En realidad, el que John Byrne trabajara para DC no era nada nuevo, y es que allá por 1980 John ya había realizado el primer número de The Untold Legend of the Batman, una miniserie guionizada por Len Wein en la que se venía a recontar los orígenes del Caballero Oscuro. Sin embargo, Jim Shooter no tardó en blindar exclusivamente a su estrella y aquella colaboración con DC había quedado un tanto desdibujada porque había tenido que ser terminada por Aparo, que marcó tremendamente su estilo sobre los lápices de Byrne en un intento de darle cohesión a toda la obra. Seis años después John Byrne había dejado expirar el contrato que le ataba a Marvel y recibía una llamada del vicepresidente de DC, Dick Giordano…
La DC a la que volvía era una muy distinta; toda una institución de la editorial como Julie Schwartz acababa de jubilarse, y Paul Levitz recibía poderes absolutos de parte de Jenette Kahn para hacer y deshacer a su gusto. La idea fundamental de la nueva DC post-Crisis era la de intentar atraer nuevos lectores «marvelizando» la editorial, creando un universo más interconectado y con un agresiva campaña de crossovers. Refugiados de la era Shooter como Len Wein, Marv Wolfman o George Pérez habían llevado a la editorial a esta nueva era, y el fichaje de Byrne venía a significarse en una especie de «segunda generación» de la marvelización. Las cosas habían cambiado muchísimo desde los tiempos en los que, según Jim Shooter, los ejecutivos de Warner habían dado a DC por un caso perdido y habían ofrecido sus personajes a Marvel, con John Byrne encargándose de Superman. La cosa por lo que sea no acabó de fructificar y así es como años después DC había resurgido de sus cenizas y estaba plantándole cara a Marvel con una de las mejores etapas de su historia. Y ahora tenían a John Byrne.
La llegada de Byrne a DC fue como la de un crío a una juguetería, en todo su trabajo se nota una excitación tremenda carente del desgaste de su última etapa en los 4 Fantásticos. Siempre teniendo claro que el centro de su estancia por esos lares iba a ser Superman, los primeros trabajos de Byrne para la editorial son portadas de varias series y una página suelta del Batman 400, realizadas todas ellas mientras iba empezando a realizar el plato gordo: Man of Steel, serie limitada que recreaba el origen de Superman y lo ponía al día a los nuevos tiempos. Siempre según el propio Byrne, su idea original era de respetar lo ya establecido en el personaje, pero los editores de DC lo empujaron a romper con el pasado, a decir que Superman era el último Kyptoniano -en el nuevo canon no había lugar para Supergirl, Krypto o el General Zod, él era el único- y a modernizar al personaje en todo lo posible. Y es que así es como lois Lane empezó a ir vestida a la moda, con los múltiples cambios de look tan característicos de los personajes femeninos de Byrne, mientras que Clark Kent abandonaba su eterno traje azul para mostrar un look menos amanerado y más agresivo, lo que algunos por la época llamaron «aspecto de yuppie».
Sin embargo y a pesar de todo esto, el Superman de Byrne mantenía un cariño tremendo por el personaje original, y aunque Lex Luthor pasara de ser un científico loco que se arrastraba por las alcantarillas a ser el dueño intocable de una corporación que dominaba Metrópolis, la esencia de Superman estaba ahí, reforzada ahora por el hecho de que en la nueva continuidad sus padres seguían vivos y reforzando los lazos de Superman con ellos, convirtiendo la personalidad de Clark Kent en la verdadera identidad de Superman, la de un granjero de Kansas que quiere echar un cable a los demás. El relanzamiento de Superman no supondría una excusa para recontar historias pasadas del personaje como se podría pensar en un primer momento, porque Byrne pronto empieza a querer jugar con más juguetes y va introduciendo personajes en función a lo que quiere contar, destacando especialmente Darkseid y otros personajes del Cuarto Mundo de Jack Kirby…
Y es que Darkseid, Orion y demás criaturas de Jack Kirby no tardarían en asomar por Action Comics, con lo que sumamos a todo esto que uno de los primeros trabajos de Byrne tras su gran fichaje por la editorial fue su colaboración como dibujante en el primer gran crossover después de Crisis, Legends, tenemos a un Byrne que coge con ganas los pocos personajes de Kirby que le quedaban por tocar. Y aunque en aquel momento no consigue hacer Demon -siempre según Byrne, «por no querer dejar en el paro a los que estaban preparando una serie del personaje en aquel momento»- la disponibilidad que parecía tener Byrne para hacer lo que le viniera en gana en la editorial nos daba a muchos la impresión de que Byrne había firmado la exclusividad con DC, pero la realidad era otra tal y como se demostró en cuanto Jim Shooter fue despedido de Marvel: en todo momento Byrne había sido un agente libre, y como tal era capaz de compaginar su trabajo en Superman con volver a Marvel con el único objetivo de hundir en la miseria el legado de su odiadísimo Jim Shooter. Pero supongo que para esto necesitamos una explicación un poco más larga…
Allá por 1986 y para celebrar el 25 aniversario de Marvel, a Jim Shooter no se le ocurrió otra cosa que crear «un nuevo universo Marvel». Sería una línea totalmente distinta, más apegada al mundo real y en la que los personajes serían completamente nuevos, creaciones de los mejores autores de la editorial y con un aspecto completamente nuevo y diferente al Universo Marvel original. Sin embargo sus jefes de Cadence no vieron con mucho interés el proyecto, por lo que el presupuesto que le permitieron dedicar a su gran proyecto fue tan mínimo que Shooter solo pudo recurrir a editores y personal de la editorial con escasa experiencia como escritores, dibujantes amigos suyos que casi lo hicieron como un favor personal y demás. De entre las ocho series con las que se lanzó el proyecto destacaba Starbrand, dibujada por John Romita Jr y escrita por el propio Jim Shooter, que venía a contar las aventuras de un chaval de Pittsburgh que recibía maravillosos poderes gracias a una marca alienígena. Siendo como es Shooter de Pittsburgh, todo el mundo vio al protagonista Kenneth Connell como una especie de avatar del propio Shooter, lo que hoy en día llamarían una Mary Sue o Gary Stu, con lo que en cuanto Shooter fue despedido y John Byrne recibió una llamada del editor Howard Mackie -amigo personal suyo- la sonrisa diabólica que puso debió de ser digna del mismísimo Mefisto…
Y el resultado os lo podéis imaginar, lo primero que hizo Byrne es mostrar a Kenneth como un tipo engreído que en las primeras páginas del cómic se dedica a decir que su mejor amiga es una imbécil, que otro de sus amigos lo llame idiota llorón egocéntrico y que, cuando por fin Kenneth sale de su miseria y trate de convertirse en el superhéroe que debería haber sido desde el principio, decida que para demostrar su valía lo mejor que puede hacer es pisotear las pisadas de Neil Armstrong y Buzz Aldrin en la Luna y posar el módulo lunar del Apolo XI en los jardines de la Casa Blanca. Con dos.
No contento con ello, el propio John Byrne se introduce en la serie como un personaje «de fondo» y aprovecha para decir que piensa hacer cien números de «super…» y quejarse de los fans que no paran de preguntarle si volvera a dibujar X-Men, tras lo cual su avatar -y el de Howard Mackie y otros editores de Marvel- le comunican al pobre Kenneth que su disfraz de superhéroe funcionaría en un tebeo, pero que en la vida real se vería claramente su color de piel y ojos, lo prominentes que son su barbilla y nariz y que con un poco de trabajo podrían identificarlo entre todos los habitantes de Pittsburgh. Tras un par de números demostrándonos lo imbécil y mala persona que es el pobre Kenneth, Byrne culmina su maldad mostrándonos como es el peor superhéroe de la historia y el más idiota al desoir todas las advertencias de seguridad y llevar a cabo una manipulación de sus poderes que termina destruyendo por completo Pittsburgh, la ciudad natal de Jim Shooter. Hala, así, por la cara. El resto de la serie -que tampoco duró mucho- Byrne se dedicó a matar al resto de secundarios creados por Shooter, en una orgía de sangre y destrucción que ríete tu de Miracleman, los Ultimates y demás angelitos de la caridad.
Para cuando Byrne acaba con Star Brand, sus amigos de Marvel ya han conseguido convencerlo para que pegue otra espantada del Hombre de Acero y se vuelva por completo a Marvel. El estado en el que deja Superman es un tanto polémico, porque tras dos años de llevar al personaje a las esencias, de repente Byrne muestra como durante su enfrentamiento contra el General Zod de una realidad paralela se ve «forzado» a matarlo a él y a sus esbirros. Y con la papeleta esa deja a Jerry Ordway y el resto del futuro supersquad, con un Superman mancillado que no volverá a ser el mismo, con lo que uno se pregunta qué es lo que pretendía Byrne en realidad con esa «despedida».
La versión de los hechos de Byrne viene a decir que DC no lo protegió lo suficiente, que constantemente se hablaba por aquellos tiempos de que «estaba el Superman de Byrne y luego el Superman de verdad», de rumores que nadie desmentía como que el propio Byrne había echado de DC a Curt Swan… Según cuenta, el último clavo del ataúd de su Superman vino cuando en el especial de la revista Time por el 50 aniversario se afirmaba que su relanzamiento del personaje era «innecesario». John Byrne pegaba la espantada con el número 22 de Superman y pronto ya tendría nuevo destino: Los Vengadores Costa Oeste o, como en aquellos tiempos los conocíamos por estos lares, Los Nuevos Vengadores.