Seguramente la mayor virtud de Captain America: Civil War sea que no pretende adaptar Civil War si no contar su propia historia. Pero a la vez me ha sorprendido por adaptarla más de lo que parece, y hasta llega a enmendarle la plana a Millar en más de una ocasión. Civil War nos da lo que ofrecía desde un principio y no decepciona, y eso con las expectativas creadas es todo un logro…
Y es que Civil War es una continuación directa de Winter Soldier, con lo que los Russo no se olvidan de ello en ningún momento y nos siguen contando la historia de Steve Rogers buscando a Bucky tras su desaparición en la película anterior. Así, el incidente que mueve el conflicto no es tanto una hipotética ley de registro de superhéroes si no la defensa de la inocencia de Bucky por parte de la gente del Capitán América, con lo que el equipo de Iron Man vuelve a quedar como los «antagonistas» de la historia. Afortunadamente en esta película los personajes no son tan planos -y enajenados- como en el cómic original, con lo que el papel de Tony viene dictado más por su conciencia y deseo de proteger a sus amigos en el caso de que cometan un error y los gobiernos del mundo les pidan rendir cuentas.
Pero aún así la película no deja de recrear escenas del cómic, como la explosión que mata a un montón de gente al principio de la historia, el enfrentamiento entre ambos grupos en una zona industrial o la pelea final entre Steve y Tony con algún plano clavado a la viñeta original del cómic. Pero aquí no veremos clones malvados de Thor, ni al Capitán América aliándose con el Castigador. Tampoco veremos al Goliath Negro reaparecer sólo para ser asesinado o a una Maria Hill psicópata creando una unidad de «capekillers», porque estamos ante una película en la que se respeta la identidad de los personajes y no se insulta al lector a cada paso. Reaparece la infame prisión de superhéroes (esta vez no está en la Zona Negativa, si no en el fondo del mar) pero en esta ocasión en su construcción no han tenido nada que ver los miembros del equipo de Iron Man (que se horroriza al descubrir su existencia), si no el consorcio internacional que promueve los llamados «Acuerdos de Sokovia», el tratado según el cual los Vengadores tienen que someterse a los dictados de esa nebulosa «formación».
Aunque lo que realmente hace funcionar la película y hasta parece gritarle a Millar un «desgraciado, ¿cómo no se te ocurrió esto?» es el papel de Zemo a lo largo de toda la trama, interpretado por un estupendo Daniel Brühl. Zemo va a asomando a lo largo de la película tomando parte en escenas aisladas, cizañeando y manteniéndose en la sombra hasta que detona el conflicto final al «liberar» a Bucky, forzando a que se formen dos bandos claros entre los Vengadores y dejando las suficientes pistas en el camino del Capitán América como para que crea a pies juntillas en la inocencia de su amigo. Y para cuando llega el final de la película y se nos revela que el bueno de Helmut sólo buscaba cargarse a los Vengadores como venganza por la que lió Ultron en la segunda parte de Vengadores, no dejas de darte cuenta de que, en efecto, es el único ganador en todo esto, y que sorprendentemente es uno de los pocos villanos del universo cinematográfico de Marvel que sobrevive al final de la historia para poder contarlo (y reirse).
Quiero pensar que Zemo seguirá apareciendo en las próximas películas, y que le veremos enfrentado a los Vengadores con sus Amos del Mal, reclamando el legado de los Zemo. Pero en fín, que en el fondo todavía estoy digiriendo la película, así que me dejaré unas cuantas cosas en el tintero para que M’Rabo pueda explayarse a gusto y contarnos lo mucho que le ha encantado.