En el verano de 2000 y ocho años antes de la película de Iron Man, los Vengadores eran una de las franquicias más importantes de Marvel, solo por debajo de los mutantes y manteniéndose por encima de bombazos del momento como el Daredevil o el Punisher de Marvel Knights. Habían llegado a ser el cómic más vendido del mes en múltiples ocasiones, y el equipo formado por Kurt Busiek y George Pérez venían a ser el buque insignia de la administración Harras, lo que mejor había funcionado en aquellos tiempos posteriores a la quiebra era el recuperar las viejas esencias y el inspirarse -tal vez hasta demasiado- en lo más profundo de la era Jim Shooter. Aunque eso no se lo digas a George Pérez, porque podría sentarle mal.
Que Los Vengadores habían sido el gran triunfador de Heroes Return estaba bien claro, porque antes de Heroes Reborn y Liefeld la serie no pasaba precisamente por su mejor momento; eventos como Encrucijada con la revelación de que Tony Stark era un agente doble de Kang desde los orígenes del grupo y su posterior muerte y sustitución por una versión adolescente no habían funcionado en absoluto, y la mediocridad a la que se estaba viendo sometido el grupo desde la marcha de John Byrne de la serie hacía ya casi diez años solo se había visto mitigada levemente por retazos de la etapa Harras/Epting con la no tan buena Saga de Proctor. Los lectore de los Vengadores eran una especie en extinción al igual que los de los 4 Fantásticos -ugh, DeFalco- y cuando los ejecutivos de Marvel arrebataron dichas series al personal de la editorial para entregarselos a Liefeld y Jim Lee, los gritos ultrajados de los fans se quejarban más por truncar la etapa de Waid y Garney en Capitán América que por la cancelación hasta nueva orden de Thor -aunque esta última tendría una continuación con el infame Jorney Into Mystery:The Lost Gods de Tom DeFalco, mejor no hablar de ello- con lo que la «muerte» de Los Vengadores en un primer momento casi parecía una eutanasia. Claro está que el relanzamiento a manos de Rob Liefeld no ayudó en absoluto, así que para cuando llegó la hora de relanzar Los Vengadores otra vez con Heroes Return, Bob Harras lo tuvo muy claro: tenía que hace todo lo contrario a Reborn.
¡Y vaya si lo hizo! De entrada Capitán América volvía a manos de unos Waid y Garney que en realidad ya no sabían que hacer con el personaje, Thor iba a seguir en barbecho hasta que John Romita Jr encontrara a un guionista -que finalmente sería Dan Jurgens- y Los Vengadores e Iron Man iban a acabar en manos de Kurt Busiek, un antiguo colaborador de Marvel durante los 80 que ya en sus tiempos de fan había sido un tipo realmente reaccionario -sus cartas a Uncanny X-Men durante los primeros pasos del equipo del Giant Size así lo atestiguan, exigiendo el regreso del equipo original y la muerte o expulsión directa de Lobezno, personaje que a dia de hoy me parece que sigue detestando- y que contaba en su haber la infame sugerencia de resucitar a Jean Grey diciendo que la que murió en la Luna no era ella, si no un ente cósmico. Un tipo que deberíamos detestar a muerte si no fuera porque trabajos suyos como Liberty Project o Marvels habían apuntado maneras y a que durante la etapa Reborn había escrito dos de los cómics revelación de la editorial: Untold Tales of Spider-Man -una especie de serie paralela al Spiderman de Ditko la mar de recomendable- y el verdadero bombazo de la Marvel postbancarrota: Thunderbolts.
Thunderbolts nos pilló a todos por sorpresa, y no lo digo tanto por la gran revelación de su primer número como porque en aquellos tiempos todo era un bombardeo constante de nuevos personajes con identidades extremas y todos ellos fuera de si. Formaba parte del relanzamiento «retro» que planteó Bob Harras como reacción a Heroes Reborn; ellos no podían competir con los Imageboys a ser los más molones y más modernos, pero en aquel vacío de poder de la ejecutiva de Marvel -la editorial tras la quiebra estaba en venta- aprovechó para hacer los cómics más retro que uno pudiera echarse a la cara, ser más Marvel de lo que había sido Marvel en los últimos quince años. Y así es como aparecieron Quicksilver, la nueva encarnación de Héroes de Alquiler, el Deadpool de Joe Kelly, el KaZar de Waid y Andy Kubert o los propios Thunderbolts, una serie que remitía más a los 80 y 70, con superhéroes más «tradicionales» y sonrientes en la portada. Luego no era oro todo lo que relucía y las cosas fueron por otros derroteros más cercanos al ya mencionado Liberty Project, pero Thunderbolts había demostrado que se podían volver a hacer cómics de Los Vengadores «normales», al estilo clásico, y fue el éxito de dicha serie más los galones de Marvels y Untold Tales of Spider-Man lo que hizo que Busiek se encontrara disponibles para el solito todos los juguetes que siempre había tener.
Busiek le devolvió a los lectores todo lo que querían, devolviendo los trajes y encarnaciones clásicas de la mayor parte de los personajes, usando una alineación conservadora pero con un par de miembros de los Nuevos Guerreros, recuperando dinámicas de tiempos de Shooter y Michelinie de principios de los 80 y todo ello dibujado por un George Pérez que ya a esas alturas no tenía que demostrar nada a nadie pero que lo seguía haciendo día a día, atreviéndose con cualquier cosa y ganándose con cada viñeta una medalla al mérito en el trabajo. El éxito de Vengadores y Thunderbolts -no tanto Iron Man, que pagó los platos rotos del guionista tratando de abarcar demasiado- había sido tal que durante el año anterior Busiek junto a Carlos Pacheco había realizado una maxiserie de 12 números, Avengers Forever, que se había convertido en uno de los grandes éxitos del año, provocando que tuviera una «continuación» -Avengers Infinity, a cargo de Roger Stern- y hasta una versión mutante con X-Men Forever, a cargo de Fabián Nicieza. Y así se encontró Joe Quesada a los Vengadores, y precisamente por eso ni se mencionaba a los Vengadores durante sus primeras entrevistas tras ser nombrado Editor en Jefe de Marvel.
Ya para entonces Busiek había dejado hace mucho Iron Man y el mismísimo Joe Quesada se había encargado de la serie junto a Frank Tieri, recuperando la armadura clásica roja y amarilla y enfrentando a Tony Stark contra su propia armadura que había tomado conciencia propia por el efecto 2000 -buscad efecto 2000 en wikipedia y reiros, así andábamos en aquellos tiempos- pero más allá de eso, las interferencias de Quesada y su nuevo orden en los Vengadores iban a ser muy escasas, y crossovers de 2001 como Maximum Security -que actuaba a modo de secuela de la Guerra Kree Skrull y la Kree/Shi’ar, toma ya- iban a seguir estando centrados en Los Vengadores a pesar de que el peso editorial había empezado a moverse dramáticamente en favor de Spiderman y los mutantes. Así, Busiek seguiría en Vengadores hasta 2002 para acabar marchándose a DC, siendo sustituido por un fichajazo que ríete tu de Neymar: Geoff Johns, flamante guionista de JSA. Parecía que Quesada había sustituido un valor a la baja por uno al alza, pero Johns pronto demostraría que no estar a la altura de las expectivas y saldría por la puerta de atrás, obligando a Marvel a sustituirlo por el perverso Chuck Austen, el Scott Lobdell del nuevo siglo. Pero si esto ya nos metía el miedo en el cuerpo, había algo aún más terrorifico: Mark Millar sacaba en 2002 una versión Ultimate de Los Vengadores…
Mucho se habló de la relevancia de The Ultimates -porque en aquel momento parecía que tenían que cambiarles hasta el nombre- y hasta hubo bocachanclas que gritaron a los cuatro vientos la superioridad de estos sobre los auténticos Vengadores, pero lo cierto es que The Ultimates es un cómic que ha envejecido rematadamente mal y que de por sí sería digno de su propia autopsia. Aun así, su impacto fue tan tremendo que pusieron en duda el «clasicismo» de Busiek y tanto Johns como Austen intentaron encontrar otro acercamiento al grupo que no llegaría a buen puerto, con lo que Joe Quesada y Tom Breevort se juntaron con Brian Michael Bendis y para 2004 destruyeron por completo a los Vengadores. El resto, como se suele decir, es historia…