Vamos a hablar de X-Men Red, porque me he dado cuenta de que algunos la tienen como la gran esperanza -el guionista es Tom Taylor, cuya reputación viene cimentada por su trabajo en Injustice o Lobezna- y me temo que me toca otra vez sacar mi linterna y avisar desde los acantilados de que igual Taylor no puede garantizarnos nada y el puerto no es tan seguro como pueda parecer. Vamos a ver…
X-Men Red no deja de ser una secuela directa de La Resurrección de Jean Grey, una serie limitada escrita por Matthew Rosenberg en la que venían a contarnos que la Fuerza Fénix resucitaba a Jean Grey -¿por última vez?- y tras la cual nos vendieron la nueva serie, que en su número uno pegaba un salto temporal un tanto confuso y nos dejaba a Jean haciendo grupo con Rondador Nocturno, Lobezna y Gabby sin darnos muchas explicaciones. No ayudaba tampoco que la secuencia introductoria del cómic nos pusiera a más personajes en el grupo y con un uniformes nuevos, con lo que se cometía el mayor error que se puede tener al inagurar una nueva etapa mutante: confundir al lector y alimentar esos prejuicios de que leer X-Men es como descifrar el arameo. La cosa se habría arreglado si Marvel hubiera publicado antes el X-Men Red Annual 1, en el cual se nos venía a explicar un poco el razonamiento de Jean para formar el grupo y como conocía a Lobezna. Pero supongo que es comprensible si tenemos en cuenta que hemos tenido un relevo en los puestos editoriales con el traspaso de poderes entre Mark Paniccia y Jordan D White, el nuevo editor mutante.
Y sin embargo, algo sigue sin funcionar en X-Men Red. Y es lo mismo que hemos visto en Gold, que estamos viendo en Blue y que vimos en etapas anteriores como la de Lemire; un punto de partida interesante, alguna historia decente o hasta buena que promete pero poco a poco se van quedando en nada porque misteriosamente todo el mundo parece perder el interés por la historia que se está contando. Es el pánico editorial que llevan experimentando los mutantes desde principios de los 90, ese pánico de no mantenerse a la cabeza de las listas de ventas constantemente, el mismo terror que hace que periódicamente haya un reinicio mutante cada vez que se traen un nuevo autor, que hace que no duren más de tres años. Y cada uno de esos reinicios retoma ideas de etapas anteriores y trata de hacerlas funcionar, trata de dar vueltas sobre ella como si ninguno de los lectores de la etapa anterior fuera a leer la nueva. Y sí, de esto la culpa la tienen los editores.
Porque Paniccia y sus colaboradores se pasaron años y años con la idea de llevar a la Patrulla X más allá, a crearse su propia «nación mutante». Tanto les debía apasionar la idea que periódicamente vuelven sobre ella, y Taylor la recupera por enésima vez, como si esto no lo hubiéramos visto nunca. Que ojo, más de un lector novato puede que crea que es perfectamente lógico que el pueblo mutante busque tener su propio estado, pero el problema es que los mutantes no son el kurdistán, ni el pueblo judío. Es cierto que durante años la analogía que se usaba entre Magneto y Xavier era la de Malcom X y Martin Luther King, pero la angustia de ser mutante se basa en nacer diferente a un entorno «normal». En no ser aceptado por los que consideras como tu propia gente, en que un día te llegue la adolescencia y descubras que no eres lo que creías ser. Sí, la analogía que mejor funciona con los mutantes es el colectivo LGTBI, y aunque puedan crear su propia cultura y sus espacios para vivir su vida tranquilamente, no por eso van a querer abandonar su tierra y a su familia, van a renunciar voluntariamente a sus raíces para irse a vivir a la Genosha de Magneto. Porque esa es otra, los mutantes que fueron con Magneto en su día se iban para evitar ser linchados, no porque les apeteciera.
Y ahí está el meollo del asunto, que en Marvel han decidido que «la integración» es un imposible, porque en cuanto te revelas como mutante te van a apedrear fijo y tus padres van a pasar de tí. Y ese es un mensaje aterrador, ya no solo «por las analogías», si no porque transforma X-Men no en una historia de tolerancia, si no en una de supervivencia, empujando a las historias de mutantes a basarse exclusivamente en tramas sobre gente marginada/manipulada por una sociedad totalitaria. Y claro, esto provoca una contradicción tremenda entre Vengadores -defensores del status quo- y X-Men, que sería una serie sobre cambiar ese status quo porque es injusto. Y es cierto que no es un mundo perfecto ni mucho menos, pero digo yo que algo de margen tiene que haber entre vivir en una sociedad injusta y vivir en Tierra 3; de repente me han cambiado por completo el objetivo de X-Men, estábamos hablando de una serie sobre gente que trataba de cambiar la sociedad y luchar contra la intolerancia -intolerancia tremenda que provocaba que muchos mutantes tuvieran que vivir en las alcantarillas, ojo- para pasar a una serie sobre, al igual que Jean Grey en el primer número de X-Men Red, mutantes demandando un espacio propio ante las Naciones Unidas; esto es a todas luces un esperpento, porque ningún cambio social se ha podido dar por decreto de una institución internacional, si no por la lucha constante de movimientos sociales a nivel nacional e internacional hasta que la fuerza de cambiar las leyes de cada país ha conseguido llevar lo que debería ser un derecho hasta la esfera de los tratados internacionales como la declaración de los derechos humanos y demás, que no son «obligatorios» pero si un imperativo de la decencia humana que acaba condicionando tratados posteriores. Vamos, que todos sabemos que la ONU poco puede ordenar/mandar, y lo peor es que eso de mutantes demandándoles cosas me suena a algo muy viejo…
A un tebeo de hace cincuenta añazos ya, el número 49 de The Avengers, en el que Magneto va a la ONU a pedir una nación soberana para los mutantes. Teniendo en cuenta el marco histórico en el que se realizó este cómic, podría hablarse de la creación del estado de Israel unos años antes, pero creo que sería estirar mucho el chicle porque al final no dejamos de estar hablando de un Magneto cuya única intención al hacer esa demanda es la de demostrar que los humanos son intolerantes y chungos y nunca dejarían a los mutantes hacer tal cosa, y así hacer que Mercurio y la Bruja Escarlata dejen eso de ser Vengadores y vuelvan a lo de ser Mutantes Diabólicos, que suena más divertido y cañero. La historia tendría una «repetición» unos años más tarde cuando Magneto resucitó y volvió a la ONU a pedirles sumisión porque se había montado un mutante superpoderoso en su laboratorio secreto, con lo que uno podría tener la impresión de que en la ONU están un poquito hasta las narices de que les vengan mutantes a hacer el cafre.
Pero ahora las demandas las hacen los mutantes «buenos» y los intolerantes son los de la ONU, que son incapaces de ver que la solución pasa por crear un megaghetto en vez de tratar de hacer que Irán o Latveria reconozcan que tienen mutantes y que hay que tratarlos decentemente. Tengo la teoría de que el que insiste en la idea de «la nación mutante» es Mark Paniccia -después de todo es el único creativo que se mantiene en los últimos años- y espero que el cambio de editor haga que abandonen pronto esa idea. Claro que eso querría decir que el barco de X-Men Red va a tener que dar un viraje tremendo en breve -para el año que viene, más o menos- y que volveríamos a las mismas, pero teniendo en cuenta que Red ha llegado pasando olímpicamente de Gold -que de eso ya hablaremos la semana que viene, ya- como que tampoco esperéis que le tenga mucha pena…