Estos días anda publicándose en Estados Unidos Fantastic Four vs X-MenJon Bogdanove, Doctor Doom, Doctor Muerte, una miniserie a cargo de Chip Zdarsky y Terry Dodson que enfrenta a ambos grupos de nuevo pero en el actual contexto post-Krakoa. Una miniserie que Diógenes se ha reservado para hablar de ella cuando termine, pero dado que Zdarsky ya ha dejado claro que este es su particular homenaje a la miniserie original y que la actual esta llena de referencias a esta pues igual toca recordar esa pequeña joya de la inolvidable década de los ochenta a cargo de unos Chris Claremont y Jon Bogdanove en estado de gracia que nos ofrecieron en su día una de las caracterizaciones mas fieles de ambos grupos visualmente espectacular y que en los mas de treinta años transcurridos desde su publicación no ha perdido ni un ápice de calidad o interés.
Tras un brutal enfrentamiento contra los Merodeadores en los túneles Morlocks la Patrulla X ha salido malparada, siendo Gatasombra la mas afectada ya que las heridas sufridas han provocado que pierda el control de sus poderes y su cohesión física se este disipando convirtiéndola en un autentico fantasma con su vida pendiendo de un hilo. Su única esperanza reside en un prototipo diseñado por Reed Richards que podría reintegrar sus moléculas y devolverla a la normalidad, pero sin que la Patrulla X lo sepa, un oscuro secreto del pasado esta minando la confianza de Mr. Fantástico en si mismo y no se atreve a llevar a cabo el proceso por miedo a causar mas daño. Una negativa que forzara a los mutantes a tomar medidas desesperadas y a pactar con el mismo diablo si es necesario para salvar la vida de su compañera…
Pese a que se trata de uno de los mejores cómics tanto de la Patrulla X como de los 4 Fantásticos (aunque es mas un cómic de estos últimos con los mutantes de secundarios de lujo) siempre me ha dado la impresión de que no se encontraba lo suficientemente reconocido. Porque no nos encontramos ante una de esas miniseries intrascendentes que se publican para explotar la popularidad de unos personajes o saturar el mercado, se trata de un cómic espectacular a todos los niveles en el que se nos muestra un retrato psicológico de los personajes prácticamente perfecto con una historia que engancha desde la primera pagina y que es imposible dejar hasta el final. Y que siendo un cómic de los 80 y de Claremont son cuatro números muy densos que cunden como doce de los actuales.
En esta primera toma de contacto de Chris Claremont con el famoso cuarteto, una década antes de hacerse con las riendas de su serie regular, el escritor demostró que conocía y podía manejar a los personajes tan diestramente como hacia con sus mutantes. Porque pese a que la historia que nos cuenta les pone en una situación complicada que les lleva a posiciones un tanto extremas, en ningún momento dejan de ser ellos mismos, héroes y villano (con mayúsculas) por igual, todos actúan de forma consecuente con sus personalidades, no nos encontramos con escenas en las que nos cueste reconocerles, y hacer eso mientras dejas al lector atrapado con lo que le estas contando no es nada fácil. Y con el añadido de un final perfecto en el que de nuevo se clavan las personalidades de los personajes.
Pero sin duda para mi uno de los mayores atractivos de esta historia, sobre todo releída ahora, es el retrato que nos encontramos de Reed Richards, un personaje que como suele decir Diógenes esta casi arruinado para una generación de lectores a base de convertirle en un ser frio y analítico, casi sin emociones y que en demasiadas ocasiones actuá mas como un ordenador que como una persona (lo que hicieron con el en Civil War no tiene perdón). Pero aquí esa versión de Reed aun no existía y Claremont nos ofrece una mucho mas acorde con lo que fue el personaje durante muchísimo tiempo, el científico que podía perder la noción del tiempo trabajando pero que era un hombre cálido y cercano que adoraba a su familia y a quien no le importaba dejarlo todo de lado para hacer reír a su hijo.
Y si el trabajo de Claremont es impresionante el de Jon Bogdanove es sencillamente espectacular. Acompañado aquí del entintado de Terry Austin y el coloreado de Glynis Oliver, lo que nos ofrece este equipo creativo es uno de esos cómics que es un autentico placer para la vista a todos los niveles. El dominio de Bogdanove del lenguaje corporal y la expresividad facial de sus personajes es de quitarse el sombrero, tanto que podríamos suprimir los diálogos del cómic y no seria demasiado difícil seguir la historia. Un dominio que se extiende incluso a personajes tan complicados de dibujar bien como el Doctor Muerte y que en sus manos es tan expresivo como el resto simplemente jugando con su mirada y forzando de vez en cuando su mascara.
Y tampoco podemos olvidar como su Franklin Richards aquí parecía un niño pequeño de verdad y no simplemente un adulto bajito y cabezón, estando cuidadisimosimo tanto su aspecto físico como su forma de moverse y gesticular dándole una naturalidad como pocas veces ha tenido, unas cualidades que hicieron de Bogdanove el dibujante ideal para Power Pack donde permaneció cuatro años.
Pero aquí Bogdanove demostró ademas ser todo un prodigio en su manejo de las luces y las sombras tanto a base de manchas de color o utilizando tramas (que en aquellos años debía ser todo un engorro utilizar) con poco que envidiar a nadie al respecto. Un uso que no se limita a dotar de mayor realismo a determinadas escenas o de crear un efecto visualmente atractivo, sino que Bogdanove lo utilizo para dotar a determinadas escenas de una atmósfera determinada, de utilizarlas de la misma forma que utiliza el lenguaje corporal y facial de sus personajes para transmitir emociones sin palabras. Lo que acompañado del coloreado de Glynis Oliver, quien en muchas ocasiones recurría a ese coloreado plano monocolor que ya apenas se usa pero que quedaba tan bien en determinados momentos, hacen de este cómic una pequeña joya en todos los sentidos.
Sin duda este es un excelente cómic que vale la pena recuperar y que ha aguantado el paso del tiempo a la perfección, siendo hoy en día una lectura tan recomendable como lo fue en su día si no lo es mas por culpa de los desastres cometidos contra buena parte de sus protagonistas. Un cómic que también nos sirve de recordatorio de lo criminal que es que en Marvel sigan sin darle trabajo regular a Chris Claremont (me encantaría verle al frente de los Young Avengers) o de lo triste que resulta que Jon Bogdanove acabase centrando su carrera en la enseñanza y dejase de lado los cómics (o la industria le dio de lado a el).