¿Se podría decir que John Byrne entró ya en decadencia en 1988, cuando regresó a Marvel y se hizo cargo de Los Vengadores? Si bien es cierto que Byrne no llegaría a tener el nivel de popularidad de años anteriores, lo cierto es que gran parte de su mejor trabajo como autor completo lo realiza en esta época. Es más, en estos años consigue sacar adelante uno de los crossovers más grandes de la editorial con un resultado bastante notable, y mientras tanto saca al mercado una serie infravaloradísima en un registro que no es el suyo habitual: la comedia. Pero empecemos por el principio…
Como si fuera un presagio de lo que estaba por devorar a la industria del cómic norteamericana, hay que reconocer que los primeros números de Byrne en West Coast Avengers son un tanto «edgy». Que no nos engañemos, estas historias son escritas bajo la sombra de Watchmen y Dark Knight, pero si en Alpha Flight ya habíamos visto los primeros ramalazos de un John Byrne «oscuro» y su despedida de Superman había seguido en la misma línea, la historia de la Bruja Escarlata que empieza en este cómic parece reafirmar la tendencia que exploraría a fondo en series posteriores como Next Men. Byrne no tiene piedad con La Visión ni con la pobre Wanda Maximoff, que en un cortísimo periodo de tiempo descubre que sus hijos no son reales y que su marido androide ha sido desmontado pieza a pieza por un consorcio internacional que lo considera un peligro público -es una historia muy larga pero TIENEN RAZÓN-, con lo que para cuando es reconstruido ya no la reconoce como su esposa. Y con esto arranca Byrne su etapa en la serie, que lamentablemente no duraría más de nueve meses.
Y es que por mucho que se montara Actos de Venganza y una etapa paralela en la serie principal de Vengadores con Paul Ryan al dibujo, la salida de Byrne de Vengadores es otra de tantas espantadas, con Fabian Nicieza teniendo que rematar una saga con Nebula y Spiderman y los Vengadores Costa Oeste recibiendo la peor parte, porque la historia de la Bruja Escarlata que llevaba contando desde el principio es cortada de la manera más abrupta posible y con el editor Howard Mackie -que, recordémoslo, era amigo suyo- viéndose obligado a meter dos o tres números de relleno hasta que un clásico como Roy Thomas llega a la serie sin saber muy bien como limpiar el piso.
Paralelamente a todo esto, en 1989 Byrne ha empezado junto a la editora Bobbie Chase una serie regular de Hulka. El autor, que ya había trabajado con el personaje durante su etapa en los 4 Fantásticos y hasta había realizado una novela gráfica con ella en solitario, toma nota de una de las series de TV más exitosas de aquellos años, Moonlightning -Luz de Luna se llamó por aquí, a mí que me cuentas- y lleva a cabo un cómic humorístico en el que la protagonista constantemente rompe la cuarta pared y hace referencias al propio John Byrne y Bobbie Chase. Otra vez Byrne pegaría la espantada -es lo que tiene ser un divo- porque sin su autorización se publica otra novela gráfica a cargo de Dwayne McDuffie, Robin Chplink y dibujos de June Brigman, She-Hulk Ceremony, en la que se muestra una escena en la que Jennifer Walter trata de depilarse las piernas y no hace más que romper maquinillas de afeitar, lo cual a Byrne le parece una estupidez porque a la primera maquinilla que se rompiera, Jen llamaría a Reed Richards inmediatamente para que le hiciera una de adamantium. Por lo visto, dicha modificación fue una de tantas que Byrne solicitó para una novela gráfica que en realidad había sido realizada incluso antes de que Byrne se hiciera cargo de la serie, con lo que Bobbie Chase también se encargó de que la serie de Byrne entrara en línea con lo que se veía en Ceremony. Esto, que no le hizo ni pizca de gracia a Byrne -me lo imagino gritando furioso «¡han dejado las maquinillas de afeitar!»- provocaría que fuera directo a protestar donde el flamante nuevo Editor en Jefe de Marvel, Tom DeFalco, y le soltara el ultimátum de «o Bobbie o yo». Y se quedó Bobbie Chase, así que de ahí la espantada.
Tras esto y muy poco después, tendríamos otro episodio tristemente infame: Según cuenta Paul Ryan, John Byrne le ofreció que dibujara su regreso a los 4 Fantásticos. Por lo visto Walter Simonson iba a dejar la serie y Byrne pensó que era un momento estupendo para regresar a ella, con lo que Ryan aceptó encantado seguir la colaboración que ya habían empezado en Vengadores y le dijo al editor de los 4 Fantásticos, Ralph Macchio, que aceptaba el encargo. Macchio le dijo que un cuerno, que él no se la había encargado a Byrne y que si Byrne quería la serie, que le llamara. A lo que Byrne dijo que si Macchio sabía que él quería la serie, era Macchio el que tenía que llamarlo a él, y el uno por el otro la casa se quedó sin barrer y Tom DeFalco acabó quedándose la serie y arruinándome la vida. En fin, me cago en todos ellos…
Compuesto y sin los 4 Fantásticos, John Byrne se hizo cargo de los guiones de Iron Man junto a John Romita Jr (que empezó dibujando Ryan, pero prefirió hacer los 4F con DeFalco) y la que muchos consideramos como su canto del cisne en Marvel, Namor. Namor es una serie hecha a su medida, que realiza desde el número uno y a su gusto. Y ojo, que aquí no pega la espantada a los cuatro días, porque Byrne realiza del número uno al veinticinco como autor completo, llegando a encargarse de la tinta y la rotulación de la serie, experimentando con las tramas mecánicas que hasta entonces no había utilizado y permaneciendo en la serie hasta el número 32, en el que lamentablemente pega otra espantada porque joder, es John Byrne y tiene que hacer de estas. Y no, no me preguntéis por qué pegó la espantada, porque lo máximo que recuerda Byrne sobre el asunto es que debió ser que se solapaban fechas de entrega o algo parecido y en paz. Una pena, porque los primeros números de Namor son bastante interesantes y de lo mejorcito que se había hecho con el personaje en solitario, con lo que supongo que podemos darnos con un canto en los dientes porque al menos tenemos esto.
Llegados a este punto -y dejando de lado sus colaboraciones en Lobezno o sus infames dos o tres meses escribiendo los diálogos de X-Men solo para fastidiar a Claremont- nos toca hablar de la línea Legend, la respuesta de autores como John Byrne, Frank Miller, Walter Simonson o Chris Claremont a Image. Byrne cuenta que Dark Horse quería hacer «la Image de los guionistas» y que contaba con un Claremont recién salido de Marvel como primera espada. Sin embargo y siempre según Byrne, Frank Miller prefería que fueran todos autores completos, con lo que Dark Horse optó por seguir teniendo los Martha Washington y Sin Citys de Miller antes que todo lo que Claremont pudiera ofrecerles y Legend incorporó a Byrne, que realizaría para la misma Next Men y Danger Unlimited, trabajos derivados de una propuesta para DC llamada Freaks. Ambas series son bastante distintas a lo que Byrne llevaba haciendo hasta entonces en Marvel y DC, y muestran a un autor que estira sus alas fuera del Comics Code. Sin embargo, se puede ver claramente que el Byrne dibujante cada vez tiene menos interés en «minucias» como dibujar fondos, y poco a poco empieza a justificar la mala fama que ya tenía por aquel entonces de tomarse atajos en su trabajo.
En un momento en el que se ha puesto de moda dibujar el máximo de rayitas posible y el horror vacui, de repente Byrne ya no es un autor de primera fila, y su regreso a She Hulk en el número 31 ya no tiene tanta repercusión como su primera etapa. Byrne manifiesta su desagrado a través de la serie parodiando a Liefeld, Lee o Larsen, pataleando constantemente y tratando de buscar la complicidad con el lector, pero ya es una batalla perdida. Los tiempos han cambiado, John Byrne ya no es una estrella y los nuevos lectores le consideran tan anticuado o más de lo que sus fans de los 70 lo consideraban a Jack Kirby. Aquello de «Jack de Hack» que acusaban a Kirby de vago empiezan a aplicárselo a Byrne, y sus etapas posteriores en Wonder Woman o en la misma Hulka son rechazadas «porque no dibuja fondos». Controvertidos golpes mediáticos años después como Spider-Man: Chapter One no hacen otra cosa que cimentar la imagen de Byrne como un autor en franca decadencia, como un viejo loco que chochea, y alguna de sus series como la del Cuarto Mundo pasan desapercibidas para el gran público. John Byrne ya no es nadie ni cuando vuelve a Superman o realiza una historia de la JLA junto al mismísimo Chris Claremont, su tiempo ya ha pasado.
Tras el fiasco de X-Men Hidden Years -que es cerrada por Joe Quesada como parte de la revolución mutante de Grant Morrison, a pesar de que la serie no iba precisamente mal de ventas- Byrne jura no volver a trabajar para Marvel, y al poco le ocurre otra con DC y hace lo mismo. Autoexiliado de las dos grandes, Byrne recala en IDW, donde realizará varias historias de ciencia ficción y Star Trek hasta nuestros días, cuando dejará de hacer cómics -siempre según él- porque no le pagan lo suficiente como para molestarse en dibujar un cómic ni en hacer fotonovelas. A día de hoy John Byrne está jubilado por las circunstancias, y aunque el nuevo editor jefe de Marvel CB Cebulski ha mostrado su intención de recuperar a Byrne para la editorial y el propio Byrne ha estado elaborando durante los últimos años su propio fanfiction de X-Men, el reencuentro de Marvel y John Byrne no se ha producido ni para la celebración de los 80 años de la editorial.
Y hasta aquí este repaso general a toda la trayectoria de John Byrne. Por el camino se nos queda Alpha Flight, su Hulk, Omac, Doom Patrol y tantos y tantos cómics que Byrne fue realizando a lo largo de una de las carreras más envidiables de la historia del cómic. Estoy convencido de que en un futuro seguiremos hablando de John Byrne, por más que a las editoriales de EEUU les haya dado por pensar que no merece la pena que siga haciendo cómics… ¡Atontaos!