Pese al atracón de novedades en cuanto a cómics de ciencia-ficción que han llegado en los últimos meses desde Estados Unidos (y que no deja de incrementarse, menuda época para ser fan del genero), he conseguido sacar tiempo para ponerme al día con una saga a la que le tenía ganas desde hacía mucho, Los Mundos de Aldebarán. Una saga en la que su autor, Leo, en la mejor tradición del género, aprovecha el entorno fantástico de este universo para realizar una nada disimulada critica acerca del futuro al que a veces parece que nos dirigimos sin remedio y a los errores de nuestro presente y pasados recientes.
A finales del siglo XXII la humanidad ya ha abandonado la Tierra y ha comenzado a extenderse por el universo. Pero al abandonar el hogar no se han quedado atrás el egoísmo, los prejuicios, y defectos que convirtieron la Tierra en un infierno irrespirable en el que resultaba casi imposible sobrevivir. Cien años después de los primeros viajes la humanidad sigue sin haber aprendido de los errores del pasado y las nuevas sociedades creadas en lejanos mundos no solo han recaído en los viejos vicios de la humanidad, sino que estos parecen haberse magnificado por culpa de su aislamiento. Dictaduras militares, dictaduras teocráticas, fanatismo… No, la humanidad no ha aprendido nada. Pero todo esto cambiara cuando estos colonos descubran que comparten el universo con algo más que con animales salvajes y que estos nuevos vecinos no parecen estar dispuestos a seguir tolerando el comportamiento autodestructivo de los terrestres.
Pese a que me suele gustar el cómic franco-belga siempre me ha puesto de los nervios esa tendencia a primar la estética. En mis muchos años como lector me he encontrado ya en demasiadas ocasiones con cómics con un apartado gráfico espectacular pero con unas tramas estiradísimas y vacías que se desinflaban poco a poco. Por eso pese a la buena pinta que tenían Los Mundos de Aldebarán, me resistía a darle una oportunidad por miedo a que se volviese a dar la misma situación, pero estaba muy equivocado. Quizás sea porque Leo (Luiz Eduardo de Oliveira) es brasileño y tiene otra forma de entender esto de contar historias o quizás eso no tiene nada que ver y es una simple coincidencia, pero la forma de plantearse la historia es bastante diferente a lo que estaba acostumbrado.
Los Mundos de Aldebarán, pese a abarcar ya casi la veintena de álbumes, es una serie que va al grano en la que parece que el autor sí que tiene algo que contar mas allá de un punto de partida interesante. El estar dividida en varios “ciclos” de unos cinco álbumes, ambientado cada ciclo en una colonia diferente, ha permitido a Leo contar historias más o menos autoconclusivas. Y pese a que en la saga se repiten los protagonistas forman parte todas de una misma historia, no me he quedado con la sensación de que me estuviesen tomando el pelo estirando en docenas de álbumes una historias que daba para dos o tres como mucho o de estar asistiendo a una monumental paja mental del autor que no llegaba a ningún lado.
Y es que Leo no es solo un dibujante como la copa de un pino que demuestra en cada página poseer una imaginación desbordante y sin límites y la capacidad para plasmarla sobre el papel, mostrándonos unos mundos imposibles poblados por toda clase de criaturas fantásticas de las que no hay dos iguales. Además es un guionista con bastante talento y muy comprometido que aprovecha su historia para tratar temas como la intolerancia, el fanatismo religioso o el ecologismo. Es imposible ver el estado en el que se encuentra la Tierra del Siglo XXII y no ver ahí un triste recordatorio, más parecido a una espada de damocles, del futuro que nos espera si no empezamos a poner manos a la obra para corregir ciertos comportamientos casi suicidas que se repiten con demasiada frecuencia. Critica de la que tampoco escapan cierto sector de los grandes empresarios de esos a los que solo les importan los beneficios que puedan sacar de algo y no la destrucción que dejen a su paso.
Otro tema importante que es una constante en toda la obra es el peligro del ascenso al poder del ejercito, algo que no es de extrañar si sabemos un par de cosillas sobre el pasado del autor. Leo tuvo que abandonar su Brasil natal huyendo de la dictadura militar que se instalo en su país para huir a Chile, de allí acabo escapando también, exactamente por los mismos motivos, y fue a parar a Argentina, a donde llego un año después de que terminase su propia dictadura desde donde acabo emigrando a Francia, seguramente por miedo a terminar viviendo lo mismo por cuarta vez. Así que si, habiendo visto tan de cerca los efectos y secuelas de tres dictaduras es lógico que su opinión de los militares no sea precisamente buena.
Pero pese a ello Leo no cae en maniqueísmos simplones y los militares de su obra no son una masa intolerante y violenta, son personas en las que sí, hay muchos como aquellos que vio tomar el poder por la fuerza, pero también hay otros (los menos) que son gente decente y honesta dispuestos a sacrificarse por los demás. Con quien no es tan generoso es con las distintas formas que toma la religión en su obra, apareciendo siempre sus representantes como fanáticos ávidos de poder o como oportunistas que utilizan la religión como herramienta para mantenerse en el poder. Algo de lo que tampoco podemos culpar a Leo teniendo en cuenta el papel cómplice (ya sea por colaborar directamente o por mirar hacia otro lado) que la iglesia ha jugado en demasiadas ocasiones con distintas dictaduras en todo el planeta.
Esta saga que comenzó su publicación hace ya veintiún años se divide hasta la fecha en los siguientes ciclos o sagas. Aldebarán (5 álbumes), Betelgeuse (5 Álbumes), Antares (6 álbumes, estando el último de ellos previsto que se publique este año) y Survivants, que constara también de 5 álbumes y de los cuales se han publicado tres hasta la fecha. Casi a álbum por año, eso es todo un récord sobre todo teniendo en cuenta que Leo ha compaginado esto con su trabajo en otros proyectos como dibujante. El éxito de la saga ha propiciado que se publique por todo el mundo, incluidos los estados unidos, mercado en el que pese que la obra está dirigida a un público adulto, para un mercado tan puritano como ese se han censurado determinadas escenas, básicamente los desnudos femeninos. Y pese a que esto se ha hecho con permiso del autor, no deja de ser un episodio lamentable a la par que irónico (algunos dirian que incluso hipocrita) si tenemos en cuenta algunos de los temas tratados por Leo en esta misma saga.
Sobra decir que recomiendo y de forma muy efusiva la lectura de Los Mundos de Aldebarán. Pocas cómics de ciencia-ficción me he encontrado que me hayan dejado enganchado de esta manera y me hayan dejado con ganas de más y sin sentirme insultado en ningún momento como lector. Así que todos aquellos que aun no hayan disfrutado de este gran cómic ya pueden ir despejando sus agendas para hacer hueco a esta épica saga que me ha hecho recordar por que la ciencia-ficción es mi género favorito.