Hay cosas que vamos posponiendo una y otra vez por distintos motivos y parece que nunca llega el momento de ponerse con ellas. En mi caso esto me sucedió con la lectura de Mundodisco, serie de la que a pesar de tener ya varios de los libros, siempre lo iba dejando a la espera de tenerlos todos o al menos de tener completa alguna de sus sagas. Pero el reciente y triste fallecimiento de Terry Pratchett me hizo decidirme a empezar de una vez con la lectura de su obra y comprobar de una vez si el Pratchett novelista era tan divertido como transmitía en sus entrevistas y artículos, y la verdad es que mis expectativas se quedaron cortas, era muchísimo más divertido.
Un mundo en forma de disco que descansa sobre cuatro elefantes gigantes que se encuentran de pie en el caparazón de una descomunal tortuga que viaja por el espacio. Así es Mundodisco, un mundo extraño poblado por mortales y dioses, monstruos y guerreros… y magos de tercera como Rincewind. Expulsado de la universidad invisible y condenado a una vida precaria en una de las ciudades más peligrosas de Mundodisco, Rincewind creerá que su suerte ha cambiado a mejor cuando conoce a Dosflores, un peculiar viajero cargado con mas oro del que uno podría gastar en toda su vida. Pero lo que no imaginaba el mago ni en sus más terribles pesadillas es que convertirse en el guía del primer turista de la historia de Mundodisco le llevaría a descubrir rincones de su mundo que desearía no haber descubierto jamás y pondrá, literalmente, a la muerte tras sus talones…
Sabía que Terry Pratchett era divertido, sabía que si la gente llevaba décadas poniendo por las nubes su Mundodisco era por algún motivo, y tras años leyendo opiniones en este sentido mis expectativas eran altísimas, y aun así el ingenio y el humor de Pratchett las superaron por completo. Pocos libros me he leído en los que haya estado a punto de soltar una carcajada cada pocas páginas (era de noche, tuve que aguantarme las ganas) Y es que la forma en la que parodia un género tan trillado y lleno de tópicos como el de la fantasía pseudo-medieval, entre otras muchísimas cosas, no tiene precio. Hechiceros, ladrones, “heroicos” barbaros, o incluso un presente tan actual ahora como lo era hace treinta y dos años… Nada escapó del afilado ingenio de Terry Pratchett, ni siquiera la mismísima muerte, quien aunque aquí solo tiene un papel secundario roba cada escena en la que aparece.
Tolkien, Howard, Lovecraft… la cantidad de autores a los que Practchett parodia y homenajea tan solo en este libro (y lo que me quedara por descubrir) es impresionante, pero haciéndolo siempre desde el mayor de los respetos. Aquí no he tenido en ningún momento la sensación de estar ante alguien que parodia algo que desprecia como se suele ver por ahí. Uno casi puede notar el cariño hacia esas historias que desprende la novela, algo lógico tratándose de un autor que tenia tantísimo cariño y respeto hacia la literatura fantástica.
Pero lo mejor del trabajo de Pratchett es que esta novela no se limita a ser una sucesión de chistes más o menos ingeniosos a costa de los tópicos del género. El color de la Magia es una historia emocionante en la que es completamente imposible prever lo que va a suceder a continuación y en la que el autor creó un mundo tan fascinante que casi no dan ganas de salir de él. Y las más de cuarenta novelas ambientadas en este mundo dan buena prueba de la riqueza y variedad de este mundo de fantasía tan alocado y divertido que, un poco tarde eso sí, he empezado a descubrir.
Supongo que se podría decir que más vale tarde que nunca, pero no puedo evitar sentirme algo culpable de no haber disfrutado de la obra de Pratchett hasta después de su fallecimiento y de que esta humilde reseña no sea el homenaje que se merecería. Y supongo que de todo esto se podría sacar una valiosa lección, pero me limitare a recomendar la lectura de los trabajos de este genial autor que nos ha dejado como legado una de las obras más ingeniosas y divertidas que he tenido el gusto de leer en mi vida.