Si ayer hablaba sobre Luke Skywalker y Los Últimos Jedi en general, hoy me toca hablar de la mayor cafrada de la película, una de esas escenas que provocan rechinar de dientes de muchos espectadores que se cabrearían muchísimo más fueran conscientes de lo que realmente pasa en esa escena, en el mensaje que Lucasfilm/Disney está enviando a todo el mundo. Vamos con ello.
En la isla en la que vive retirado Luke Skywalker junto a los cuidadores del templo jedi más antiguo conocido, hay un árbol. El árbol es feo de cojones, está muerto y retorcido, pero en su interior se guarda una especie de biblia jedi, los textos más antiguos escritos por la orden. No hay holocrones ni historias, son libros normales, mamotretos ilegibles que el mismísimo Yoda viene a despreciar, y hasta se llega a insinuar directamente que Luke no pudo ni leerse. Hacia el final de la película y cuando Luke decide cargarse para siempre la orden jedi -que maravilloso eso de que Luke de viejo no sea Ben Kenobi, si no el Yoda medio loco de Dagobah- Yoda se le aparece y se carga el árbol. Y le dice que hay que hacer algo nuevo, que hay que dejar de aferrarse al pasado. Que hay que ir hacia delante y cambiarlo todo. Luke lo flipa -al igual que el espectador- porque estaba convencido de que lo que más le importaba a su maestro era conservar lo antiguo, pero hasta Yoda en La Venganza de los Sith reconoce que se hicieron muchas cosas mal, y hasta Obi Wan y él se ponen a aprender del fantasma de ese hippie llamado Qui-Gon Jinn. Pero la clave de todo esto no está tanto en las justificaciones dramáticas de la escena como en el hecho de que lo sorprendente que le paració a todo el mundo, y de éso vamos a hablar.
Porque si The Force Awakens abría con un metarreferencial Max Von Sydow diciendo «ésto va a poner las cosas en su sitio», aludiendo a las precuelas y a años de agotamiento de una franquicia que parecía alejarse por completo del original, The Last Jedi lo que hace es abofetearnos y decirnos que el original no es lo que nosotros pensábamos, y que la base de aquellas tres películas estaba en la incertidumbre a la que sometían al espectador. Nunca sabíamos que se podía encontrar Luke en la siguiente película, nunca estábamos seguros de que Han fuera a salvarlo al final de la película, ni siquiera sabíamos si Lando se salvaría en el asalto a la Estrella de la Muerte o si la rebelión sería derrotada en Endor. George Lucas había hecho que el Imperio ganara en una de las películas, había matado a Yoda y Ben Kenobi, los espectadores de la época se esperaban cualquier cosa. Y sin embargo nos dió un final feliz y de la noche a la mañana la rebelión ya no estaba contra la espada y la pared porque había derrotado al malo…
Pero claro, todo eso se debía a las circunstancias personales de George Lucas. Como algunos sabréis, la idea original del Retorno del Jedi era la de matar a Vader pero no al Emperador, terminando con Luke exiliado para proseguir su entrenamiento y con Leia liderando la rebelión (Han moría, sí). La idea original de Lucas y Gary Kurtz era que esto fuera una franquicia a largo plazo, pero las circunstancias personales del primero y el afán controlador que le entró después de ver como al personal le gustaba más la película ajena -El Imperio Contraataca- que la propia, pues como que provocó que Lucas cerrara la historia hasta nueva orden. Y quince años después llegaron las precuelas y demás, pero tanto el Universo Expandido original como las precuelas sufrieron mucho por ese final tan cerrado, un final que ya lo deshizo en parte El Despertar de la Fuerza y que lo ha rematado Los Últimos Jedi: Leia es la líder de la Rebelión y Luke ha muerto. Pero volvamos al árbol.
Uno de los temas principales de la película es acabar con lo viejo para dar paso a lo nuevo, y uno de los movimientos más polémicos de Disney al comprar Lucasfilm fue el de acabar con el canon antiguo, con el llamado Universo Expandido. Y es que a la hora de hacer las nuevas películas se había convertido en un auténtico lastre -¡habían matado a Chewbacca!- porque cartografiaba aún más todavía lo que ya habían delimitado tanto trilogía como precuelas. Así que, a pesar de las quejas de los cuidadores del Templo Jedi (que no dejan de ser los fans del Universo Expandido montando campañas y encabronándose), Kathleen Kennedy fue tal Yoda fantasmal y le pegó fuego al árbol del viejo canon, dando el mensaje de que para que lo nuevo funcionase, para que volviéramos a sentir la incertidumbre que no habíamos podido tener con las precuelas, había que ponerlo todo patas arriba, concepto de la Fuerza incluido. Y sí, ése es otro de los «puntos de fricción» de la película.
Cuando Rey empieza su entrenamiento con Luke y trata de convertirlo en su nueva figura paterna, él se burla de ella en todo momento porque cree que la fuerza es «mover rocas y eso». Porque al final, ¿qué nos han enseñado sobre el «inmenso poder de la fuerza», ése que era más poderoso que todas las Estrellas de la Muerte? ¿Control mental, mover rocas y X-Wings, saltar de forma rara y pegar empujones telequinéticos? ¿Tirar rayos por todos lados y tener los ojos muy perjudicados? El misterio de la fuerza se había perdido, y Luke le deja claro a Rey que un cuerno, que la fuerza es mucho más que mover rocas. Rian Johnson vuelve a lo básico -la fuerza es lo que mantiene unido el universo- y construye sobre ello, dejando claro que la fuerza es algo muchísimo más imprevisible y descontrolado de lo que parece, un peligro público para Luke pero que, esencialmente, sigue siendo lo que decía Yoda, una cuestión de fé. Puedes mover una piedra o un Xwing, el tamaño no importa, lo que importa es lo que tengas dentro de tu cabeza. Y ya que estamos, hablemos de otro árbol, uno que aparecía en el Imperio Contraataca…
Os acordaréis de la escena, Luke entra en una cueva bajo un árbol en el que se enfrenta a una visión de Darth Vader, lo derrota y descubre que bajo el casco está él mismo. El significado de la escena viene a ser que ten cuidado con lo que haces no sea que te conviertas en lo que más odias, además de presagiar la gran revelación de la peli con el famoso «yo soy tu padre», y en el caso de Rey pasa algo parecido; ella entra al agujero buscando saber quienes son sus padres, y lo que se encuentra es… A ella misma. Porque ella se ha hecho a si misma, no necesita a Luke, ni a Han ni a sus padres para llegar a ser quien es. Ella sola ya decidió ayudar a BB8 y poner en riesgo su vida, aun a costa de abandonar su -algo más segura- rutina diaria. Rey tiene que madurar, dejar de buscar a sus padres y mirar hacia delante. Y a pesar de todo, al final de la película nos damos cuenta de que Rey ha robado los libros jedi, y que Yoda no los destruyó con el árbol mágico. Igual que ayer decía que la película se traicionaba a si mismo dando el mensaje de que hay que dar paso a lo nuevo pero recuperando lo viejo, en el caso del viejo canon y el nuevo canon pasa exactamente lo mismo; sí, nos hemos cargado el Universo Expandido, pero Thrawn ha aparecido en Rebels. Algún que otro personaje del viejo canon irá reapareciendo, porque iremos recuperando esos libros viejos.
Y es que si bien Lucas se cargó parte del UE para hacer las precuelas y la solución que utilizaron fue el parcheo a golpe de retconeo, la nueva trilogía ha optado por la opción Crisis en Tierras Infinitas, y con el tiempo irá recuperando fragmentos de lo viejo para crear elementos nuevos. Porque Yoda parecerá que está medio sonado, pero a la hora de la verdad no deja de ser el paradigma del maestro para muchas generaciones de espectadores.