derritiéndose en la última viñeta. Lamentablemente este bonito reencuentro y la promesa de Xavier de cuidar tanto de su hijo como de Gaby no irá a ninguna parte, y al poco se largaría al espacio y no volvería hasta que Legión fue poseido por su peor enemigo, el Rey Sombra. Gracias por joderla otra vez, Chuck. Si es que eres peor que Cíclope…

¿Quién habrá sido el gracioso al que se le ocurrió poner a Roberto en forma de Mancha Solar en la cajetilla?

La semana que viene nos vamos al circo, pero no uno de payasos y trapecistas no, si no uno de gladiadores y gente matándose. Ya, ya sé que a priori es una historia un poco sobada que ha terminado siendo un tópico del género de superhéroes, pero aquí estamos por Bill Sienkiewicz y no todo es lo que parece…

Salir de la versión móvil