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John Byrne, la superestrella de los 80: John Byrne (I)

Podríamos decir sin mucha discusión que los años 60 los marcó Jack Kirby y que los 70 ya fueron de John Buscema. Sin embargo, con los 80 ya habría más debate, porque el género se diversifica y la invasión inglesa hace que la cosa se difumine un poco, por no hablar de que Frank Miller pegó muy fuerte. Sin embargo, creo que si a un lector de cómics de los 80 le preguntaras cuál es el autor de la década, probablemente te daría el nombre de John Byrne.

Conocido en su día como John «The Best» Byrne, hoy en día envilecido por algunos como el señor mayor que grita a las nubes.

Y eso que ya por aquel entonces estaba asociado a la polémica, tanto en lo personal como en lo artístico; y es que si hoy en día tiene esa imagen de ermitaño encerrado en su cuevaforo y vive enfadado por todo, en tiempos John Byrne era la temperamental superestrella que pasaba por cada serie como un vendaval y ponía todo patas arriba, provocando que ningún lector quedara indiferente. En una época en la que todavía había lugar al debate sobre si lo importante era el personaje o el autor, Byrne era un valor seguro para las editoriales, porque fuera a donde fuera arrastraba a multitud de lectores que lo seguían a cualquier serie que hiciera. Y es que la crítica de la época podía estar más a favor de Alan Moore, Claremont o Frank Miller, pero la superestrella era John Byrne.

Claro que si me pones a elegir entre esto y Watchmen, elijo a los dos. Pero a mamá más.

John Lindley Byrne nació un seis de enero de 1950 en West Bromwich, Inglaterra, y su familia emigró a Canadá ocho años más tarde. Para entonces John ya había conocido a Superman mediante la serie de televisión, con lo que para él el nuevo continente vino a traducirse en cómics, montones de cómics. El Superman de Curt Swan, el Batman de Dick Sprang -aunque él pensaba que era de Bob Kane, ya sabemos por qué- el Tarzán de Joe Kubert… Byrne llegaba también justo a tiempo para presenciar el inicio de la edad de plata, con las primeras apariciones de Barry Allen, Hal Jordan y lo que vendría a ser la Liga de la Justicia, pero lo que realmente le volaría la cabeza llegaría unos años más tarde cuando cayó en sus manos el número cinco de The Fantastic Four, la primera aparición del Doctor Muerte y el primer cómic de la serie firmado por el tandem de Stan Lee, Jack Kirby y Joe Sinott.

Eligió un buen cómic para empezar a leer la serie, pardiez.

Sin embargo, y a pesar de que Byrne se volvió loco por aquel cómic -para él era inconcebible que Superman y Batman se pelearan tal y como lo hacían la Antorcha Humana y la Cosa- pero para los 15 acabó cansándose de ellos cuando la portada del número 32 de la serie le prometió que jamás adivinaría la identidad del villano de la historia y él la descubrió en la cuarta página. Ya fuera por esto o por las presiones de unos padres que se creían las mamarrachadas de Wertham, Byrne decidió que ya estaba mayor para los cómics y se pasó a El Señor de los Anillos, Star Trek y a leer ciencia ficción en general. Afortunadamente la tontería no le duró más de cinco años y gracias a un golpe de suerte en una tienda de segunda mano, John pudo ponerse al día con los 4 Fantásticos, el Spiderman de Ditko o los Vengadores; en aquel momento ya no había vuelta atrás, la idea de hacer cómics se le empezó a meter en la cabeza y, dejando de lado alguna incursión desafortunada, podría decirse que realizó su primer cómic antes de terminar sus estudios de arte: The Death’s Head Knight, un cómic de veinte páginas hecho a golpe de viñetas de doble página en el que, según el propio Byrne, se ve su versión «más pura, una anterior a la influencia de Jack Kirby, John Buscema o Neal Adams».

Venga va, adivinad quién es el Hombre Invencible, venga, a que no lo adivináis…

Tras terminar sus estudios empezó a trabajar en publicidad mientras trataba de meterse en los cómics mediante fanzines, etapa durante la que conocería a Roger Stern o Bob Layton, creando al personaje de Rog 2000 que acabaría haciendo que se fijara en él el editor Nick Cuti de la Charlton y le propusiera publicarlo como complemento de E-Man, logrando así su primera serie regular, tras la que vinieron otras series de la editorial como Doomsday +1 o Space: 1999. Y así es como se acabó fijando en el un tal Chris Claremont, que por aquel entonces guionizaba Iron Fist y andaba necesitado de dibujantes después de que «el gato de Pat Broderick vomitara sobre el número anterior o algo» -palabras literales de Byrne, yo me lavo las manos-. Para entonces Byrne solo había tenido una colaboración puntual con Marvel en una historia de El Hombre Cosa que hizo para Tony Isabella, pero fue con Iron Fist con lo que llegó a Marvel y comenzó la progresión que lo llevaría a convertirse en la estrella de la editorial.

Rog 2000 demostraba que John Byrne tenía sentido del humor.

La historia de Puño de Hierro hasta ese momento había sido una de dolor y sufrimiento, con el pobre Daniel Rand siendo creado por Roy Thomas y Gil Kane en el número 15 de Marvel Premiere para pronto acabar en manos de Tony Isabella, que arrastró al personaje a lo largo de siete números infumables hasta que Claremont se hace con la serie -uno de sus primeros trabajos como guionista, ya que hasta entonces solo había desempeñado labores editoriales- junto al ya mencionado Pat Broderick hasta el número 25 con la llegada de Byrne. Estamos ante un John Byrne primerizo que se centra en los planos cortos, que parece apresurado a pesar de que por entonces ya era un dibujante capaz de dibujar tres series al mes.

No dibujaba fondos, pero ya demostraba tenía algunos de sus recursos «made in Byrne» tan característicos.

John Byrne suele describir su experiencia junto a Chris Claremont como un matrimonio de cinco años que terminó con un divorcio en el que Claremont se quedó con los niños y Byrne con la casa. Pero mientras duró el matrimonio… ¡Que pedazo de matrimonio! Los dos autores se consagraron juntos profesionalmente, y es en Iron Fist como se les ve pasar de un estilo más «amateur» a consolidarse como los autores que conoceríamos posteriormente. Claremont en aquel momento está explotando en X-Men junto a Dave Cockrum y Byrne empieza a mirar la serie cual Gollum a su tesoro, diciéndole a Claremont que si Cockrum deja la serie y no lo llaman a él «habrá sangre», con lo que para cuando Dave Cockrum demuestra una vez más su mayor punto débil -sus problemas con las fechas de entrega- ahí está Byrne para demostrar una vez más que es uno de los dibujantes más rápidos del negocio.

A Byrne no le acababa de gustar la idea de empezar su colaboración en X-Men con una viñeta en la que los personajes le dan la espalda al lector, pero…

Para entonces Claremont y Byrne ya se conocen de sobra y están en mitad de su luna de miel, compartiendo la nueva cabecera de Iron Fist en solitario, Marvel Team-Up y ahora X-Men. Sin embargo, y a pesar de que el trabajo de ambos en Iron Fist ha ido mejorando, el cómic es cancelado en el número 15 y obliga a Claremont y Byrne a cerrar tramas en dos números de Marvel Team-Up, dejando los dos autores al personaje definitivamente con tres números de Powerman en los que Luke Cage e Iron Fist se conocen y acaban compartiendo cabecera. Todo es felicidad, Claremont y Byrne están juntos en X-Men y su nuevo editor es un viejo amigo de Byrne, Roger Stern; X-Men despegará en ventas de forma estratosférica y el dúo va a recibir todo el reconocimiento que merecen… Y justo con ese éxito se romperá el feliz matrimonio.

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