Ayer estuve viendo el final de temporada de Legends of Tomorrow -cada vez se nos acaban antes las temporadas, aunque peor fue lo de Rebels- y hay un par de cosillas que me gustaría comentar que más de uno consideraría que son spoilers, por supuesto…
Lo primero de todo es decir que cada vez estoy más convencido de que esta serie no está basada ni en Time Masters ni en ninguna otra serie de DC, ¡la condenada está basada en el Excalibur de Alan Davis! La gran diferencia es que se dan paseos por el tiempo en vez de por universos alternativos, pero al modificar el pasado los están creando constantemente, así que tanto da. Pero el principal paralelismo entre ambas series está en esa habilidad de Davis para atar cabos al final de cada historia sacándose un final feliz de la manga, sin preocuparse en exceso de llevar a cada personaje a exprimir hasta el último recurso dramático en favor de darnos un final cerrado y satisfactorio, feliz. Que alguno me dirá que con Davis no moría nadie -y un cuerno- mientras que en Legends sí, pero tampoco podemos negar que un fulano que le dió un final feliz a Días del Futuro Pasado y salió airoso en el empeño se merece todo nuestro aplauso. En Legends pasa exactamente lo mismo, la gente se muere y ocurren separaciones que deberían ser tremendamente traumáticas -«para siempre» es mucho tiempo- pero al final todos acaban con una sonrisa de oreja a oreja y aquí paz y después la temporada que viene.
Pero si algo me ha quedado claro de Legends es que, dejando de lado que la adaptación de los cómics de DC es menos un fin que un pretexto para hacer la serie de TV más loca que se le pueda ocurrir a nadie a este lado de Ash VS Evil Dead -que de esa también tenemos que hablar otro día porque tiene tela- la verdad es que ese final tan «gosheriano» los convierte en los auténticos herederos espirituales de cazafantasmas; pensémoslo, un grupo de tipos semi incompetentes con personalidades tremendamente distintas se enfrentan a amenazas apocalípticas que en la mayor parte de los casos ni se entienden. Los personajes se sacarán todo tipo de recursos de la manga, cometerán todo tipo de estupideces y el malo al final es sólo una excusa para que las personalidades de cada uno de los protagonistas vayan chocando entre ellas hasta el final de la historia. Que al final Legends tiene sus luces y sus sombras, con personajes que destacan como Ray, Sara, Rory o Nate mientras otros se diluyen un oceáno de mediocridad como Amaya o Jax, pero tras tres temporadas Legends parece que por fin se ha dado cuenta de que abrazar el absurdo es lo que mejor le sienta, que el dramatismo de la primera temporada nunca funcionó y que la transición de la segunda a la comedia con el trio de villanos protagonistas -que ahí si que los malos robaron la gloria a los héroes- y que lo mejor que pueden hacer es pelear a Obama con Gorilla Grodd.
Y es que al final estar loco es una virtud cuando (casi) todos están cuerdos, y por eso Legends ha acabado siendo la serie más interesante de la CW, a pesar de que sigue cayendo en errores de la DC actual como convertirnos Themyscira en una instalación militar o darnos un Jonah Hex que poco tiene de antihéroe, pero a la vez les pega tan en los morros y tan fuerte a todos aquellos desmemoriados que nos vienen con la milonga de «DC es más seria que Marvel, es más madura» que ya solo por las risas le perdonamos lo que sea. Y es que si el universo DC le caló tan fuerte el grim & gritty ochentero era porque hasta entonces nunca había sido oscuro ni en lo más mínimo, y aunque parece que en los TPB del personal lo único que aparece es Dark Knight Returns, La Cosa del Pantano o El Cazador Acecha, la verdad es que hay una DC divertida y entrañable de José Luis García López -y no, no me refiero a Cinder & Ashe, cabrones- que se veía en la JSA, que se ha visto a lo largo de toda la historia de la editorial en mayor o menor medida y de la que parece que Warner ha querido renegar en los últimos años y CW ha ido queriendo timidamente abrazar con series como Flash o Supergirl hasta que por fin ha podido darlo todo en Legends.
Porque si algo nos enseñaron Giffen y DeMatteis es que el drama es mucho peor cuando te esperas una comedia, y eso es lo que hizo grande a la DC de los 80, el venir de Weisinger y Schwartz y de repente encontrarte que aquellos personajes sin ninguna preocupación podían sufrir y hasta convertirse en monstruos, en que villanos ridículos podían ser terroríficos. Claro que en Legends le han dado la vuelta a la idea y les ha salido muy bien la jugada, convirtiendo al soso Damien Darhk -ese que supuestamente daba miedo- en un personaje que saca a reducir toda la habilidad de Neal McDonough para la comedia. Y es que hay muchas cosas que salen mal en Legends y ya habrá otro día para comentarlas, pero alguna que otra carcajada lo cura todo. Y pensar que la primera temporada era tremendamente acomplejada y aburrida…