Assassin’s Creed Rogue es un juego de presupuesto reducido para plataformas obsoletas, basado en retales de los anteriores juegos y el reciclaje de localizacioes de una de las entregas numeradas más flojas de la franquicia, Assassin’s Creed III. Y sin embargo, Rogue es un juegazo.
Porque no viene con la intención de ser revolucionario, pero al contar con la experiencia acumulada por los juegos anteriores y viniendo como venía del que seguramente sea el mejor juego de la serie (Black Flag), Rogue parece un grandes éxitos de la jugabilidad Assassin’s combinando la infiltración, los asesinatos, las batallas navales y demás. Pero su novedad principal y la que sí que supone algo totalmente novedoso para la serie, es que su protagonista es un Templario que caza y es cazado por asesinos, con lo que de la misma tenemos una mecánica de jugar a detectar asesinos. Y os aseguro que tras años de estar hasta las narices de los asesinos y su hipocresía -matemos gente para salvar el mundo-, para mí es todo un gustazo eso de ir cargándomelos. Ya era un gustazo el bueno de Edward Kenway en Black Flag (se pasa casi todo el juego siendo un pirata y pasando completamente de los asesinos y los templarios) pero el nuevo protagonista, Shay Patrick Cormac, es todo un hallazgo.
Porque a partir de la misión en la que visitamos brevemente una ciudad europea y vemos hasta dónde puede llegar la estupidez de la guerra milenaria entre asesinos y templarios, Shay empieza a cuestionarse su rol en todo este asunto y, aunque a veces la historia se haga un tanto forzada, descubrimos un personaje que intenta tomar sus propias decisiones y no es un fanático como algunos de sus antecesores. Es cierto que al juego le habría venido mucho mejor el explorar ése cambio de una forma más pausada, pero al fín y al cabo estamos hablando de un videojuego y el aspecto jugable tiene prioridad sobre el narrativo, con lo que aunque la historia de Shay sea un tanto precipitada, la duración del juego es la correcta. Y no es que hablemos de un juego corto, todo lo contrario; el juego duplica el terreno de Black Flag y le añade la ciudad de Nueva York completa, aunque a mediados del siglo XVIII no dejara de ser más una colonia crecidita que una ciudad como es debido.
En la parte negativa tenemos el aspecto gráfico de un juego hecho para hardware de hace más de diez años, algunos minijuegos opcionales como el de la flota que son tremendamente aburridos y que ni siquiera deberían llamarse juegos, y en general nada que debería importarnos, porque al final esto no deja de ser un Black Flag en versión templaria; pero es que la aventura de Edward Kenway ha marcado tanto a la serie que a Assassin’s Creed Unity y su recreación preciosista del París Revolucionario ha sido criticada -aparte de por ser un saco de bugs- por no incluir batallas navales o la variedad de la propuesta de Black Flag. Rogue tiene todo esto pero carece de los beneficios del nuevo hardware, con lo que para mí se lleva el puesto de Assassin’s Creed de 2014.