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Doomsday Clock: Sobre Watchmen y muertos que salen a pasear

Yo no quería hablar de esto, porque en su día no lo hice -no hay mejor desprecio que no hacer aprecio- pero como en realidad estas mierdas siempre vuelven y hasta hay gente que cree que la idea de cruzar Rorschach con Batman es buenísima y «¿cómo no se les había ocurrido antes?», pues supongo que toca hablar del tema porque sí, es inminente que DC cruce Watchmen con el universo DC. Así que vamos a hablar de Watchmen…

Sigh…

Normalmente, cuando se habla de Watchmen, se suele hablar sobre la influencia que supuso sobre el cómic en general y el género de superhéroes en particular, pero no se resalta tanto como debiera el hecho de que para ser un cómic de tipos en pijama tira muy poco del continuará y habita en un universo muchísimo más pequeño de lo que nos tienen acostumbrados en Marvel o DC. Para entendernos, en los universos creados por las dos grandes hay toda una cosmogonía montada que cartografía a dioses y semidioses, mientras que en Watchmen tenemos sólo a un tipo con poderes, el Doctor Manhattan, que aunque es cierto que tiene los poderes de un dios tampoco se puede decir que tenga el rol de Eternidad o Galactus; Manhattan sirve como una forma de contarnos hasta que punto los poderes de un superhéroe pueden llegar a deshumanizarlo dentro del contexto «realista» bajo el que se desarrolla la historia.

Irónicamente, Manhattan acaba siendo uno de los personajes más humanos de la serie.

A su vez, Watchmen también deja claro que estamos hablando de dos generaciones de superhéroes, que a su vez sirven como metáfora entre las generaciones de autores de la Golden Age y la Silver Age, haciendo particular hincapié en los mayores damnificados que hubo entre generaciones, los autores de la EC Comics que se fueron al paro por los tejemanejes de Archie, DC, Marvel y Disney con la creación del Comics Code. Moore aprovecha el hecho de que Watchmen sea una ucronía para contarnos cómo en ese universo el hecho de que existieran superhéroes y se hubieran popularizado con los cómics de Marvel y DC provoca que en el momento en el que llega Wertham a echar mierda de los cómics, el gobierno de EEUU se vuelca en su defensa porque en aquel momento los está utilizando como instrumento de propaganda, llegando a decir que los cómics son una forma de entretenimiento genuinamente americana y esas mierdas chovinistas que tan bien quedan en plena caza de brujas.

En el número 5 de Watchmen Moore ya hablaba de autores que eran perjudicados por DC y dejaban los cómics.

Así que tenemos una historia autocontenida de los 80 que hablaba sobre los diversos ámbitos de un medio como es el de los cómics, que exploraba los derechos de los autores y los atropellos de un sistema sobre los individuos, que el mundo real acaba convirtiendo en una criatura totalmente metarreferencial cuando los autores de Watchmen descubren que DC Comics se la juega tanto o más de lo que ya se la jugó a otras generaciones de autores. Porque si bien la editorial firmó un contrato con Moore y Gibbons que les devolvía los derechos de la serie un año después de su edición, DC decidió reeditar sistemáticamente la serie durante los siguientes treinta años -que se dice pronto- manteniendo así la propiedad de la obra y sus personajes a perpetuidad y provocando que Alan Moore los mandase al cuerno y tomara la decisión comprensible de no volver a trabajar para las dos grandes -de ABC ya hablamos otro día-. Watchmen se convirtió así en la gran referencia de los 80, aquel cómic que dejaba en ridículo a los ignorantes que miraban por encima del hombro al cómic de superhéroes y a la vez denunciaba sus mayores miserias al ser un género entero supeditado a la tiranía de dos editoriales.

En 1987 no era normal reeditar un cómic, y menos aún reeditarlo durante 30 años seguidos.

Durante años DC seguiría reeditando Watchmen pero nunca publicaría historias nuevas -la mera reedición del cómic ya les daba bastante dinero, y no renunciaban a conseguir algún tipo de trato con Moore para tenerlo de vuelta tarde o temprano- pero con el tiempo y la llegada del relevo generacional de editores menos sensibles como Dan DiDio, Jim Lee o Geoff Johns la editorial empezó a cambiar de política. Torpezas como la película de La Liga de los Hombres Extraordinarios o el insulto que supuso la película de Watchmen -que originalmente la iba a escribir el mismísimo Moore, pero que al final acabó perpetrando Solid Snake junto a Zack Snyder- habían provocado que las esperanzas de que el guionista de Northampton volviera a las galeras de DC se hubieran evaporado por completo, con lo que se dió luz verde al proyecto de elaborar precuelas de Watchmen y exprimir la vaca del todo. Si ya en su día Before Watchmen me pareció una aberración que ni siquiera me he molestado en leer -y que nadie se atreva a intentar convencerme de lo contrario- por considerarlas completamente innecesarias y una continuación del mangoneo a Alan Moore y Dave Gibbons, con aquello todavía nos quedaba el consuelo de que DC no había cruzado la última línea y mezclado el Universo DC con el mundo de Watchmen. Hasta hoy.

«Lo que sería horrendo es cruzar Rorschach con Batman o algo parecido», ¡pues toma tres tazas!

Si ya había asomado la patita el smiley del Comediante en Rebirth y The Button, Doomsday Clock empieza ya a dejarnos claro que Geoff Johns ya no va a cortarse un pelo. La serie limitada de doce números -deluxe dicen las promos- viene guionizada por el propio Johns y dibujada por Gary Frank, y en su primera portada promocional vemos a Batman leyendo el diario de Rorschach. Si unimos a todo esto el hecho de que la interferencia de Manhattan en el multiverso ya se vió en Rebirth -timidamente, eso sí- empieza a quedarnos clara la grotesca idea que Johns parece tener en mente: Si los cómics del mundo real existen en el universo de Watchmen, ¿no podría ser que la mano creadora del Universo DC sea el propio Doctor Manhattan? Esta idea, que le parece tan maravillosa a cualquiera con menos seso que un botijo -con todos mis respetos a los botijos- no tiene ni pies ni cabeza y banaliza Watchmen por completo, porque en realidad no deja de ser un Watchmen 2 mezclando la serie con los mismos tópicos que subvertía.

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Pero seamos honestos y admitámoslo, los propios Alan Moore y Dave Gibbons barajaron hacer una precuela de Watchmen ya en su día. Y una posible secuela en la actualidad y hablando de cómo trata el medio a los autores hoy en día no sería un disparate, porque la situación ha cambiado lo suficiente como para justificar una revisión. El problema es que en DC Comics no entienden lo que tienen entre manos, y siguen aspirando a explotar Watchmen del mismo modo en el que explotan a Green Lantern o Flash, olvidándose convenientemente de acreditar a sus creadores para poder ahorrarse unos dólares. El hecho de que Watchmen fuera una historia totalmente cerrada con un final que dejaba claras las grandes contradicciones de los superhéroes -Ozymandias llevando lo de «hacer justicia» hasta el extremo- y dificultando tremendamente futuras secuelas que poco tendrían que ver con el original y probablemente no justificarían la «resurrección», a los jefazos de DC se la trae al pairo. La editorial ahora mismo está en pleno revival de viejas glorias de la era Kahn/Levitz y Watchmen fue uno de los mayores éxitos de la época, así que toca desenterrar al muerto y sacarlo de paseo. Triste, pero inevitable si tenemos en cuenta que los perpetradores de New52 siguen al mando…

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