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Nostalgia noventera: Nuevos Mutantes #86 y la leyenda del hombre llamado Rob Liefeld – 1º Parte

Si, se bien que hoy no me tocaba escribir, pero Diógenes ha salido de viaje de negocios (si se puede llamar viaje de negocios a irse ce crucero con los amigotes) y me ha pedido que le cubra el día, porque por lo visto lo obligarme a escribir tres artículos a la semana le parecía poco. Esto no es algo que me apeteciera demasiado, pero ya que no quiero que mi ración diaria de pan y agua disminuya en la misma proporción que aumenta el número de latigazos, no me queda otras que cumplir con sus órdenes. Así que para conmemorar este día tan especial en el que mis derechos vuelven a ser ignorados, que mejor forma de celebrar tan importante fecha que hablando de uno de los comics favoritos de ese que mora arriba en las sombras (de la sombrilla que le han puesto en la cubierta principal del barco). Un comic que revoluciono el medio, que cambio para siempre la faz del universo Marvel y que vio nacer a una estrella cuyo brillo aun no se ha apagado., Los nuevos Mutantes nº86.

No se que es mas enternecedor, si que le entinte  Todd McFarlane o que homenajee a Steve Ditko

Los Nuevos Mutantes se habían convertido en los hermanos pobres de la Patrulla-X, la serie que había sido el primer spin-off de lo que se acabaría convirtiendo en la franquicia más importante de la editorial estaban en horas bajas. Aquel culebrón protagonizado por adolescentes que veían series para viejos poco a poco había ido perdiendo el cariño del público y todos los intentos de Marvel por insuflarles nueva vida caían en saco roto. Por sus páginas pasaron nombres tan ilustres como los de Bill Sienkiewicz o Bret Bevlins al dibujo o los de Claremont y Louise Simonson a los guiones. Los personajes sufrieron y crecieron, el grupo perdió algunos miembros y ganó otros nuevos, pero la sangría de lectores no se detenía. Así que en un momento tan desesperado como aquel Marvel decidió que era el momento de tomar medidas EXTREMAS…

Aunque técnicamente debutó un mes antes encargándose de la portada del nº 85

Fue en Febrero de 1990, la década que cambio la forma de hacer comics de superhéroes acababa de nacer y con ella llego el que sería uno de los máximos exponentes de esa época, un autor que no dejo indiferente a nadie y cuyo estilo fresco y dinámico era lo que necesitaba esta serie que tenía ya un pie en la tumba, un artista llamado Rob Liefeld. Tras haber saltado a la fama con su trabajo en Halcón y Paloma en DC y haber dibujado un par de números de relleno en la Patrulla-X y Spiderman, Liefeld recibió la que fue su primera oportunidad importante en la casa de las ideas, una oportunidad que no solo le llevo a alcanzar una fama conseguida por muy pocos, sino que a la larga le permitió incluso comprarse un coche nuevo que aún conserva (ya no se hacen ni comics ni coches como los de antes)

Estaba hecho un chaval

Este primer número fue un pequeño momento de respiro en una época en la que los Nuevos Mutantes vivían una de sus épocas más convulsas. Tras escapar de Inferno arrastrando numerosas secuelas, haber perdido a su mentor Magneto y vivir una larga aventura en tierras Asgardianas, Louise Simonson decidió que tocaba seguir explorando otros rincones del Universo Marvel y para ello aprovecho que tocaba crossover con Actos de Venganza, aquella historia en la que Loki hizo que héroes se enfrentasen a villanos con los que no tenían que ver, y cruzó los caminos de los dos nuevos miembros del grupo, Rusty y Desliza, con los del Buitre, el Chapucero y Nitro.

Y luego dicen que no sabe dibujar pies ¡Pues ahí tenemos dos bien hermosos!

El clásico villano de Spiderman había recibido el encargo de enfrentarse a Speedball, pero el Buitre tampoco se había tragado eso de que ese era el Nuevo Spiderman y decidió pasar del encargo y reclutar por la fuerza al Chapucero para que le ayudase a liberar a Nitro y juntos crear el caos y robar bancos. Pero mientras los villanos traman sus planes los héroes tienen sus propios problemas. Rusty, quien en aquel momento compartía prisión con el Buitre, había tratado de detener la fuga del villano pero había fracasado en su propósito. Decidido a detenerle había liberado a su novia Desliza, quien también se encontraba reclusa allí, y juntos se habían enfrentado a los guardias de la prisión para escapar y dar caza al Buitre. Porque nada mejor para demostrar que eres un héroe que atacar inocentes guardias de prisión que tratan de que cumplas con tu condena.

Que talento tiene Liefeld para dejarnos clara la superioridad de los guardias dibujandoles a una escala mayor que la minifurgoneta

En otra parte de la ciudad tenía lugar otra fuga cuando el Buitre irrumpió por la fuerza en el juicio que se celebraba contra un inconsciente Nitro, quien se encontraba encerrado en un cilindro que anulaba sus poderes y que tenía unas asas convenientemente colocadas perfectas para que el Buitre se la llevase cómodamente. Pero antes de que pudiesen llevar a cabo su plan aparecieron nuestros héroes, dejando claro que el juzgado debía estar al ladito de la prisión o que Rusty iba a añadir a su condena los cargos de exceso de velocidad y conducción imprudente.

Cualquiera diría que colocaron las asas ahí pensando en el

Una épica batalla tuvo lugar entre héroes y villanos en la que Rusty descubrió que si no puedes volar no es buena idea quemar las alas del villano que te ha elevado varios metros sobre el suelo, el Chapucero debió pensar que mejor estaba escondido en su taller fabricando cacharros y Nitro se dio cuenta de que enfrentarse a alguien que puede contener tu explosión con un campo de fuerza no es nada bueno para tu salud.

No, Nitro no se ha transformado en el Buitre y este no esta haciendo yoga

¿Han conseguido nuestros héroes detener finalmente a los villanos? ¿Se reconocerá su heroica labor y no les tendrán en cuenta que se han fugado de una prisión federal? ¿O quedara claro de nuevo que ese mundo que teme y odia a los mutantes no atiende a razones y que tu ADN te convierte en culpable a pesar de tus actos? Todo eso y muchísimo más lo veremos mañana en la segunda entrega de este apasionante vistazo a un pasado que está volviendo casi sin que nos demos cuenta y con la esperanza de que su lectura no provoque que Diógenes se atragante con sus cócteles en la piscina del barco.

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