Como ya he comentado alguna que otra vez por aquí, hace relativamente poco que me enganché al Overwatch, y desde entonces no he vuelto a necesitar ningún otro videojuego. Pero el haberme apuntado algo tarde hizo que me perdiese algunas cosas del juego, algunos eventos, pero por suerte estos son estacionales y solo he tenido que esperar unos meses para poder echarle el guante a algo de lo que había oído hablar mucho pero que hasta ahora no había podido catar, los modos especiales para el juego con ocasión de Hallowen. Finalmente he podido probar, y disfrutar, del famoso Junkenstein’s Revenge, pero con el también he tenido ocasión de encontrarme con algunas de las facetas mas frustrantes del juego que hasta ahora había podido evitar…
El diabólico Dr. Junkenstein (Junkrat) quiere asaltar el castillo de Adlersbrunn, para lo cual cuenta con un interminable ejercito de Zomnics y la ayuda de sus cuatro lugartenientes, The Reaper (Reaper), The Monster (Roadhog), The Summoner (Symmetra) y the Witch (Mercy). Un ejercito imparable ante el cual solo se interponen cuatro héroes, el Soldado (Soldier 76), el Arquero (Hanzo), el Pistolero (McCree) y la Alquimista (Ana) que tendrán que detener una hora tras otra de monstruos y criaturas del averno para impedirles cruzar la puerta del castillo cueste lo que cueste…
Con esta sencilla premisa que convierte en a los héroes y villanos del Overwatch en criaturas de Hallowen, el juego nos da uno de los modos de juego mas divertidos y frenéticos de los que he disfrutado en mis escasos meses jugando a el (¡ya podría estar disponible todo el año!) Una idea extremadamente simple sobre el papel pero en que la realidad se convierte en un modo de juego con una jugabilidad endiablada que no da lugar a un solo momento de respiro y que requiere de los jugadores una gran coordinación y mucho trabajo en equipo.
Y ahí es donde me he encontrado uno de los elementos mas frustrantes del juego a los que hasta ahora había podido ignorar alegremente. Y era algo que había podido ignorar porque básicamente el único modo de juego que utilizo (aparte de los entrenamientos contra la AI del juego para pulir mis habilidades con personajes que se me resisten) es el de Héroes Misteriosos, ese modo de juego que otorga a cada jugador un personaje aleatorio que cambia cada vez que mueres y resucitas. Un modo de juego que evita esa “toxicidad” de la que solo había oído hablar sobre jugadores cabreados por llegar tarde al reparto de personajes y no poder escoger al que les gusta, llegando a exigir en el chat que algún otro les ceda el personaje o que se niegan a colaborar con el resto del equipo o a ocupar el lugar que les corresponde dependiendo del personaje que les haya tocado (que feliz era yo antes de ver a esta gente en la “realidad”)
El resultado es que ya he tenido que sufrir en algunas partidas a jugadores que ante la imposibilidad de poder quedarse con uno de los personajes “de hacer daño” y tener que conformarse con Ana (para quienes no la conozcan, un personaje de apoyo que cura a sus aliados) se han dedicado a no curar a nadie del equipo y a corretear por ahí tratando de matar a los enemigos con un personaje que hace poco daño mientras el resto moríamos una y otra vez (que no siempre puede uno llegar a tiempo a donde el Soldier 76 ha lanzado su emisor biotico) y perdíamos la partida porque alguien se había cabreado al no poder conseguir lo que quería…
Un encuentro con una parte de lo peor del juego (y que me convence mas que nunca de alejarme todo lo posible del modo competitivo) que sin embargo no me esta impidiendo disfrutar de este evento pese a que de vez en cuando tenga que lidiar con elementos de este calibre. Un disfrute que aumenta cuando tras unas cuantas victorias te sale en una de las cajas una de las mejores skins exclusivas del evento que provoca los insultos y la rabia del envidioso de Diógenes, y eso es algo que no tiene precio.