Repasábamos ayer de que forma habíamos llegado a pasarnos casi siete años sin calzoncillos de Superman y cómo es posible que algunos personajes hayan cambiado tanto y otros de la impresión de que tienen un traje tan perfecto que no soporta cambio alguno. Pero claro, todo esto es impresión nuestra, porque hasta el traje de Superman ha cambiado lo suyo con los años…
Porque ningún cambio radical en el traje de Superman -u otro personaje clásico- se ha mantenido a largo plazo, siempre han sido pequeños retoques que con el tiempo han ido siendo asimilados a la forma en la que se dibuja al personaje. Acordaos si no del Spiderman de McFarlane, que en su día era todo un éxito y parecía que ésa iba a ser para siempre la forma en la que se iba a dibujar el personaje. Pero el tiempo fue pasando y aunque autores de corte más «clásico» como Romita Jr incorporaron elementos del diseño de McFarlane, hoy en día Spiderman ya ha dejado hace mucho de tener exceso de telarañas por todo su uniforme. Luego tenemos casos como el de Wonder Woman, que sufrió un cambio de uniforme radical en la etapa de Straczynski -rediseño de Jim Lee con pantalones y chaqueta- y que fue engullido por completo con la llegada del uniforme de New52, de corte más clásico. Sin embargo, hasta ese uniforme y su odiosa gargantilla volvieron a desaparecer, y aunque ha vuelto lo dorado, lo cierto es que todos esos cambios graduales -y cierta película- han hecho que el personaje vuelva a tener un aspecto más respetuoso con su apariencia clásica pero con un giro moderno.
Todo esto que hemos hablado de los trajes se puede aplicar también a los personajes en sí y a las historias que se cuentan sobre ellos. Volviendo a Dan Slott, el guionista venía a decir que muchos lectores quieren que sus personajes favoritos crezcan con ellos. Que pasen del instituto a la universidad, que se pongan a trabajar, se casen y tengan hijos, porque sienten el personaje suyo, de ellos, y que al final eso no puede ser. Porque también hay que dejar que tus hijos y tus nietos sean Peter Parker. Y sí, tenemos de por medio el concepto de ilusión de cambio que tan bien le ha funcionado a Marvel y que tanto lastra a las historias que se cuentan, pero la realidad se acaba imponiendo y los personajes cambian. No es lo mismo el Superman de Curt Swan que el de Zircher, no es lo mismo el Spiderman de Ditko que el de Ryan Steggman. Hablamos del mismo personaje con el mismo traje, pero los años se han notado y los cambios de todos esos autores que han ido yendo y viniendo se han ido quedando.
Lo que quiero decir con esto -más allá de símiles poéticos de que los personajes son como playas formadas por sedimentos creativos, o que son como la pared del baño de Duke Nukem Forever- es que no merece la pena hacer cambios radicales sobre estos personajes, porque los cambios acaban llegando tarde o temprano. Y que si deseas hacer un cambio radical, más te vale que ese cambio sea planificado a largo plazo. El ejemplo más claro lo tenemos -otra vez- con Spiderman, un personaje que su propio creador decía que era «un fotografo, igual que Sherlock Holmes es un detective». Hace dieciseis años, cuando se estrenó el Spiderman de Raimi, Peter Parker era un fotógrafo. El Spiderman de Garfield no era un fotografo, y el de Holland tampoco. Mientras tanto, en los cómics, hemos ido viendo como ha pasado de ser un fotógrafo a ser profesor de instituto, como en la etapa de Slott pasó a estar parado, a ser científico y a ser industrial millonario. Ahora mismo vuelve a trabajar para el Daily Bugle, pero como escritor científico. El cambio que se ha quedado después de Slott no ha sido el Peter Parker-Stark ni el Peter Profesor de Instituto, el cambio ha sido «dejar de ser fotógrafo». Porque lo importante del personaje era el entorno del Bugle, porque cada vez que se hace un «back to basics» de un personaje y se vuelve «a lo clásico», se está redefiniendo el concepto de lo que la gente considera como clásico. Y si algo ha hecho Dan Slott durante sus diez años en Spiderman es marearnos al personaje, darle otras mil vueltas y devolverlo a la casilla de salida con un pequeño cambio por aquí y por allá, pero tratando de mantener la esencia de quién es Peter Parker.
Y es precisamente esto lo que nunca han entendido Dan DiDio ni Jim Lee, porque si en 2011 nos hubieran puesto al Superman de Rebirth, seguramente hoy no podríamos estar celebrando el regreso de los calzoncillos. Porque hay que saber hacer estos cambios, y aunque el paso de Superman de estar casado a tener hasta un hijo sea algo que unos celebran y a otros les parece horrendo, lo cierto es que es lo suficientemente «natural» como para que no aliene a todos los lectores del personaje en ese momento. Y es que tu puedes cambiar a Thor por una cabra y que lleguen montones de lectores para los que Thor siempre fue una cabra, pero si en el proceso de convertirlo en cabra se te van absolutamente todos los lectores del personaje porque no quieren ver a la cabra ni en pintura -yo mismo me pasé casi dos años sin leer absolutamente nada de DC-, estás jodido y los lectores te van a demandar durante años que la cabra desaparezca para siempre. Que Thor vuelva a ser lo más clásico posible y que cualquier cambio introducido en la «etapa cabra» desaparezca, aunque incluyera ideas estupendas.
Mientras tanto, sin que nadie se haya dado cuenta y poquito a poco, la definición de Loki ha cambiado de arriba a abajo. Hemos pasado del Loki clásico al Loki «señora» y luego al Loki «sexy» pasando por el Loki niño. Los cambios se hacen poco a poco y con buenas historias, tratando de buscar lo esencial del personaje y sin cabrear al personal; lo peor de todo es que DC en su día aprendió a hacer cambios radicales sin provocar una crisis de ansiedad a sus lectores. Y si no os lo creéis, preguntadle a M’Rabo por qué le gusta tanto Wally West y odia a muerte a Kyle Rayner…