Cuando hablamos de que Frank Miller supuestamente iba a hacer otro Year One con Superman, deberíamos estar hablando de palabras mayores. No en vano Miller había sido el autor junto a Mazzucchelli de uno de los cómics más importantes de la historia, el Batman Year One, el cual allá por los ochenta recontaba el origen de Batman y lo reformateaba a los nuevos tiempos. Se ponía el listón tremendamente alto, con lo que la crítica y los lectores no iban a ser nada permisivos…
Y la primera nos la daban en la frente, porque el dibujante era John Romita Jr y no David Mazzucchelli. Todo hay que decirlo, habría sido un milagro que Mazzucchelli volviera al género y Romita Jr es un grandísimo dibujante, pero gran parte de las virtudes del Año Uno de Batman provienen de la personalidad que le imprimía el dibujo de Mazzucchelli, con lo que este Superman de entrada sabíamos que no iba a ser lo mismo. Si sumamos a todo esto que han pasado treinta años y tres generaciones de lectores con sensibilidades y gustos distintos, películas de los personajes y que DC en este tiempo ha hecho decenas de versiones del origen de Superman -mientras que cuando se hizo el Año Uno original apenas se había recontado el origen de Batman, por sorprendente que nos pueda parecer hoy en día- pues que tenemos que el público no estaba tan interesado porque le recontaran el origen de Superman; al fin y al cabo todos tienen una versión para elegir, desde la original de Siegel y Shuster, la de Byrne contemporánea al Año Uno de Batman, la de Loeb y Sale, Johns, Waid y Yu en Birthright, versiones alternativas a granel… Todo el mundo tiene el origen de Superman bastante claro en la cabeza, y estaba claro que si Miller quería destacar, tenía que hacer algo distinto. Y vaya si lo ha hecho, pero si no queréis SPOILERS largaros de aquí ya porque no pienso cortarme un pelo…
Hay que reconocer ante todo que Miller ha hecho en el planteamiento algo muy inteligente, que ha sido tratar de hacer que cada uno de los tres volúmenes que componen la serie forjen la personalidad de Superman, más en el primero que en el segundo y tercero, que son bastante más «nebulosos» en ese sentido. Así, vemos que el primer volumen se centra en la infancia de Clark Kent, pasando por encima de la parte Kryptoniana y su adolescencia -que está mucho más sobada por Superboy o series de TV como Smallville- y nos vienen a contar como un Clark Kent de diez años se enfrenta al bullying en el colegio. Esto es la mar de interesante porque, al fin y al cabo, el Superman original de Siegel y Shuster era básicamente un «castiga abusones», el tipo más grande y fuerte que trataba de defender a los que no podían defenderse. Muy habilmente, Miller nos viene a contar como Clark descubre que enfrentarse directamente a los abusones solo los lleva a ser más agresivos, a atacar a sus compañeros de clase cuando él está lejos y que hace falta mucho más que superfuerza para arreglar sus problemas. Y así es como introducen la idea del periodismo en la identidad del personaje, con Lana y Clark sacando fotos de sus abusos y denunciando la situación. Es una historia sencilla y a ratos hasta pedagógica, aunque se dejan de lado otras «lecciones vitales» del personaje como la de no hacer deportes de contacto por la inmensa ventaja que le dan sus poderes y demás, permitiendo a Clark lucirse a placer.
Pero para cuando termina el primer volumen y Clark deja Smallville, ya se nos enciende la primera alarma: Clark no decide viajar por el mundo al terminar sus estudios, Clark se alista en la marina de EEUU: Quiere ser un Navy Seal.Toma ya, y de eso va prácticamente todo el segundo volumen de la miniserie, con él de recluta y bajo las órdenes de un instructor llamado -snif- Kurtzberg. Y no creáis que durante ese adiestramiento disimula sus capacidades, no, Clark se pasa toda la instrucción como si esto fuera el Combat School de Konami y tuviera vidas infinitas: los tiempos más rápidos de los circuitos de entrenamiento, chuleando a sus compañeros en los entrenamientos cuerpo a cuerpo, sacando puntuaciones perfectas en los entrenamientos con armas de fuego… No sé que puñetas tiene que ver esto con Superman, pero llegado cierto punto y por eso de que está cerca del mar, oye los quejidos de las sirenas y decide tirarse al fondo del mar porque supongo que no ha leído la Odisea. Allí se encuentra a la versión más fea que te puedas echar a la cara de Lori Lemaris y se enamora de ella, y para entonces yo ya me estaba preguntando a dónde quería ir a parar Miller con todo esto.
Mientras tanto, Clark sigue con su puesto en el ejército y entra por fin en combate cuando recibe la orden de acabar con unos terroristas que han secuestrado un carguero. Clark y sus compañeros entran ahí a saco y el chaval se las ingenia para no matar a nadie, pero sus superiores no ven eso con buenos ojos y deciden echarlo del ejército por insubordinación y porque el ejército está para matar gente. Así que Clark decide irse al fondo del mar a vivir con Lori Lemaris, enfrentándose al padre de ella, Poseidón, que es el rey de Atlantis -que se joda Aquaman- y que se enajena más que Odin en el Thor de Jason Aaron. Para cuando acaba el segundo volumen Clark ya ha demostrado a Poseidón lo guay que es y es proclamado nuevo rey de Atlantis. Y yo sigo sin saber a dónde quería ir a parar Miller con todo esto.
Y me quedo sin saberlo, porque el tercer volumen empieza con Lois Lane estrellándose en un submarino cerca de Atlantis y Superman salvándola. Y sin dar muchas explicaciones, Superman deja Atlantis y a su sirena y se va a estudiar periodismo, porque le ha molado Lois Lane que es periodista y va a ir al Daily Planet. Así, sin más. Y claro, a partir de ahí ya tenemos lo de siempre, Superman entrando a trabajar al Daily Planet, Superman despachando criminales, Lois y Jimmy, Lex Luthor urdiendo un plan para enfrentar a Batman contra Superman y que se maten entre ellos, Batman y Superman dándose de palos y Wonder Woman apareciendo de la nada para poner paz entre ellos y… Sí, Miller ha metido Batman v Superman en todo esto. No sé por qué, supongo que porque ha querido introducir «elementos modernos» en la historia, pero al margen de que nos gustar más o menos por el lamentable recuerdo que tenemos muchos de esa película, la verdad es que a esta historia le sienta tan bien como poner de ministro de sanidad al Doctor Mengele.
Superman Year One tiene algunas buenas ideas, sobre todo en su primer volumen, pero da la sensación de que las ganas de Miller de contar una historia distinta lo han hecho perder la perspectiva de lo que es el personaje realmente; dejando de lado que no se maneja muy bien escribiendo niños, el primer volumen introducía varias ideas básicas de la personalidad de Superman al enseñarle que el miedo y la agresividad no eran la solución a todos los conflictos, pero en el segundo y tercer volumen se abandonan esos conceptos «constructivos» en favor de la historia del ejército -que como mucho podríamos decir que nos cuenta que Superman debería ser su propio jefe- o la de Atlantis -¿que Superman no debe ser Rey?-, con un tercer volumen que mezcla lo tópico y ya más que visto con las Snyderadas que preferimos olvidar, sumado todo ello a una aparición de Wonder Woman que sirve para presagiar algunos elementos de las secuelas de Dark Knight. En definitiva, Superman Year One tiene algunas buenas ideas y no se puede decir que sea el desastre que muchos han dicho que es, pero entre el primer volumen y los siguientes da la impresión de que algo se perdió por el camino.