Lo habíamos dejado a mediados de la década de los 90 con Planeta/Forum cada vez publicando más manga y menos Marvel y Zinco dejando la licencia de DC en manos de la mexicana Vid, que tenía una concepción de los superhéroes un tanto más infantil y pasaba olímpicamente de publicar Vertigo, con lo que acabó cediéndole los derechos a una Norma que lo publicó a precios muy impopulares. Si sumamos a eso que Rob Liefeld estaba haciendo los Vengadores y Alan Moore sacaba el peor trabajo de su carrera con Voodoo, la cosa estaba realmente mala…
Pero entonces se produjo un punto de inflexión en los lectores españoles: ya fuera por la nostalgia de que cualquier tiempo pasado fue mejor y tras décadas de pedir sólo material moderno y actual, de repente el mercado dió un giro de ciento ochenta grados y empezó a demandar la reedición de material de Stan Lee y Jack Kirby, pidiendo reediciones completas de Los Vengadores, Thor o Los Cuatro Fantásticos. Forum, que en principio hizo tímidos intentos como Biblioteca Marvel (tomos de bolsillo y en blanco y negro) poco a poco se fue dando cuenta de que había mercado por lo retro, y para cuando salió la película de X-Men hasta se atrevieron a sacar un coleccionable en kioskos que reeditaba toda la etapa de Claremont en la serie, algo impensable sólo diez años antes cuando se había intentado sacar una segunda edición de la Patrulla X que nunca llegó a completarse. Se había pasado de publicar absolutamente casi todo en grapa a darle cada vez más y más importancia al tomo, y las editoriales se empezaron a dar cuenta de que tal vez el kiosko no les conviniera tanto; y es que estos te devuelven todos los cómics que no venden, mientras que la librería especializada tendía a no devolver nada y hasta a comprar la grapa sobrante tirada de precio.
Y mientras la pasión por las reediciones y el manga parecía ir calmándose, y Panini arrebataba los derechos de Marvel a Planeta y Planeta se quedaba con los de DC, se empezó a hablar del boom de los superhéroes. Las dos primeras películas de X-Men y Spiderman triunfaban en taquilla, picando el interés de muchos críos que ya no podían criarse con un Mortadelo semanal y acaban leyendo la revista Dibus -que por cierto, era de Norma- una revista que mezclaba noticias de Manga/Anime con información y noticias sobre las películas y series de animación de los dichosos superhéroes. Los niños se disfrazaban de Lobezno, de Spiderman y demás, y el público en general había cambiado el cine de acción de los 80/90 por el de superhéroes. Pero la burbuja se pinchó.
Ya fuera por las horrendas películas de Elektra, Daredevil, Punisher, Fantastic Four, Catwoman o el incomprendido Hulk de Ang Lee, lo cierto es que empezó a haber una percepción de que esto se acababa, de que habíamos tenido unos años de películas molonas y que no siempre ibas a tener un Nolan que te hiciera un Batman Begins. Así que para cuando anunciaron los de Marvel que iban a abrir su propio estudio y que iban a hacer una película de Iron Man no esperábamos una mierda. Ponéos en nuestro lugar, acabábamos de sufrir el trauma de ver como Spiderman 3 se convertía en una abominación por la interferencia de los estudios, no nos quedaba lejos el horror de X-Men 3 y la gran película/esperanza en aquel momento era el Batman de Nolan porque el Superman de Bryan Singer también había hecho aguas. Nadie pensaba en estas películas como «universos», porque sabíamos que cada película costaba una millonada y el fracaso de una sola de ellas -que tarde o temprano el fracaso llegaba, como se había demostrado con Spiderman- podía dar al traste con una franquicia de la noche a la mañana.
Iron Man se presentó sin hacer demasiado ruido, y supongo que en un principio nos enteramos sólo los que leíamos tebeos, que nos chocaba que Marvel hubiera empezado por un personaje tan desconocido para el gran público como era Iron Man (unos meses después estrenarían una película de Hulk, pero de esa no voy a hablar). La cuestión es que Marvel en aquel momento no estaba en posesión de ningún personaje «importante» como los mutantes o Spiderman, y el resto de lo que sobraba era demasiado desconocido para el gran público, demasiado raro, demasiado arcano. Iron Man no era un personaje de éxito, probablemente era el peor de los tres grandes porque su serie nunca había llegado a tener una etapa memorable al nivel del Thor de Simonson o el Capitán América de DeMatteis, Englehart y demás. Iron Man había tenido a guionistas maravillosos como Archie Goodwin o autores como John Byrne y Romita Jr, pero nadie los recordaba por su trabajo allí, con lo que la etapa más recordada del personaje venía realizada por el discretísimo David Michelinie. Luego estaba yo que soy raro y me gusta la etapa de O’Neil, pero el gran público nunca se acuerda de ella. Imbéciles.
Y sin embargo, ante tan bajas perspectivas la película funcionó, y el boca a boca compensó una campaña publicitaria que, si bien no fue muy grande, hoy en día sería sonrojantemente humilde para cualquier título de Marvel. Para mí el éxito de Marvel Studios fue el de ser conscientes de que el material original funcionaba. Que tu podías cambiar muchas cosas, pero Tony Stark tenía que empezar medio muerto construyendo una armadura en una cueva, y que el espectador tenía que enamorarse de un personaje que había arrastrado miles de lectores mes a mes durante cincuenta años. Cuando a lo largo de la película se iban mencionando nombres que ni en sueños esperábamos oir -SHIELD, Nick Furia y Vengadores- los lectores nos quedamos a cuadros porque la película nos prometía que «esto sólo es el principio de un universo más grande», y es que Marvel proyectaba un plan faraónico de tres trilogías de Iron Man, Capi y Thor más otras tres películas de Vengadores a lo largo de los siguientes diez años.
Pero tampoco nos engañemos, porque la burbuja de los superhéroes que habían empezado X-Men y los Spiderman de Raimi no se había pinchado realmente. Los tebeos podían haber dejado el kiosko durante la primera década del siglo XXI, pero ahora ya era normal ver librerías de cómic por toda la península y no eran precisamente una burbuja; generaban dinero, eran un espacio para que la gente comprara tebeos y merchandising para regalar. Porque poco a poco y sin que nos diéramos cuenta, los lectores de cómic habíamos pasado de ser un mercado “invisible” a ser uno de los objetivos principales de la publicidad, y de repente pasaron a inventarse términos para clasificarnos, para definirnos. Si en el siglo XX habíamos terminado compartiendo espacio a regañadientes con el rol y el Magic -aunque no podemos olvidar que las cartitas de marras salvaron muchas librerías que no habrían podido sobrevivir a la eterna crisis de la viñeta- en el XXI se inventarían el término “frikis”, Matrix debía de ser nuestro nuevo dios y ahora teníamos que tomar nuestra afición a leer tebeos como el centro de nuestra existencia, decorando nuestra casa con ellos y centrándolo todo no ya en nuestro coche o nuestro equipo de fútbol, si no en nuestros auténticos templos dedicados a Lobezno o Darth Vader.
Y es que en publicidad hay dos tipos de mercados; los niños y sus padres o los jóvenes de 25 años sin hijos y sin hipoteca, y al igual que a los jugadores les habían inventado el término “gamer”, cultura “gamer” y demás, a los lectores de tebeos pensaron que podían clasificarlos de igual forma. Pero la situación era distinta, porque aunque muchos de ellos compartieran aficiones con otros grupos, en realidad formaban un grupo mucho más heterogeneo en el que unos leían superhéroes y otros manga, otros leían de todo y, a pesar de que en su mayoría hablábamos de lectores y no de lectoras, lo cierto es que el manga había roto mucha de la división entre ambos sexos y ahora no era un algo rarísimo el ver a una chavala con una camiseta de Kitty Pryde diciendo que Xavier es un idiota; los lectores estaban cambiando y hasta las propias editoriales desconocían quien estaba leyendo sus cómics.
Y con esto llegamos al final. La gente que creció con el Spiderman de Raimi ahora ya son universitarios para los que las películas de Marvel son lo más normal del mundo, la distribución de cómics afronta su mayor crisis con la venta directa por internet y, en general, los que antes te regalaban calcetines por tu cumpleaños ahora te regalan tazas de Star Wars o Batman. Creo que estos diez años de Marvel Studios han venido a consolidar el concepto de que los superhéroes no son una moda si no un «género de géneros» al estilo del Western -pero tampoco nos engañemos, el predominio del Western duró treinta años y todo se acaba algún día-, pero también hay que lamentar que en el cine fracasen siempre los tebeos que no son superhéroes, pero supongo que eso ya es otra historia y, que narices, al final el gran desafío que nos llega ahora es que los tebeos sigan siendo tebeos y no pasen a ser sólo películas o videojuegos…