Tras un pequeño parón este año se ha celebrado de nuevo esa farsa en la que Diógenes, sabiendo de antemano a quien irán a parar las estatuillas de los Oscars, interpreta una pantomima en la que mi ingenuidad y fe en la bondad del ser humano me hacen creer en su palabra y aceptar participar en su porra para los Oscars. De forma nada sorprendente he vuelto a perder, ya que yo juego limpio, y me ha tocado someterme al castigo del perdedor. Aunque a su favor tengo que reconocer que Diógenes este año ha sido generoso y se ha conformado con obligarme a ver, y reseñar, una película que jamas había visto y que siempre me había negado a ver, ya que tenia una idea preconcebida de la misma excesivamente distorsionada. Y ahora no me queda mas remedio que reconocer que no podía haber estado mas equivocado con esta película y que Rocky es un peliculón de los que hacen historia.
Rocky Balboa es un perdedor, un boxeador con pocas luces y un corazón enorme que a sus treinta años empieza a hacerse mayor para el deporte profesional y que malvive ganándose la vida como puede en combates de mala muerte en gimnasios y cobrando deudas para un mafioso de poca monta. Pero un día la suerte llama a su puerta cuando Apollo Creed, el campeón del mundo de los pesos pesados de boxeo, busca darle la oportunidad a un desconocido para que le dispute el titulo y es Rocky el escogido. Y aunque las dudas y la inseguridad le atenazan Rocky, él no quiere rendirse, quiere demostrarse a si mismo y al mundo que puede conseguirlo, que por una vez en su vida puede ser algo mas que un simple perdedor…
Como decía al comienzo del articulo yo tenia una imagen tan distorsionada de esta película que todo parecido con la realidad ha sido coincidencia. En mi cabeza me había formado la idea de que esto era una “película deportiva” que giraba en torno a unos temas que nunca me han interesado, ni el deporte profesional en general ni el boxeo en particular, y que ese era el eje principal de la película. Pero lo que me he encontrado es un drama humano que me ha dejado atrapado desde el primer momento y que me ha hecho ganar un respeto enorme por Sylvester Stallone tanto en su faceta como actor como en la de guionista.
Y ésta fue una película que a Stallone le costo muchísimo sacar adelante, pese a que apenas le llevo algo mas de tres días escribir el guion. Y es que aunque al estudio le gustó ese guion, no les gustaba tanto la idea de que la protagonizase ese tío feo desconocido que hablaba tan raro, y preferían confiar el proyecto a gente como James Caan, Robert Redford, Ryan O’Neill o Burt Reynolds. Pero Stallone creía mucho en su idea y no quería que esta se convirtiese en un éxito para otro, así que a base de perseverancia y de conseguir mantener el presupuesto de la película bajo mínimos, reclutando a miembros de su propia familia para papeles menores y adaptando el guion para abaratar algunas escenas, consiguió que le dieran luz verde para el rodaje de Rocky con él de protagonista.
Una película que ademas, y como ya he dicho y no me cansare de repetir, no era lo que yo creía que era. Porque aquí el boxeo profesional no deja de ser una excusa, un simple vehículo, para contarnos lo que realmente importa, el drama de un hombre no demasiado espabilado, a quien solo se le da realmente bien una cosa pero con quien la vida no se ha portado bien, que siempre lo ha tenido todo en contra y a quien nadie ha dado jamas una oportunidad. Una acumulación de circunstancias que han provocado que Rocky sea un manojo de frustraciones y rabia contenida que a duras penas es capaz de reprimir. Algo que contrasta con una naturaleza bondadosa que le impulsa a reprimir esa rabia y a ayudar a los demás siempre que puede.
Pero lo mejor es la forma en la que se nos muestra esto en la película, y en donde reside la mayor parte de este renovado respeto que siento hacia Sylvester Stallone, guionista de la película, en un uso perfecto de eso que se suele llamar “show, don’t tell”. Ya desde el primer momento de la película durante el primer combate de boxeo vemos como Rocky pelea a la defensiva, aguantando los golpes de su oponente, hasta que este le hace sangrar y ahí le vemos perder el control y lanzarse hacia este como una bestia.
Esto es una constante que nos encontramos a lo largo de todo el film y en ocasiones de una forma muy sutil, con un Rocky que siendo cobrador de dudas de la mafia es incapaz de agredir a los deudores, que siempre que puede evita el conflicto ignorando a quienes le insultan, amenazan o traicionan, manteniéndose frio o incluso llegando a encerrarse en el baño para evitar una situación en la que pueda acabar haciéndole daño al otro. Y en esos momentos en los que la rabia es tal que no puede controlarse siempre se desahoga contra algún objeto como esa ya iconica vaca muerta del matadero a la que aporrea o el mobiliario y paredes de su piso repleto de cuchillos y machetes clavados por todas partes que parecen indicar que en ese apartamento han habido muchos momentos de desahogo.
Pero por encima de toda esa rabia reprimida destaca esa historia del perdedor a quien realmente no le interesa ganar. Pese a la oportunidad que le ha brindado el destino Rocky no busca realmente la victoria, y a lo largo de la película duda muchas veces que sea capaz de obtenerla. Lo único que realmente le importa es demostrarle al mundo, y también a si mismo, que será capaz de aguantar el combate hasta el final, sin rendirse ni dejarse avasallar por un contrincante en mejor forma física y mejor preparado que el. Algo que de nuevo queda perfectamente reflejado en un final que de nuevo nos muestra sin necesidad de decirlo, lo que es realmente importante para Rocky.
Una forma de contar la historia (sin querer desmerecer en absoluto el trabajo de John G. Avildsen, director tanto de esta película como de algunas de mis películas favoritas de mi infancia) en la que Stallone brilla tanto detrás de las cámaras como guionista y delante como actor. Antes hablaba de mi renovado respeto por el, y no es para menos, ya que ademas de un guion aparentemente sencillo pero repleto de fuerza me he encontrado con un actor con mayúsculas en lo que Diógenes me definió como la mejor interpretación de su carrera, y con lo que no puedo evitar estar completamente de acuerdo. Un trabajo como actor que tras ver de lo que fue capaz aquí me entristece un poco que Stallone acabase triunfando como estrella de acción y no explorase un poco mas esa faceta dramática suya, porque se le daba realmente bien.
Todo esto hizo que la película muy merecidamente no solo acabase convirtiéndose en la mas taquillera de 1976, sino que consiguió acaparar diez nominaciones a los Oscars, incluyendo la doble de Stallone como guionista y como actor, y de las cuales acabó llevándose los premios a mejor edición, mejor director para Avildsen y mejor película. Y aunque Stallone no obtuvo el premio a mejor actor, solo el estar compitiendo ante nada más y nada menos que el Travis de Robert De Niro en Taxi Driver ya debió de ser todo un triunfo; otra vez lo que importa no es ganar, sino llegar hasta el final del combate.
Y supongo que después de esto, de haber descubierto lo equivocado que estaba con esta película, debería aprender la lección y empezar a fiarme de las recomendaciones de Diógenes, pero no me veo con fuerzas, que conociéndole seguro que aprovecha para recomendarme cualquier cosa rara de esas que solo le gustan a él y termina obligándome a ver culebrones para adolescentes o algo peor. Pero lo que si que he sacado de Rocky, tanto por lo sucedido en la realidad como en la ficción, es que a veces la perseverancia, la pura cabezoneria, pueden llevar a uno muy lejos, eso y que Sylvester Stallone me ha demostrado, con cuarenta y tres años de retraso (culpa mía) que es mucho mejor profesional de lo que yo le daba crédito y que ojalá algún día nos sorprenda de nuevo y se aleje de un cine de acción en el que ya no triunfa como antes y regrese al drama (tengo que ver Creed, lo se)