Ether es Narnia mal, Oz mal, Flash Gordon mal y sobre todo Reed Richards mal. No, me corrijo, fatal. Matt Kindt y David Rubín se las han apañado para retorcer todos esos mundos de personajes maravillosos y sus historias correspondientes, y retorcerlos en una mezcla de egos heridos, mezquindad y estupidez que gracias a un sentido del humor con muy mala leche consigue no caer en el fatalismo distópico que debería suponer el hacer una versión negativa de Narnia.
Ether -de la que hasta ahora hay publicadas dos series, Ether y su segunda parte, Los Gólems de Cobre- nos cuenta la historia de un mundo paralelo a la Tierra que lleva siglos cruzándose con ella mediante exóticos portales a través de los que cruzan criaturas de ambos mundos en circunstancias muy especiales. La historia de ambos mundos ha venido definido por esta conexión, y así es como gran parte de los mitos en la Tierra derivan de la incapacidad de encontrar una explicación racional a las criaturitas que salían de Ether, mientras que «al otro lado del espejo» ven la Tierra con recelo y preferirían cortar toda relación con ella. Y esa es la situación que se encuentra Boone Dias, un científico tremendamente pagado de si mismo, cuando en la segunda mitad del siglo XX descubre un portal a Ether y decide consagrar su vida a la investigación de la misma, aun a costa de su carrera profesional, su familia y hasta su vida, porque la única forma de entrar en esa dimensión es suicidándose. Boone es emocionalmente imbécil y sus actos en muchas ocasiones hacen más bien que mal, pero no pierde ocasión en demostrar su superioridad científica sobre un mundo en el que la moneda de cambio es la magia y a la vez es la razón de todo. Boone en su cabeza es Newton, Sherlock Holmes e Indiana Jones, pero cualquiera que se cruza con el pronto descubre que en realidad es la mezcla de las peores características de estos tres personajes; todo un hallazgo este Boone Dias.
Y es que ésa es el meollo del personaje, que se dice científico y racional, va dando lecciones allá donde va pero en realidad es totalmente adicto a la magia, al misterio inexplicable que es Ether y que a lo largo de la historia ha sido lo que ha propiciado incontables mitos y leyendas de la Tierra a través de las interacciones entre ambos mundos. En Ether se siente alguien especial, un triunfador al margen de una Tierra que lo desprecia y en la que vive en la miseria, y a pesar de todo en Ether no hace más que meter la pata y sus victorias son muchas menos que sus derrotas. El misterio principal que rodea el primer volumen -La Muerte de la Última Llama Dorada, una especie de paladín de Ether que lo protege de todo mal- es resuelto por Boone, pero no sirve de absolutamente nada porque su perpetrador se sale con la suya en todo momento y mientras tanto su vida en la Tierra se va desintegrando sin que él haga nada para evitarlo. Y aun así pues sí, es comedia.
Y esto viene de la capacidad de Kindt para que te rías con toda la mala leche de Boone, de la reacción de sus compañeros Glum, Violet o Grandor a sus excentricidades terrestres, con una comedia que a ratos es tremendamente gráfica -esas vomitonas que se mete Boone al comer comida de Ether a pesar de que sabe que no puede comerla- y a ratos es Rubín el que remata el gag con su habilidad para la narración, demostrando aquello de que la comedia en un 90% es «timing». Da gusto seguir viendo tebeos en los que se nota la buena química entre los autores, que últimamente nos llevamos cada susto que uno no deja de acordarse de aquellas anécdotas de Carlos Giménez en los profesionales y aquel tremebundo vagón de telégrafos… Pero bueno, que estábamos con Ether.
Llegados a este punto, no me gustaría terminar este post sin hablaros del color y la capacidad de Rubin para crear ambientes y trasladarnos los estados de ánimo de Boone a través de el. La Tierra siempre es un terreno oscuro y deprimente, el pasado de allí está descolorido pero es un lugar más limpio, más feliz, mientras que Ether está lleno de luz y es donde el personaje se siente en su salsa, allí las viñetas no tienen ni bordes, pero a la vez es el entorno más maleable de todos y en los momentos de mayor tensión emocional para el protagonista Ether sufre los cambios cromáticos más exagerados.
En fin, que sí, que me ha gustado y he disfrutado muchísimo con este tebeo. Y me metería en un montón de reflexiones contándoos el tebeo entero, pero prefiero que lo descubrais por vuestra cuenta, que esto es mandanga de la buena y merece muy mucho la pena.