Bienvenidos al presente. Hay colonias por todo el sistema solar y no ha hecho falta que la URSS llegara a la Luna primero ni que Elon Musk llenara el cielo de satélites y de coches del Virtua Racing, simplemente el libre mercado se abrió camino como la especie dominante que es. Bienvenidos al final del mes de Noviembre de 2019.
Y mientras la humanidad se prepara para emigrar de planeta, los replicantes serán los que harán todo el trabajo duro, terraformando y reacondicionando planetas que no estaban hechos para albergar vida, y mucho menos la vida humana. Cualquiera diría que para terraformar un planeta sería mejor usar máquinas y robots que no necesitaran oxígeno para respirar, pero los componentes para crear un replicante son mucho más baratos, más sencillos, rediseñados a partir de un original que ya se había demostrado a si mismo como un proyecto más que fallido. El replicante es el hijo bastardo del veneno que va exterminando el universo, de la plaga bíblica desencadenada cuando Dios sufrió un desengaño.
Por supuesto que era natural que los replicantes se rebelaran, seguramente fue su primer acto que no iba contra la propia naturaleza. La reacción de la humanidad fue la de siempre, en vez de afrontar la realidad se inventan otra: los replicantes son máquinas defectuosas que deben ser exterminadas si salen de las colonías. Si ya de por sí a un replicante se le niegan todos los derechos, ahora ya se les negaba hasta la dignidad de morir, porque al asesinato o a la ejecución de un replicante no se lo calificaría como tal, si no como retirada de la circulación de un trasto defectuoso.
Es exactamente lo mismo que se hizo con los esclavos de hace no tanto, negar su condición de humanos, despersonalizarlos, cosificarlos hasta que solo son un objeto. Que bien hecho está, parece que está vivo, dicen, y precisamente por eso para distinguir a un objeto de un ser humano tienen que hacerle complicados tests de personalidad, examenes genéticos buscando señales de que un individuo está bajo copyright y demás formas de negar la realidad y rechazar que tus herramientas merecen vivir tanto como tú. Tanto como tú o más, porque tu y los tuyos ya habéis demostrado durante milenios que no sois precisamente un bien para el planeta.
Que bonito es pensar que con haber conseguido volar la humanidad ya justifica todo lo que ha destruido por el camino. Esas torres abominables que rozan el hubris, el fuego industrial robado por Prometeo a los Dioses, las pirámides para faraones que siguen vivos. La humanidad está tan enferma o más que el planeta entero, y aunque sería fácil y abstraernos pensando que nosotros no somos responsables, que no somos uno de ellos, cada segundo que les dejamos caminar a la entropía estamos contribuyendo a ello. Y tal vez eso sea lo mejor.
Mientras tanto, la humanidad es la única especie civilizada. La única que sabe que es el arte y la filosofía, la que es capaz de decir que es bello y que es horrible, el juez supremo de un universo que durante siglos ha ido cayendo poco a poco bajo su control, convencido de que el futuro le pertenece y que con el tiempo podrá doblegar al mismo tiempo. El tiempo, justamente ese bien tan escaso para los replicantes…
Esto es una monstruosidad. Nos quieren hacer creer que es un funcionario haciendo su trabajo, pero la crueldad siempre la ejercen los que simplemente hacen su trabajo, nunca los que toman decisiones. Dar una orden, legislar y mirar hacia otro lado mientras las ejecuciones las van haciendo otros, si alguien cree que Leon Kowalski merece perder los escasos meses que le quedan de vida simplemente por estar en el planeta equivocado, es porque prefiere negar la realidad.
Prefieres creer que es malvado y que no tiene sentimientos porque no ama a los animales, porque no ha entendido qué es la empatía, pero en realidad cierras los ojos a atrocidades mucho mayores todos los días, a asesinatos diarios de seres vivos, humanos y no humanos, con lo que para que te des cuenta de que un replicante es malvado necesitas que te muestren un brillo rojo antinatural en sus ojos.
Es solo un test para provocar una reacción emocional, dicen. Simples preguntas. ¿Sentían lo mismo los artistas que acabaron suicidándose por las simples preguntas de la caza de brujas? ¿Cómo puedes sentirte cuando sabes que eres propiedad de una corporación, con una fecha de caducidad definida, sin madre ni padre ni familia? ¿Cómo puedes reaccionar cuando el funcionario que te hace esas simples preguntas tiene la desvergüenza de preguntarte por tu madre?
Hace mucho que Leon Kowalski eligió su propia familia, así que no debería molestarle tanto que le pregunten por su madre. Al final lo que ha motivado su reacción es más el nerviosismo del test, la actitud engreida del funcionario que está juzgando si merece vivir o no en base a lo mucho que se le dilata la pupila o cuanto suda. Y es que Leon Kowalski no es muy inteligente, y lo sabe. Hay una ficha con sus especificaciones en los ordenadores de Tyrell Corporation que deja claro que no es muy espabilado, que lo suyo es el trabajo físico y seguramente sea un tipo no muy dado a las reflexiones filosóficas. Pero señor funcionario, si me preguntas por mi madre… ¡Pues yo me cago en tu puta madre!