Para 1960 la situación en Marvel -o Atlas, o Timely, o como quisiera llamarse esa semana- era complicada. Martin Goodman, el propietario de la editorial, continuaba teniendo el sueño de convertirla en una editorial serie, de revistas de gente con fotos y esas cosas. La división de cómics de Stan Lee era sólo un testamento de una época ya pasada, de cuando los cómics vendían y tenía sentido seguir pagando el sueldo del sobrino enchufado por su socio. Distribuir cómics en la segunda mitad de los 50 había sido imposible por la caza de brujas de Wertham, y Marvel se había visto obligada a usar la distribuidora -y propietaria- de National Comics, que había aceptado trabajar para ellos con la condición de que no publicaran más de 8 series al mes.
Cuenta la leyenda -la que contaban Jack y Roz Kirby en los 80- que cuando en 1958 llegó Jack Kirby a la redacción de Marvel, se la encontró vacía y a Stan Lee llorando como un niño en una esquina porque Martin Goodman se estaba llevando todos los muebles. Que Jack Kirby -ése Ben Grimm de carne y hueso- le dijo que no se preocupara, que le pidiera a Martin que dejara los muebles y que él iba a hacer que la editorial vendiera. Y tenía que vender por la cuenta que le tenía, porque Marvel era su última oportunidad para seguir trabajando como dibujante de cómics después de que se le cerraran las puertas de DC Comics y que en Archie consideraran que su estilo no era lo suficientemente «moderno» y poco parecido al estilo DC que estaban buscando.
Jack ya no tenía a Joe para que le negociara un salario decente, así que tuvo que conformarse con la miseria que podía pagarle Stan Lee y que en tiempos no habría aceptado por tener mejores condiciones en cualquier otra editorial. Pero tenía que sacar adelante a su familia, con lo que se puso a trabajar en cuatro o cinco series al mes y a esperar tiempos mejores. Gunsmoke Western, Wyatt Earp, Strange Worlds, World of Fantasy, Tales to Astonish, Strange Tales… La mayor parte de aquellos guiones sobre vaqueros y monstruos históricamente se han atribuido a Stan Lee con su Marvel Method -llamar por teléfono al dibujante contándole la historia a grandes rasgos y luego escribir los diálogos al recibir los lápices-, pero el propio Kirby y muchos de sus contemporáneos aseguran que en muchos casos lo que hacía Stan Lee era llamar por teléfono al dibujante, preguntarle cuál era la idea para la historia y cabrearse cada vez que tenía que pensar un argumento porque al dibujante no se le ocurría nada. Luego le llegaba la historia dibujada -en el caso de Kirby, con diálogos y todo- y Stan Lee mandaba todo para ser entintado y rotulado. Sin embargo, lo cierto es que en una discusión radiofónica entre Stan Lee y Jack Kirby allá por los ochenta, Lee viene reconocer que las ideas eran «desarrolladas» en las conversaciones previas, pero que los diálogos que Kirby pudiera poner en sus páginas nunca eran los que llegaban a ser editados. Kirby en la entrevista reconoce que nunca se leía sus propios cómics, con lo que no podía negar categóricamente que Lee no escribiera su propio diálogo y prescinidera de sus notas.
Dicho esto, lo cierto es que Kirby siempre fue un dibujante que metía mano en los guiones. Su colaboración con Joe Simon invitaba a ello, y para él siempre había sido lo más natural, porque al fin y al cabo una de las cosas que más le reventaba de la disciplina de DC era el tener que seguir tantas reglas a rajatabla. Trabajar con Stan Lee le permitía desarrollar sus propias ideas -Lee ya contaba los días para dejar esto de los cómics y dedicarse a escribir novelas o en revistas «serias»- y con ello podía matar sus frustraciones por lo mal que le había tratado la industria del cómic. A su vez, Lee vivía esclavo de los mismos miedos al paro y la pobreza que Kirby, y las constantes amenazas de Goodman -que cerraba series según veía la mínima bajada de ventas de un número a otro- no lo tranquilizaban en absoluto. No podemos olvidar que Martin Goodman nunca fue ningún visionario, y que ya en su día se metió en esto de los cómics tarde y sólo el pelotazo a costa del talento de Simon y Kirby consiguieron que Marvel saliera a flote en los años cuarenta. Sin embargo, probablemente fue esa misma cortedad de miras la que acabaría salvando la editorial…
Porque aunque sea mentira aquella leyenda de Liebowitz y Goodman jugando al golf -el propio Liebowitz afirmaba que jamás en su vida había jugado al golf con Goodman-, el propietario de Marvel si que debió de notar que Justice League of America, el nuevo lanzamiento de DC, estaba vendiéndose como rosquillas. Puede que Goodman ni se acordara de Young Allies, de la Antorcha Humana, de SubMariner o hasta de Captain America, pero si la nueva moda era sacar grupos de superhéroes, Stan iba a tener que sacar adelante un grupo de superhéroes. La pregunta era, ¿qué superhéroes? Se daba por hecho que a nadie le interesaba ya el Capitán América -cinco años antes habían intentado un relanzamiento con John Romita y aquello no había acabado precisamente bien- y el resto de personajes fracasaron también. Se desconoce exactamente cuál fue el proceso mental que empezó en aquel momento y desembocó en Stan Lee y Jack Kirby creando los 4 Fantásticos. La historia de Lee es un bonito cuento de conversaciones con su esposa Joan sobre dejar los cómics y ponerse a escribir novelas y su media naranja animándolo a escribir un cómic «como le gustaría a él que fueran los cómics». La historia de Kirby, según cuando le preguntaras, va desde un desarrollo a partir de largas conversaciones telefónicas entre los creadores hasta, en los casos más extremos, atribuirse el cien por cien de la creación y afirmar tajantemente que Stan no dió un palo al agua. Pero seamos serios, que hemos leído Challengers of the Unknown…
Los Cuatro Fantásticos son una evolución directa de los Challengers, una mezcla entre los cómics de monstruos que estaban haciendo en aquel momento y el cómic de Simon y Kirby que la cuadriculada disciplina de DC se empeñó en sabotear. Y aunque es cierto que al igual que en Newsboy Legion y en Boy Commandos volvemos a encontrarnos un avatar de Kirby -Ben Grimm- y que el resto de los personajes responden a estereotipos claros -la chica, el niño y el profesor-, The Fantastic Four ya destaca en aquel balbuceante primer número por presentar una historia grupal como las de Challengers pero con gente con poderes, no siguiendo el esquema ya visto en JSA/JLA de empezar el grupo unido, separarse unos de otros durante el nudo de la trama y volver a juntarse en la sala de reuniones al final de la historia sin que el grupo al completo haya actuado conjuntamente.
Estamos ante un Kirby mucho más comedido respecto a su trabajo en Tales to Astonish y demás series en las que trabajaba en aquel momento, por lo que da la impresión de Fantastic Four en un principio no debía de contar con todo su entusiasmo; después de todo la serie le había obligado a dejar el reboot de Dos Pistolas que llevaba meses preparando para cumplir el enésimo capricho de un Goodman al que ahora le daba por los superhéroes por un culo veo culo quiero. Leyendo estos Fantastic Four primerizos no dejo de preguntarme si Kirby no contaría con mucha menos libertad que en los Westerns o en los tebeos de monstruos, porque tal vez en los orígenes del cuarteto haya más de Stan Lee que de Jack Kirby. Daba igual, porque Fantastic Four venía para quedarse y se iba a convertir en el cómic lo coronaría como el Rey de los cómics, siendo más definitorio en su carrera que el mismísimo Captain America que veinte años antes lo convirtió en una estrella…