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House of X / Powers of X (I): Los primeros cuatro estados soberanos mutantes

Es difícil permanecer impasible mientras ves una masacre, no mover un solo músculo mientras ves como la obra de tantos años arde pasto de las llamas. Es difícil, si eres persona, y no un monstruo carente de humanidad. Jonathan Hickman me ha hecho sentir durante estos dos meses muy, muy humano.

Algunos solo quieren ver el mundo arder…

Que la narrativa que mueve a los mutantes ha cambiado durante los últimos sesenta años no es nada nuevo, durante sus primeros años treinta años fueron un ejemplo de lo mejor que podía dar la humanidad -porque humanos y mutantes eran en el fondo uno solo, y la supervivencia de ambos dependía del entendimiento entre los dos- y, tras un periodo oscuro más conocido como los 90, la serie se metió en una espiral descendente que aun así nunca perdió de vista una idea: humanos y mutantes deben aprender a entenderse o acabar extinguidos. Tanto unos como los otros. Con Morrison, ya acabados los 90 y siendo el primer guionista que tuvo verdadera libertad en la serie desde los 70, se experimentó con la idea de que los mutantes estaban a punto de tomar el relevo evolutivo, se puso de moda el ser mutante y hasta se jugueteó con la idea de que los mutantes tuvieran corporaciones internacionales que contribuyeran a extender el sueño de Xavier de que humanos y mutantes vivieran en paz. Para el final de la primera década del siglo XXI la situación se había radicalizado más todavía, el Profesor Xavier había pasado de ser un santo varón a un tipo con oscuros secretos y que borraba mentes para tapar sus propios errores y, ya con Matt Fraction, Cíclope proclamaba una isla en la bahía de San Francisco como estado soberano, la primera nación mutante con su propio escuadrón de la muerte, X-Force. Poco después y con Bendis, la Patrulla X de Cíclope -que no la de Lobezno, que esa siguió con el sueño de Xavier- se convertía directamente en un grupo paramilitar que decía despreciar toda ley humana y aun así no vulneraba ninguna. Su etapa, sin el menor asomo de coherencia argumental a largo plazo, terminó sin pena ni gloria, y los mutantes poco a poco volvieron a su razón de ser, a pesar de que en una cortísima etapa a cargo de Tom Taylor Jean Grey volvía a resucitar y a proclamar otro estado mutante. Los mutantes estaban en otro callejón sin salida, la historia de siempre se repetía una y otra vez, parecía que la franquicia estaba agotada… Y un día el presidente de Marvel, Dan Buckley, cogió el teléfono y llamó a Jonathan Hickman para que revolucionara la franquicia, y lo primero que hizo el «tocado por los dioses» fue… Volver a proclamar la nación mutante. Otra vez.

Déjà vú de los gordos, oiga.

Hickman, para los que no lo conozcais, es un señor que allá por 2007 se empezó a dedicar a esto de los cómics autopublicándose cómics como Nightly News o Pax Romana, dibujándolos como buenamente podía a través de una prodigiosa mezcla entre calco de fotorreferencias, vectorizado y componiéndolo todo con bastante fortuna gracias a su experiencia como diseñador gráfico. Así, sus cómics eran la mar de raros, porque el dibujo más que una herramienta narrativa -que lo seguía siendo- eran un apoyo a las composiciones y a los largos textos de rotulación mecánica que convertían sus cómics en algo menos cercano a la novela gráfica y más a una novela «profusamente» ilustrada. Hickman, a su vez, se presentaba como un firme partidario de una tendencia literaria bastante reciente y contraria a una de las reglas de la narrativa actual, eso que los anglosajones llaman «show, dont tell» y que viene a significar que el lector debe recibir la información a partir de las acciones naturales de la historia y no porque un personaje o el narrador se la cuente como si esto fuera un libro de texto; Hickman se empeña, al más puro estilo Masamune Shirow, en incluir largos textos en todos sus cómics explicando detalles del trasfondo de los personajes y del mundo en el que se mueven, los cuales acaban siendo vitales para entender el cómic en sí.

¿Otra vez?

Toda esta tendencia cambiaría bastante al llegar a Marvel, donde en un principio sus editores le impondrían una narración más convencional en Secret Warriors o Fantastic Four, a pesar de que aun así pudo meter sus zarpas como diseñador gráfico en ambas series e incluir algunos textos con conversaciones de personajes y demás; hay que tener en cuenta que Hickman es un guionista de esos a los que siempre le faltan páginas para contar lo que quiere, con lo que, al enfrentarse a la tendencia actual del «cinematic storytelling», tiende a dejarse tantas cosas en el tintero que acaba teniendo que recurrir a esos «apéndices» que más que añadir algo a la historia, la hacen un povo más legible. El éxito de su etapa en Fantastic Four proporcionaría a Hickman el acceso a la joya de la corona de Marvel a principios de la presente década, The Avengers, en la cual pudo soltarse más el pelo todavía y hasta orquestó su primer gran crossover, Infinity, lleno de iconos y logotipos creados por el mismo y de páginas en blanco. Siendo como era Infinity más una imposición editorial que el desenlace que pretendía originalmente para la historia que estaba contando en Vengadores, es comprensible que tras acabar el crossover el hombre deshiciera practicamente lo que había contado en Infinity para volver a contárnoslo todo de nuevo y, esta vez si que sí, enlazarlo definitivamente con la historia que llevaba contando desde su etapa de Fantastic Four y que acabaría con el fin del multiverso en Secret Wars. Porque esa es otra, Jonathan Hickman es un tipo adicto a las historias de escala colosal.

¿PERO OTRA VEZ?

Empezando por una Pax Romana que empezó como una historia de viajes en el tiempo que abarcaba toda la historia de la humanidad -y de la que muchas ideas creo que reutilizó en su SHIELD, que básicamente era un Pax Romana pero adaptado al Universo Marvel, con retconeos locos y tal- Hickman destruye dioses, entidades cósmicas y multiversos enteros en sus cómics, enfrentando a sus personajes a dilemas morales con resultados a menudo desastrosos. Y es en ese esquema de las cosas en el que sus detractores encuentran su mayor fallo, porque en muchas ocasiones sacrifica la caracterización o la causalidad en pos de contar cuanto antes la historia o la escena que quiere contar; en la mayor parte de las ocasiones esto no es ningún problema cuando Hickman usa sus propios personajes -al fin y al cabo el sabrá- pero cuando está haciendo actuar de forma amoral a personajes ajenos conocidos por ser un parangón de virtud, la cosa chirría bastante. El nuevo lector puede que no encuentre ningún problema en que el Doctor Extraño o Reed Richards aniquilen un universo paralelo para salvar al propio -que no lo hacen exactamente, pero barajan seriamente la posibilidad y Namor si que lo hace- pero en el contexto de años y años de cómics e historias de los personajes, la disonancia narrativa es ensordecedora. Y cuando digo disonancia, lo que estoy diciendo es que te dan ganas de pegarle fuego al cómic. Y con toda la razón del mundo, oiga.

Eso por no hablar de que en fin, esa manía de presentar personajes salidos de la nada que eran ultrapoderosísimos…

Teniendo en cuenta la ya mencionada deriva narrativa que había sufrido la Patrulla X durante los últimos años, los personajes ya hacía mucho que no eran «ellos mismos». No hay que olvidar que la verdadera tragedia de los mutantes siempre fue que se pasaron 15 años escritos por un experto en caracterización, con historias que se movían más por la reacción de los personajes a las situaciones en las que se encontraban que por las situaciones en sí, para pasar durante los años posteriores a la mano de autores que querían contar «su» historia y a los que poco o nada importaba quién era Ororo Munroe, Logan o Piotr Nikolaievitch Rasputin; lo importante es que una tira rayos, el otro es un peludo que mata y el otro es superfuerte. El trasfondo de la guerra entre humanos y mutantes había pasado a un primer plano y lo eclipsaba todo, la gran historia a lo Hickman se imponía con lo que, ya que vamos a mandar la caracterización al cuerno de todas formas, tampoco es mala idea llamar a Hickman, que por lo menos nos contará un pollo bien bonito.

Que les gusta el simbolismo, le dijo la sartén al cazo.

Y así llegamos al punto en el que Dan Buckley se le ocurre que es buena idea llamar a Hickman para hacer X-Men. Hickman, que estaba haciendo planes para encargarse de la Legión de Superhéroes -ya digo, a este hombre le va trabajar a lo grande- decide dar un giro de 180º a sus planes y aceptar la generosa oferta de Marvel -nadie ha hablado de una cifra, pero imagino que debe ser gorda-. El nuevo capitán de la nave mutante va a tener lo mejor de lo mejor, el editor será Jordan B White, que ha conseguido que los cómics de Star Wars lleguen a Marvel sin que nadie eche de menos los de Dark Horse -aunque no se que opinarán de esto Ostrander y Duursema, pero bueno- los dibujantes son Pepe Larraz y RB Silva, con Marte Gracia coloreando toda la miniserie inicial. Lo mejor de lo mejor para Hickman, que tendría un año entero para preparar su relanzamiento total de toda la línea, tiempo durante el que Jordan White crearía un «falso relanzamiento» en el que guionistas de la casa como Matt Rosenberg, Ed Brisson o Kelly Thompson podrían jugar con los personajes y hacer con ellos lo que les diera la gana, porque al final Hickman iba a pasar por encima de todo lo que hicieran.

Amnistia significa que los genocidas mueran en la cama, ¿no?

Y lo vamos a tener que dejar aquí porque esto ya nos está quedando un pelín largo, mañana por fin hablaremos de House of X, Powers of X, Harry August y el gol que Jonathan Hickman le ha colado a Marvel por toda la escuadra sin que nadie se diera cuenta. Hasta mañana.

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