Cuando a principios de los 90 le dijeron a un guionista que tenía que escribir la película de Super Mario Bros, el hombre no supo ni por dónde salir. Al final los Mario van de un fontanero que va por el mundo de los champiñones intentando rescatar princesas, con lo que imagino que aquel guionista se las vio y se las deseó para encontrar una historia que contar. Con Warcraft hay decenas de novelas, un MMO que dura ya más de 10 años y tres ETRs más una aventura gráfica cancelada; con Warcraft debería ser fácil poder hacer una película, mientras no se pierda la perspectiva… Y en Warcraft se ha perdido.
Porque Warcraft trata de contar la historia del juego original según fue retconeada por World of Warcraft, y no podemos olvidar que el Warcraft original era una fantasía tardoadolescente de un dibujante recién contratado por Blizzard. Los desarrolladores dejaron al chaval, un tal Chris Metzen, explayarse a gusto en el manual del juego y en los bloques de texto entre misión y misión, tratando de maquillar el plagio a Warhammer que estaban llevando a cabo. La historia del juego original era la mar de sencilla: los humanos y los orcos llevan un montón de tiempo pegándose y se acercan peligrosamente a Stormwind, la capital del reino de Azeroth. Si jugabas la campaña de los humanos rescatabas a un tal Anduin Lothar de las Minas de la Muerte y matabas al malvado brujo Medivh, viajando en la última misión hasta Blackrock Mountain y derrotando al malvado Blackhand, el líder de la Horda orca. Por el contrario, si jugabas con el bando de los orcos, encarnabas a un jefe de la horda (más tarde llamado Orgrim Doomhammer) que se dedica a arrasar ciudades hasta conseguir rebelarse contra Blackhand y quedarse con la Horda para el solo, destruyendo Stormwind en la última misión. Se menciona a Garona en algunas introducciones como una espía semiorca que asesina al Rey Llane, Khadgar no aparece por ningún lado y Medivh… Pues lo dicho, no se le llama Guardián de Tirisfal ni traidor, simplemente se dice que es un malvado brujo que esta corrompiendo la tierra y poco más.
Los juegos posteriores retconearon una serie de datos como hacer que fuera este juego el primer encuentro entre la Horda y Azeroth, haciéndolos nativos de otro planeta al que el mago Medivh abrió un portal para dejarlos pasar para empezar la invasión. La figura del propio Medivh se ve reforzada, y se cuenta sobre él que era una especie de Hechicero Supremo que se vió corrompido por fuerzas demoniacas. Pero el mayor retconeo que se ve sobre este juego está en la naturaleza de los propios orcos, que pasan de ser unos infraseres sedientos de sangre a ser unos rebeldes incomprendidos. Si en Warcraft 2 se empezaba ya a dejar de ver todo en blanco y negro, en Warcraft 3 tenemos que el nuevo líder de la horda es Thrall, el jesucristo (o Moisés) de los orcos, que reconstruirá la Horda tras su destrucción en los juegos anteriores y pasará a liderarla de cara al MMO que ha segado tantas vidas, World of Warcraft.
Y con este panorama llegamos a la película, que supuestamente tiene como tarea poner la primera piedra para una franquicia cinematográfica. Lejos de querer buscar una pequeña historia enmarcada en ese mundo o irse por los cerros de úbeda, el director Duncan Jones -el de las excelentes Moon o Código Fuente- trata de coger el toro por los cuernos y empieza por el principio, con la llegada de los orcos a Azeroth. Siendo como es el juego en el que se basa el «Warcraft: Orcs & Humans», lo lógico habría sido basarse sólo en la campaña de los humanos, que al fín y al cabo es la que ha sido menos retconeada. Sin embargo Jones quiere plasmar ambos lados del conflicto, con lo que el guión muestra dos tramas paralelas; por un lado la de los padres de Thrall entrando en la tierra junto el ejército orco de Blackhand (y Gul’dan) y por el otro Anduin Lothar tratando de entender que es lo que esta arrasando todos los pueblos de Azeroth con una facilidad pasmosa. Y ahí es donde empiezan todos los problemas de esta adaptación.
Porque la trama de los orcos sacrifica todo interés para poder contarte como Thrall tiene una escena a lo Moisés, cosa que realmente no hacía la más mínima falta porque al fín y al cabo cuando conocemos a Thrall en Warcraft III no nos ha hecho falta que nos cuenten como nació. Lo peor de todo es que esta «origenitis» nos planta como protagonista orco a Durotan, el padre de Thrall, con lo que todo el tiempo que deberían haber dedicado a que Orgrim Doomhammer derrocara a Blackhand se lo han cargado por completo, dejando la historia en un fallido golpe de estado de Durotan y devaluando por completo a Blackhand, que queda como un pelele al servicio de Gul’dan. Y es que, para cuando llega el final de la película, Gul’dan ha fracasado en su empeño de traerse a toda la Horda a Azeroth pero aún conserva un sustancioso ejército que puede arrasar de sobra Stormwind y parte del extranjero, cosa que al espectador se le hace rara porque al fín y al cabo el guión le ha dado tanta importancia a Gul’dan que era él el enemigo a batir. Si Jones hubiera sido más fiel al juego original Gul’dan habría sido un personaje más secundario y Blackhand habría acabado siendo el enemigo a batir; pero de su ignominioso final mejor hablo después de repasar la «campaña» de los humanos…
Y es que la película podría haberse salvado bastante bien si Lothar hubiera sido carismático, Khadgar fuera interesante o Garona hiciera algo importante más allá de enamorarse. De entrada tenemos a un Khadgar que ejerce de secundario cómico sin gracia, siendo más listo que todos los magos del Kirin Tor (que en toda la película no hace absolutamente NADA) y siendo proclamado como EL ELEGIDO para ser el nuevo Guardián en sustitución de Medivh, que ha sido corrompido y tal. Así, el grueso de las escenas de los humanos se basarán en tratar de descubrir a que carajo viene esta invasión tan misteriosa (como si los orcos no destacaran, vaya) y en enfrentarse a Medivh cuando se descubre su traición; esto provoca que ni Khadgar ni Lothar estén en la batalla final contra los orcos, con lo que el grueso de las escenas se las llevarán Garona y el Rey Llane de Stormwind, el cual al verse derrotado le pide a ella que lo mate para que la Horda la acepte como una de los suyos. Y aquí llega la madre del cordero que decía antes…
Vamos a ver; yo puedo entender que el único brujo orco que aparezca en toda la película sea Gul’dan y que no haga gran cosa durante la batalla final más allá de enfurruñarse cuando le llevan la contraria, pero lo que no puedo entender es como, para recordarle al espectador que el protagonista es Lothar, lo hacen llegar a última hora para recoger el cadaver de su rey en plan kamikaze y los orcos, después de noquearlo, deciden que es buena idea dejar que se bata en duelo con el mismísimo Blackhand. Y la película, que parece que tiene prisa para acabar porque se está meando, resuelve semejante duelo de titanes con un par de planos rápidos en los que esencialmente Lothar pasa por debajo de Blackhand y le clava una espada en las partes. Y Blackhand se cae y se muere, y Lothar y su grifo todopoderoso se llevan el cadaver de Llane mientras Lothar odia mucho a Garona y ella pone cara de pena. Y para rematar la faena, en la siguiente escena Lothar es proclamado líder de la Alianza porque los reinos de más al norte se han dado cuenta de que la cosa con los orcos debe de ser muy seria si han matado al rey. Y hala, fín.
No hay un solo diálogo memorable en Warcraft porque no hay un solo personaje memorable. La gente puede destacar la maldad de Gul’dan o lo bonitos que son los grifos, pero al final de la película el fan de (World of) Warcraft hablará más de lo bien recreada que están Stormwind o de la escena en la que Khadgar ovejea a un guardia. Porque la película es muy recomendable para los fans del juego por lo repleta que está de guiños y pequeños detalles, pero yo no justificaría el precio de una entrada de cine por ver a un murloc en pantalla grande. Lo más triste es que a Warcraft le falta muy poco para llegar a ser algo grande, porque si Blackhand hubiera sido el Tarkin del Vader de Gul’dan, la pelea final entre Doomhammer y Blackhand habría podido ser realmente épica. Pero no, teníamos que tener un par de planos totalmente anticlimáticos de Lothar cortándole las pelotas. Podíamos haber tenido a un Gul’dan más ambiguo y misterioso, pero al final tenemos una película con personajes sosos que se queda a medias y una horda que acepta el genocidio draenei sin poner muchas pegas. Que alguno me dirá que es muy bonita porque hay un cameo de Varian Wrynn, que sale este o el otro, pero al final a la película le entran todas las prisas (tanto ella como yo) por acabar porque lo único que queremos es largarnos a mear.