Que yo tengo mucha mili, ¿eh? Que yo me pasé años y años ahi en la armada, luchando contra los enemigos del Imperio, codo a codo con Darth Vader. Eso si que eran tiempos, cuando los juegos de naves tenían una campaña para un solo jugador y no solo eran un multijugador en el que lo único que podías hacer era «estar» con muy poco de «wars»…
Chorradas aparte, lo cierto es que TIE Fighter fué un simulador espacial salido en 1994 que marcó a una generación de jugadores de PC que desde fuera parecía vivir solo de clones del Doom y Command & Conquer. En aquella extraña época en la que todavía se vendían los juegos de PC en cajas enormes, llegabas a ver que en las tiendas de videojuegos tenían estanterías completas repletas de simuladores de vuelo y naves espaciales, con la pelea titánica entre LucasArts y Origin por la supremacía en este último género con los Xwing de los primeros y los Wing Commander de los últimos. Entre todo aquel ruido de vez en cuando asomaba la cabeza algún veterano como Elite, un simulador espacial en el que se miraba menos por el modo historia y más por darle libertad al usuario para comerciar, piratear o hacer lo que le apeteciera por toda la galaxia. Veinte años después, tanto Wing Commander como Xwing son una propiedad intelectual de conglomerados comerciales con mentalidad cortoplacista, con lo que ni siquiera se plantean la posibilidad de que estas series vuelvan. Y en ese panorama desolador estábamos hasta que apareció Kickstarter…
El caso más famoso es el de Chris Roberts -el creador de Wing Commander- que tras el fracaso de la película que dirigió sobre la serie había estado bastante desaparecido y de repente asomó la cabeza para decir que iba a hacer via crowdfunding una monstruosidad llamada Star Citizen, un juego en el que podías pilotar naves, comerciar, pegar tiros en primera persona, pasearte por tu nave y por estaciones espaciales… Un poco de todo y nada en concreto, pero que aun así conseguía el apoyo masivo de un público con demasiada sed por el género. El proyecto que originalmente saldría a la venta este mismo año se ha ido retrasando, con lo que los «backers» se han tenido que ir conformando con testear betas de pequeños módulos del juego como el de paseo por bases, por el hangar de su nave, el modulo de acción en primera persona o hacer escaramuzas con su nave en espacios demasiado reducidos. Mientras tanto Roberts sigue vendiendo naves del juego por cantidades absurdas y prometiendo que el juego saldrá en un par de años, achacando los retrasos a lo complicado del proyecto y asegurando que una vez el juego este terminado todos los micropagos (y los maxipagos) serán opcionales.
Por el otro lado tenemos al gran adalid de la realidad virtual con Elite: Dangerous, un juego de nombre horrible que salió a la venta las navidades pasadas y en el que ya tenemos una galaxia persistente y explorable en la que tenemos millones de planetas generados de forma procedural en los que de momento no hay mucho que hacer más allá de juntar dinero para comprarse naves nuevas. A mediados de año se introdujo el PVP con el llamado «powerplay», mediante el que el jugador podía jurar lealtad a una facción del juego y tratar de extenderla por la galaxia, votando hacia donde expandirse y tratando de socavar o fortificar distintos planetas; el sistema de por sí es tan vacio que la única forma en la que está funcionando es gracias a una comunidad que se monta sus propias películas y se va «inventando» la historia del juego, la cual dicho sea de paso es tan lamentable que sólo puedes seguirla a través de los textos que se publican en «galnet».
Y es que el hecho de que Elite sea el hermano pobre de Star Citizen se nota mucho cuando ves como gráficamente no es ninguna maravilla, que no corre sobre unos servidores centralizados si no sobre una red P2P y que en general todo el juego sigue adoleciendo de estar vacio; y es que aunque hay jugadores que son felices con actividades a priori tan aburridas como la exploración (te puedes pasar semanas paseándote por la galaxia para encontrar «algo nuevo» que ver) o la minería, lo que mantiene a muchos en el juego es la promesa de una expansión a final de año. Claro que esto tiene también su trampa, porque aunque el juego carece de cuotas y los micropagos sean exclusivamente cosméticos, la expansión vale 50 eurazos justificados por más promesas como la de dejarnos bajar a la superficie de los planetas a pasearnos cual Mako de Mass Effect.
Así que los que tenemos mono de naves espaciales nos encontramos en la encrucijada de elegir entre un juego que ya existe pero que esta vacío (Elite) y un juego que no existe pero parece estar lleno (Star Citizen) mientras otros como No Man’s Sky prometen el oro y el moro a pesar de que nadie sepa que carajo se hace en el juego. Eso sí, los amantes de las campañas y modos historia podemos estamos bien jodidos, porque Elite Dangerous renunció a ella y, aunque el Star Citizen de Chris Roberts jura y perjura que habrá campaña, sabemos de sobra que la prioridad será sacar el «multijugador» adelante y en caso de salir lo mismo tendremos que esperarnos hasta 2019…
¡Porque lo de que sale en 2016 sigo sin creermelo!