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Wally West vuelve con Flash Forward: Scott Lobdell siempre será mi cruz

Estos días está complicado esto de ser bueno y educado, sentarte en tu esquina y no cagarte en todo de la forma más sonora. Porque anda que no hay autores y gente por el mundo, gente perfectamente válida para escribir y dibujar tebeos, que basta que una serie o un personaje me parezca lo suficientemente interesante para que un Jim Lee, un Dan DiDio, un Bob Harras o a un Geoff Johns se le ocurra que es buena idea volver a llamar a Scott Lobdell. Porque sí, Scott Lobdell ha vuelto. Con Brett Booth. Y sí, la culpa es mía, por decirle al universo que Wally West siempre será mi Flash.

¡Y nos engañan, poniéndonos una portada de Evan Shaner! ¡Pero dentro sabemos que está Brett Booth, Y LOBDELL!

La nueva serie se llama Flash Forward, y se sabe poco o nada sobre ella. El equipo creador de la peor encarnación de los Titanes -la de New52, que vino a ser el relanzamiento con mayor número de peores etapas de la historia y que me hizo dejar de leer tebeos de DC por una buena temporada que empiezo a pensar que debería haber sido más larga- vuelve a la carga en una serie en la que Wally intentará encontrar la redención dentro de un universo que intentó matarlo. Unos pensarán que el malo es un señor calvo azul de Watchmen -sí, por más que me he esforzado en no saber nada, lo sé- otros pensarán en un señor calvo con bigote, pero lo cierto es que yo… Yo… Yo solo puedo pensar en los años 90.

Para algunos los 90 son una década nostálgica, para mi son pesadillas como la bastardización del original que hacía la serie de animación de los 90, ¿os he dicho cuánto odio esta serie, y que encima QUIEREN QUE VUELVA?

Yo era joven e inocente, y entonces llegó Tom DeFalco. No, en serio, por aquellos tiempos casi hasta me parecía divertido que cada vez que mi adorado Walter Simonson dejaba una serie, de repente aparecía siempre Tom DeFalco para reemplazarlo, como si fuera M’Rabo con sus pujas automáticas en ebay. Aquello me hacia gracia porque al final por estos lares Thor se publicaba con un enorme retraso respecto a la edición norteamericana y claro, en aquellos primeros números teníamos un Thor cada vez más retro que se pegaba con celestiales y, según lo que veíamos por adelantado por crossovers como Actos de Venganza, la cosa iba a volverse delirante hasta plagiar a Jack Kirby, cosa que a mí en mi inocencia me parecía curiosa y hasta me divertía. Pero claro, no iba a tardar mucho en aprender lo que era el verdadero dolor con sus 4 Fantásticos, que estaban a la vuelta de la esquina y llegaron después de la memorabilísima etapa del gran Walter Simonson -que por cierto, el otro día en una de esas listas virales de tuiter vi como alguien puso como cómics de iniciación a los 4F los de Lee/Kirby, los de Byrne y los de Simonson; yo con eso perdono hasta que recomiendes el Joker de Azzarello- haciéndome creer que no se podía hacer peor, que el mundo se iba a la mierda y trataba de convencerme de que, bueno, de lo malo malo cuando se cae tan bajo ya solo se puede subir. Un cuerno.

Sigue siendo una puta mierda de portada, ea.

Sí, fue entonces cuando llegó Scott Lobdell. Era la era DeFalco como Editor en Jefe de Marvel y el criterio había saltado por la ventana, con lo que Jim Lee, después de haber forzado la salida de Chris Claremont de X-Men mediante contubernio junto al editor mutante Bob Harras y al dibujante de Uncanny y compañero de estudio de Lee Whilce Portaccio, necesitaba un mono que pusiera letras en los bocadillos de las dos series de mutantes. En un principio y en el consabido gesto de bajeza fue John Byrne el macaco encargado -archienemigo declarado de Claremont porque… Porque Byrne es un pelín idiota, que os voy a contar- pero el autor ni era mono ni era simio, era un artista de los pies a la cabeza a pesar de las malas lenguas y no tardó en mandarlos al cuerno porque aquello era una casa de locos en la que se consideraba que un guión era algo que se podía escribir de un día para otro. Harras, desesperado por llenar el hueco, echó mano de un pesado que se pasaba el día metido en la redacción mendigando trabajo y que hasta entonces había hecho poco menos que algunos números de What The–?, una serie de escaso éxito en la que se parodiaban los cómics de Marvel. Lobdell había hecho stand up comedy y trataba de abrirse camino como escritor, así que a alguien debió de parecerle que escribir comedia se le daría bien, pero en aquel momento nadie sabía que era Scott Lobdell y que lo último que se le daba bien era escribir.

Lobdell, Harras y Nicieza, los encargados de desastrar los mutantes y pisotear el legado de Claremont a principios de los 90. Se suele decir que otros vendrán que bueno te harán, pero no, nadie los ha hecho buenos.

La etapa de Lobdell fue lo más parecido a ser alcalde de un pueblo del mediterraneo en los 90, ladrillo a espuertas, juerga sin fin y nadie la menor pregunta porque el dinero caía del cielo. Eran los tiempos de la burbuja especulativa y la serie de animación de X-Men, la calidad de la serie era lo último que importaba, había que llenarlo todo con portadas holográficas, regalar cromos y anuncios muy locos como que el Profesor Xavier se había hartado de Magneto y le iba a borrar la mente para siempre, la boda de Scott y Jean o vamos a dejarle a Lobezno sin adamantium y luego ya nos preocuparemos que hacer con ello. Lobdell vendía, no hacía ninguna pregunta, obedecía a sus jefes y estaba dispuesto a escribir en condiciones infrahumanas, y por lo visto hasta el hombre les caía simpático. Todo bien, ¿no? Pues no, porque entonces pinchó la burbuja, y aunque X-Men siguió vendiendo, pronto no tardaríamos en tener la quiebra de Marvel, Lobdell se creería que el éxito de X-Men era gracias a él y hasta tendría el hubris de pedir a Harras el poder decidir el nuevo rumbo de la serie, con lo que el editor lo mando al cuerno sin el menor miramiento. Era la primera vez que nos librábamos de Lobdell, mirábamos con esperanza el la nueva etapa de Joe Kelly y Steve Seagle, a otra cosa mariposa, ding dong la bruja ha muerto… Un cuerno.

Sí, la costumbre de estrangular a Lobdell en las fotos continúa vigente hoy en día, ¡pregúntadle si no a Mark Waid!

Porque la serie que decidió tomar Scott Lobdell después de X-Men, esa que le dieron «por los servicios prestados» no fue otra que Fantastic Four. Richards y amigos habían sobrevivido a los 90 arrastrándose con la etapa de DeFalco hasta tal punto de indignidad que la llegada de los Heroes Reborn de Jim Lee y Rob Liefeld casi fueron el abrazo misericordioso de un verdugo, una eutanasia creativa a la espera de que llegara un sucesor de más enjundia, que Harras -que para entonces ya era EiC de Marvel- parece ser que no encontró y tuvo que poner en su lugar a Lobdell. Sin embargo, y cuando el maligno solo llevaba tres números en la serie -de los cuales el primero se rumorea que escribió Alan Davis casi en su totalidad-, el cielo se abrió (por lo menos para mí) y Chris Claremont volvió a Marvel, tomando las riendas de los 4 Fantásticos y desterrando para siempre a Scott Lobdell. Fueron años felices en los que los cómics de Marvel parecían volver a ser divertidos… Pero nada dura.

¡ESTO ES LO QUE VEO YO EN MIS PESADILLAS!

La era Harras nunca se libró del sambenito de sus años oscuros, de los excesos noventeros. Ni siquiera el regreso de Claremont a X-Men consiguió devolver el lustre a los mutantes, que aunque seguían siendo los primeros en ventas, ni de lejos tenían el prestigio perdido, y se daba por hecho que la serie debería poder vender muchísimo más. Así, Claremont fue invitado amablemente a largarse a su propia serie spinoff para hacer hueco a Grant Morrison, el cual aun así tardaría un poco en llegar -el escocés no quiere hacer las cosas con prisas, es un hombre sabio- por lo que se necesitaba un sustituto para el hueco entre maestro y alumno. ¿Y quién fue el que llegó para sustituir a Claremont, OTRA VEZ? Sí, Scott Lobdell, llevando a cabo algunos de los peores cómics de su carrera y solucionando algunos de sus propios cabos sueltos de la forma más chapucera y lamentable que se recuerda en tiempos. ¿Pero que más da? Eran solo tres meses, seis números que te podías saltar perfectamente. Morrison los ignoró de forma bastante evidente, podíamos pasar página y mirar hacia otro lado, Scott Lobdell había desaparecido del mapa para no volver. Corría el año 2001 y nos creíamos libres de la sombra, pero otra vez el tiempo se puso a fluir como un río y la historia volvió a repetirse de nuevo…

Cuando Lobdell regresó, estaba más mayor, con gafas y con canas, ¡PERO ERA PEOR QUE NUNCA!

Porque a Bob Harras -o a Jim Lee- le debe de caer bien Scott Lobdell, y tras diez años de no saber yo nada sobre el interfecto -porque se había escondido en editoriales independientes haciendo material que aquí ni se publicó- y de que los bocadillos estuvieran libres de la tortura de sus textos -aunque también tuvieron que soportar a Reginald Hudlin o a Chuck Austen, que también se las traen- se nos ocurrió abrir Brainstomping y al rato El Mal volvió con todas sus fuerzas. Y mira que cuando DC sacó Identity Crisis yo pensé que aquello que había perpetrado Brad Meltzer parecía escrito por Lobdell, que su recuerdo me seguía atormentando en cierta manera, pero el tiempo me hizo olvidar y hasta perdonar todas sus fechorías. Pero no, Lobdell volvió en 2011 haciendo los Titanes, Red Hood & The Outlaws, aquella Starfire horrenda que acabaron retconeando a la primera oportunidad, su Superboy del Quimicefa y demás horrores. Era mejor hacerse un ovillo en la esquina, cerrar los ojos muy fuerte y rezar para que todo el New52 fuera retconeado, pero de una forma u otra sabía que no me iba a librar de Scott Lobdell… Pero entonces pasó algo, algo que no había pensado jamás que pudiera pasar: Scott Lobdell lo petó en el cine.

Happy Death Day es una versión de Atrapado en el Tiempo pero con un asesino que mata a la protagonista al final de cada día. Vamos, lo mismo que me pasa a mi con los tebeos de Scott Lobdell.

En 2017 Feliz Día de Tu Muerte hizo ciento y pico millones sobre un presupuesto de cuatro, y entonces di por hecho que Lobdell daba el salto al cine. Que se iría en un barco lleno de millones a escribir Feliz Día de Tu Muerte 2, pero el productor Jason Blum debía de odiarme y decidió que la segunda parte no la iba a escribir Lobdell si no el director de la primera parte, Christopher Landon. Puta vida, un despegue a Hollywood en falso y tenía que tenerlo Lobdell, esto si que es un slasher y no las películitas estas. Me quedaba un pequeño hilillo de esperanza en la idea de que Scott Lobdell iba a escribir un telefilm con el reboot de los Critters, aquellos sucedaneos de los gremlins que apestaron los videoclubs ochenteros. Un hilillo bastante débil sí, pero vete a saber, lo mismo Lobdell lo petaba con ello, luego le daban más trabajos por allí y se forraba y dejaba de hacer tebeos y… Y esa película no se estrena hasta el mes que viene, así que llega demasiado tarde. Porque sí, porque este mes se ha anunciado que guionizará la nueva serie de Wally West. Y lo hace porque el muy cabrón está a la escucha, acechándome. Porque he dicho que Wally West es mi Flash, porque he querido ser bueno, empatizar con Tom King. Porque he sido tan bobo de llegar a comentar que Dark Phoenix era peor que algo hecho por Lobdell, y el muy cabrón me lo ha tenido en cuenta. Quiere sacarme la rabia de dentro, quiere que me cague en todo, quiere que sea tóxico como M’Rabo cada vez que le mencionas a Ron Marz, quiere que muera en un estallido de puro odio y poder torturarme en el infierno durante una eternidad de diálogos soporíferos, de páginas y páginas en las que no pasa absolutamente nada, de espacio desaprovechado.

No lo vas a conseguir, Scott, no lo vas a conseguir. Te deseo muchísimos éxitos, Scott. En el cine, Scott, en el cine. A ser posible, en Bollywood.

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