Una semana mas seguimos de cuarentena tratando de sobrellevarla lo mejor posible, lo que no es nada fácil cuando Diógenes se encuentra en el sótano cosiendo pequeños uniformes con los que vestir a las ratas que esta entrenando para su Europa Universalis Live Action. Por suerte nos queda la ficción para evadirnos, o mas bien para evadirnos a mi manera, sin apartar la vista del todo de la realidad del momento y recordando todas esas grandes obras que en algún momento han tocado estos temas. Y hoy toca un pequeño clásico de los ochenta que me marco mucho de niño por su crudeza (y que Diógenes va a odiar), el origen de Terminator, el mas trágico de los Caballeros del Espacio.
Durante la cruenta guerra entre los nobles Galadorianos de la Galaxia Dorada y los Fantasmas del Espacio de la Nebula Oscura, fueron incontables los enfrentamientos entre las dos civilizaciones y atroces los métodos que estos últimos utilizaron para conseguir sus objetivos de dominación. Entre ellos el mas inhumano sin duda fue la Plaga Fantasma, una mortal enfermedad para la que no existía cura y que era capaz de aniquilar mundos enteros en poco tiempo. Una enfermedad ante la que solo existían dos soluciones, una rápida y misericordiosa eutanasia que ahorrase a sus victimas el sufrimiento, o la muerte en vida que sufrió uno de los mas letales guerreros de los Caballeros del Espacio…
Leer de niño como los Caballeros del Espacio habían sacrificado su humanidad, convirtiéndose en cyborgs, para proteger su mundo ya daba algo de mal rollo, pero llegar a esta historia en la que se descubría que Terminator (tres años anterior al famoso Cyborg de Schwarzenegger) tras haber sido infectado por esa plaga jamas podría volver a ser humano y estaba condenado a pasar el resto de su existencia siendo mas maquina que hombre (y ademas seis años anterior a Robocop, película en la que curiosamente aparecen cómics de ROM en diversas escenas, este comic era un adelantado a su tiempo) era un poco aterrador.
En esta historia de complemento aparecida en el numero 16 de ROM Spaceknight, Bill Mantlo y Sal Buscema nos contaban el primer encuentro de ROM (el mas grande de los Caballeros del Espacio) y Starshine con la plaga, cuando ambos y Terminator se encontraban durante una misión de reconocimiento a una nave medica Galadoriana siendo atacada por las naves de los Fantasmas del Espacio y se llevaban la trágica sorpresa de descubrir a los supervivientes del ataque ya infectados por la Plaga.
Una situación ante la que Terminator reacciono de forma sorprendente para sus camaradas, sobrecargando con sus rayos ópticos la fuente de alimentación de la nave y haciéndola explotar para acabar con el sufrimiento de los “supervivientes” de la forma mas rápida e indolora posible.
Pero para esta reacción visceral y en principio incomprensible para sus camaradas, incapaces de comprender como podía haber ejecutado de una forma tan fría a los tripulantes de una de sus propias naves hospitales, Terminator tenia una aterradora explicación.
Antes de ser la fría maquina de matar que no tenia piedad para los Fantasmas del Espacio, Terminator era un simple joven del planeta Thayri, un mundo pacifico dedicado a las artes que se convirtió en uno de los primeros objetivos de los Fantasmas durante la guerra y sobre el cual desataron su Plaga Fantasma aniquilando a la practica totalidad de su población.
Solo el hombre que se convertiría en Terminator sobrevivió, rescatado en el ultimo instante por médicos Galadorianos, quienes incapaces de encontrar una cura para la enfermedad que estaba destruyendo su cuerpo hicieron lo único que se encontraba en sus manos para salvar su vida, someterle al mismo proceso al que se habían sometido cientos de voluntarios en Galador, implantando en una armadura sus restos orgánicos aun sin infectar y destruyendo el resto. Un proceso por el cual salvaron su vida pero que al mismo tiempo le condeno a ser el único de los Caballeros del Espacio que jamas podría recuperar su humanidad.
Una trágica historia que de pronto explicaba su beligerancia contra los Fantasmas del Espacio y su política de disparar primero y no preguntar jamas. Con esto Bill Mantlo consiguió añadir una nueva dimensión a los horrores de la guerra provocada por los Fantasmas del Espacio y remitía a sus lectores al uso de las armas químicas y biológicas por parte de distintos gobiernos del mundo a lo largo de la historia, incluido el suyo, como el uso de cloro, fosgeno o gas mostaza en la Primera Guerra Mundial por parte de Alemanes, Británicos y Estadounidenses o casos por aquel entonces mas recientes en la memoria de sus paisanos como el uso del agente naranja por parte de su gobierno sobre Vietnam.
Y todo ello, al igual que buena parte de la serie, contó con el enorme talento de Sal Buscema, quien durante su larga estancia en la serie demostró una y otra vez lo bien que se desenvolvía dibujando ciencia-ficción y que ademas de ser uno de los mejores creando mundos fantásticos o grandes batallas en las que uno casi siente los golpes, tenia una habilidad increíble a la hora de reflejar el terror en la cara de sus personajes. Uno de esos artistas con mayúsculas que aun hoy en día a sus ochenta y cuatro años sigue dibujando muy de vez en cuando (historias cortas y portadas en la actual serie de ROM de IDW y comissions para sus fans) y del que siempre es un placer encontrarse con su trabajo en un cómic.
Pero la historia de Terminator no termino aquí ni mucho menos, tuvo tiempo de convertirse en enemigo de ROM, enfrentarse a Galactus, redimirse y acabar demostrando que en el fondo el era tan noble como el resto de sus camaradas. Y aunque el personaje lleva décadas muerto en tiempos recientes se vio a otro Caballero vistiendo su armadura (en el Infinity de Hickman) y mas recientemente en la serie actual de Cable nos hemos encontrado con otro Caballero que tiene pinta de venir a ocupar el lugar que este ocupo en su día. Yo por mi parte sigo acumulando material sobre epidemias para estos días de cuarentena que parece que van para largo y compartirlos por aquí con quienes no quieran evadirse del todo, que seguro que somos unos cuantos.