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Los Nuevos Mutantes de Bill Sienkiewicz (I): Hacia la Saga del Oso Místico

Hoy en día The New Mutants es algo así como la mejor seríe de mutantes que pocos parecen haber leído. Esto, que parece sorprendente habiendo joyazas como la X-Statix de Milligan y Allred o el X-Factor de Peter David, es una realidad que deja en evidencia la memoria del personal. Porque no nos engañemos, a fecha de hoy son más famosos los números 98 al 100 de New Mutants con la primera aparición de Masacre que el resto de toda la serie, y eso es una injusticia tremenda. Así que lo único que nos queda es rezar y esperar que la película cuyo trailer salió la semana pasada sirva por lo menos para corregir ese inmenso error. Pero ya que estamos, vamos a aprovechar para hacer un poco de historia para poder entender la Saga del Oso Místico en la que parece basarse la película…
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Strager Things e IT lo han Stephenkingzado todo, oiga.

Sí, mal que nos pese tenemos que volver a los ochenta -para inmenso regocijo de M’Rabo, que no es consciente de que la nostalgia ochentera es incluso peor que la de Aquellos Maravillosos Años, una serie de TV nostálgica de los 60 realizada veinte años después y no treinta- y situarnos en una época en la que Chris Claremont es forzado por Shooter, Jim Galton y todos los jefazos de Marvel a hacer un spin-off de Uncanny X-Men, la serie que por la época imprimía billetes y que era el centro del universo cómic en EEUU. A Claremont, que se niega a hacer un grupo b de los X-Men, se le ocurre juntarse con Bob McLeod y crear una serie protagonizada por unos jóvenes adolescentes que acaban de descubrir que son mutantes y se ponen a las órdenes del Profesor Charles Xavier, que como ya no tiene mucho que enseñar a los X-Men titulares -que ya son mayores y se saben cuidar ellos solos- se dedica a entrenar a estos muchachos y a formarlos para ser la Patrulla X del mañana. Y a vender tebeos como rosquillas, vaya.

El reparto original era una mezcla entre la nueva y la vieja Patrulla X.

New Mutants era una joya rara, porque había recogido la idea de uno de los personajes más jóvenes de la Patrulla X -Kitty Pryde- y lo había extrapolado a un grupo entero de personajes nuevos con un resultado bastante distinto a los X-Men originales o a los de aquel momento. Sam, Dani, Xi’an, Rahne o Roberto eran chavales que, como los Cíclope o Jean de Lee Kirby, se habían encontrado con unos poderes que no entendían y que e algunos casos hasta los aterrorizaban, pero a la vez tenían el trasfondo multicultural de la Patrulla X del Giant Size X-Men 1 y la capacidad de Claremont para desarrollar personajes y meterse en su piel. Era un cómic en el que los chavales se veían forzados a la acción y a escondidas de sus profesores, y aunque McLeod lo plantea como un cómic más estándar de niños superhéroe rompiendo cosas, para cuando ya llevamos dos años la serie todavía no ha encontrado su personalidad, todavía no ha conseguido eclosionar de la forma en la que los dos primeros años de Claremont en X-Men habían hecho. Sin embargo, todo cambiará con la llegada de Bill Sienkiewicz…

Bob McLeod es un gran dibujante, pero era demasiado convencional para lo que la serie demandaba,

A mediados de los 80, Bill Sienkiewicz era un tipo que a ojos de muchos lectores se había echado a perder de mala manera. Los lectores conocían su obra inicial en Moon Knight junto a Doug Moench, una serie que era Batman sin Batman en la que el bueno de Bill había hecho maravillas clonando el estilo de Neal Adams, el mejor dibujante del universo mundo. Como el propio Adams había decidido boicotear a Marvel y DC y no volver a trabajar para ellas, los lectores de superhéroes se habían tenido que conformar con su clon de nombre impronunciable, pero de repente se encontraron que el perverso Bill empezó a cambiar su estilo, a abandonar su estilo naturalista y a dejar de dibujar «bien» en favor de una serie de monigotes horribles que parecían salidos de una galería de arte moderno donde exponen cuadros que los pintaría mi sobrino de cuatro años. En realidad a Sienkiewicz no le había dado ninguna pájara extraña ni se había vuelto vago, simplemente había cambiado sus referentes gráficos de Neal Adams a Ralph Steadman, cuyo estilo le pegaba más a un Marc Spector que vagaba cada vez más por los caminos de la esquizofrenia que Batman nunca llegó a cruzar. Y aquel chapucero horrible era el que iba a dibujar la serie de los mutantitos adolescentes…

El cambio de estilos fue demasiado brusco, pero lo que nadie podía decir era que Sienkiewicz fuera un «mal dibujante».

Y si los lectores estadounidenses ya iban sobre aviso, para los lectores españoles la llegada de Sienkiewicz a la serie fue un absoluto shock. Ellos, que compraban semanalmente su dosis de la Patrulla X y esperaban unos mutantes dibujados por McLeod, Dave Cockrum o la línea limpia de Paul Smith, de repente se encontraban con cómics llenos de manchurrones negros, metáforas visuales por todas partes y un absoluto vago que se molestaba muchísimo en hacer caras super complicadas que a ratos hasta parecían fotos pero que ni siquiera se molestaba en dibujar pies. Sienkiewicz supuso el hundimiento absoluto de la serie en España, provocando que tuviera que pasar del formato quincenal al bimestral y a que Forum tuviera que hacer malabarismos para mantener la serie en el mercado. El gran Francisco Pérez Navarro, en su papel del Profesor Loki, se horrizaba en los correos de la serie de que a los lectores les gustara tan poco el trabajo de Sienkiewicz, y hasta Sempere dibujaba viñetas de una turba de lectores encerrando a Loki por ser «un bicho raro al que le gusta Sienkiewicz». Pero es que el jodido Loki, para no variar, era el que llevaba la razón…

Ese Sienkiewicz «con prisa tan horrible» que deformaba los cuerpos y los rostros según lo necesitaba, rompiendo el canon Buscema que había imperado en el género desde que Kirby dejó Marvel.

Porque la historia que había estado contando Claremont no era la adecuada para McLeod, y eso se estaba notando en el resultado final. Aquellos primeros cómics de la serie trataban de explorar el miedo y el vértigo que da el enfrentarse por primera vez al mundo, el abandonar a tu familia y amigos -algo que Claremont no pudo explorar todo lo que quiso en Uncanny- y el descubrir de la noche a la mañana que eres un mutante, que eres distinto, que eres «raro». Raro como Bill Sienkiewicz, inmerso en un mundo espeluznante como el que dibujaba Sienkiewicz, totalmente alejado del estandar del cómic de superhéroes en aquel momento. Porque no estamos hablando de que New Mutants fuera un cómic de terror adolescente, pero sí era un cómic con miedos adolescentes, con esa angustia que ni siquiera el superhéroe adolescente por autonomasia, Spiderman, había llegado a tocar. En nuestra próxima entrega seguiremos con este repaso y veremos de que va ese Oso Místico que ataca al grupo en lo que fue el estreno de Bill Sienkiewicz en la serie.

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