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Los estrambóticos diseños de Reed Richards y el Batman de Wakanda: Los 4 Fantásticos de Jim Lee (IV)

La bancarrota de Marvel se declaró oficialmente en diciembre de 1996, pero para entonces el bullpen ya era consciente de lo que estaba pasando. El propietario máximo de marvel desde el principio de la década, Ron Perelman, había llevado a la editorial en una espiral de compras apresuradas de jugueteras, editoras de cromos y distribuidoras con la intención de convertirla en un imperio multimedia al nivel de Disney, pero el resultado final había sido el de derrochar de mala manera todo el dinero de la burbuja especulativa. Tampoco había ayudado el que ejecutivos de Perelman como Terry Stewart micromanejaran Marvel sin tener la menor idea sobre gestión editorial o de cómics, con lo que su sustituto Jerry Calabrese veía inevitable una bancarrota.

Ojo que la portada del cómic miente, que Ben y Johnny tenían mejores cosas que hacer…

La estrategia de Calabrese para llegar a la bancarrota habia pasado por la desesperada maniobra publicitaria de Heroes Reborn, buscando que los cómics de Liefeld y Lee llegaran a repetir las cifras de los números uno de X-Men o X-Force. Pero ninguna de las dos series llegaría al medio millón de ejemplares vendidos, y aunque la maniobra publicitaria había salido espectacularmente cara, por lo menos de cara al exterior sus cifras consiguieron maquillar el lamentable estado en el que se encontraba una editorial que sólo se aguantaba por los mutantes. Y aunque por la época hubo muchos voceras del apocalipsis que gritaron a los cuatro vientos que el universo marvel iba a ser repartido en pedazos -del estilo los mutantes para la Fox, Spiderman para Disney o Los Vengadores para DC- la bancarrota de Marvel nunca se pretendió como algo definitivo, un estado de protección gubernamental para poder vender sus activos y recuperarse sin caer presa de los tiburones de Wall Street. Así, el famoso Chapter 11 se tradujo en que la integridad de la editorial se mantuvo, mientras que sus compras de los años locos como la distribuidora Heroes World o su juguetera Toy Biz eran vendidas para poder hacer el suficiente dinero como para alcanzar un balance positivo y poder volver a la normalidad. Pero claro, si algo dejaba claro esta bancarrota es que Marvel no iba a comprar la Wildstorm de Jim Lee…
En los 90 el único wakandiano que salía con vida era T’Challa.

El cuarto número de los 4 Fantásticos de Jim Lee es la primera parte de los tres cómics que forman su última historia en la serie como dibujante y nos traen la presentación de Pantera Negra. Ya, ya sé que en el original de Lee y Kirby T’Challa no aparece hasta el número 52, pero aquí la idea es resumirnos todo lo que hacía molón a los 4F originales en un puñado de números. El cómic empieza con un señor wakandiano siendo asesinado por una criatura verde que no sabemos si es un dinosaurio de Parque Jurásico, Sauron o el Lagarto Juancho, pero en realidad nos da absolutamente igual porque no nos cuentan poco más en este número.
Ese trasto que nos lleva Susan le produciría pesadillas a cualquier diseñador industrial.

Así que volvemos con nuestros protagonistas, con un Johnny que se pasea por una tienda de Toy Biz para darse un baño de fama -y de paso promocionar esa juguetera que Marvel está a punto de vender- y Ben trata de reencontrarse con Alicia, porque todas las historias secundarias de Ben Grimm consisten en hacer que el hombre persiga a Alicia. Y en cuanto consiguen tener una relación la cosa suele quedarse ahi parada, a menos que llegue John Byrne y se la líe parda hasta que a la gente le de por liarse con lijas, yo me entiendo. El caso es que son como cinco páginas de «costumbrismo» que si bien no son del todo vacias, no acaban de funcionar; no me malinterpretéis, son una mejora tremenda sobre otros guiones del propio Lee o la etapa anterior de la serie, pero todos y cada uno de los personajes están encerrados en un estado arquetípico y completamente superficial, les falta la vida que da una buena caracterización. Pero claro, repito que esto se publicó en 1996 y no estaba la cosa como para pedirle peras al olmo…
¡A que va a resultar que estáis metidos en la pelota del nene!

Mientras Reed les cuenta que la anomalía cósmica que les dió sus poderes se ha estrellado en Wakanda, también recupera la idea de que hay algo raro en la forma en la que se han adaptado tan rápido a sus poderes, como si todo esto ya lo hubieran vivido. Es interesante que, mientras que de puertas para fuera Heroes Reborn era unas crisis en toda regla y entre los lectores se extendía la idea de que lo siguiente en ser resteado sería Spiderman -¡con McFarlane nada menos, que la gente al especular se flipaba mucho!- y más tarde los mismísimos mutantes, en realidad el propio Jim Lee no paraba de hacer referencias a que Heroes Reborn era un universo de bolsillo y no un New52. Pero dejando de lado la puerta trasera de todo el evento, esta escena nos viene a contar que Reed y Sue se van a Wakanda a investigar la anomalía mientras dejan atrás un Ben tremendamente nervioso porque va a tener una cita con Alicia y a Johnny, que no se va con ellos porque supongo que tenían miedo de que el mozo la cagara delante de la realeza wakandiana o algo así.
¡Uyvá, un intruso del que no sabremos nada hasta el próximo número!

Y mientras Ben se pone hecho un flan mientras Johnny se burla de él -que por cierto, algo que no he comentado es como en Heroes Reborn se le empieza a dar una tipografía exclusiva a Ben, una de las pocas cosas que permanecerían a posteriori- Susan y Reed llegan a Wakanda y se ponen en contacto con T’Challa, que ya es un viejo amigo de ellos por los negocios de ella; recordemos que en este universo es la jefa de su propio conglomerado empresarial. T’Challa, que no tiene ningún reparo para vestirse delante de desconocidos se pone el traje de Pantera Negra en su jeta para demostrar que a molar no le gana nadie, y les viene a contar lo que veíamos a principio del número, que todas las patrullas de búsqueda que había mandado para localizar el punto en el que se había estrellado la anomalía cósmica de marras han desaparecido sin dejar rastro, así que nada mejor para investigarlo que enviar al jefe de estado para que también desaparezca. Pero claro, cuando hablamos de Pantera Negra hablamos de un putoamismo a niveles estratosféricos, o lo que es lo mismo, nivel Batman.
Soy Batman.

Tras un paseo por la selva que termina con el ser verde ese atacándolos y una huida apresurada, los tres encuentran que la anomalía ha sido empaquetada y subida a un avión cuyo comandante parece ser nada más y nada menos que Wyatt Wingfoot, el falso agente de SHIELD latveriano que se la había liado al cuarteto en el número uno. Reed, Sue y T’Challa son noqueados y subidos a bordo, y para cuando despiertan se dan cuenta de que están en Latveria y que el número siguiente es el 5, con lo que al igual que en el original de Stan Lee y Jack Kirby, toca dedicárselo a…
Sí, un señor con una cadera muy rara.

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